Dario Botacaulli
No era sencillo. Para nada. Armar un equipo en la séptima edición de El Gran DT también contenía la peligrosa posibilidad de contratar hasta 3 jugadores de la liga extranjera. De esa manera, era común gastarse 3 de los 10 millones disponibles en Batistuta. El pase de Ortega, que costaba 2 millones y medio, tampoco era fácil de evitar. La tentación estaba. Y con la soga al cuello y el plantel sin terminar, después había que afinar el lápiz para no excederse.
La solución muchas veces era poner un último delantero suplente de bajo costo. En la mesa de saldos del Clausura ’98 había viejos conocidos. Por 70 mil pesos se podía comprar a Sebastián Cobelli, a Juan Carlos Graf, a Emerson Panigutti o a Vladimiro Bahl. Si la mano venía más jodida, en cambio, se podía depositar la irrisoria suma de 50 luquitas para contar con los servicios del delantero de Racing Darío Botacaulli. ¿Quién?
Botacaulli era un atacante desconocido. Y lo sigue siendo. No le podemos reprochar más coherencia porque la ha tenido.
Sí le podemos recriminar su costado más oscuro, ese que deja entender que pudo jugar al fútbol gracias a las influencias familiares. ¿Cómo?
Según un medio mendocino, el Turco Claudio García renunció en 2003 a la dirección técnica de Independiente Rivadavia porque ante el pedido de Cristian Morales como refuerzo, el club se lo negó y le acercó a Darío Botacaulli, hijo de un empresario que ponía la plata en La Lepra.
No sabemos si ese factor (el económico) le abrió en su momento las puertas de Racing. Pero nos da mala espina que un ignoto delantero como él haya sido presentado alguna vez por el diario Los Andes de Mendoza de la siguiente forma: «No cualquiera está apto para sobrevivir en el área, ese lugar en donde más de uno se pone nervioso cuando le llega la pelota a sus pies. Por eso, sólo aquellos que saben, pueden mandar a dormir la pelota bajo un techo de piolas. Nuevamente goleador, Darío Botacaulli mantuvo un mano a mano con Más Deportes, y, como cada vez que se enfrenta a un arquero, definió de manera impecable«.
Para esa época, noviembre de 2003, jugaba en la Liga B de Mendoza defendiendo los colores de Argentino. Luego de un paso por el local Huracán, volvió a Argentino en 2005 y por ahora es el último rastro que hallamos este delantero con fama de acomodado y con un extraño paso por la Primera División.
Juan Pordiosero
Emerson Panigutti tiene el mejor nombre que un baldosero podría tener.
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EN HURACAN LAS HERAS MENDOZA HIZO AGUA PERO FUE FIGURA EN ARGENTINO EN LA B MENDOCINA UN EQUIVALENTE EN LOS CAMPEONATOS DE AFA A PRIMERA F
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No hay mucho para decir, un jugador con un corto y nulamente recordado por primera. Pero en su ciudad parece que le fue bien.
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dEBUTÓ EN 1RA , JUGÓ ALGÚN mATCH ?
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Lo conozco personalmente, no es hijo de ningún empresario, su Papa trabaja para una casa de cambios de empleado!!!! Y Dario es una excelente persona con una familia ejemplar en todos los sentidos!!!
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