Under Ladrón: Takeshi Kagawa

Takeshi Kagawa

A mediados de 2001, Mauricio Macri gato, por entonces presidente de Boca Juniors, anunció la contratación de un desconocido delantero japonés que venía para instalar la marca Boca™ en Asia. Si bien el paso de Naohiro Takahara desde lo futbolístico fue bastante olvidable (apenas marcó un tanto, el sexto de una goleada 6 a 1 ante Lanús, en seis partidos) y ni siquiera integró el grupo que viajó al Lejano Oriente para enfrentar al Bayern Munich por la final de la Copa Intercontinental, se puede decir que cumplió a medias su función.

Cinco temporadas más tarde, otro nipón arribó a suelo argentino para hacer historia. Cuentan los que vieron al mediocampista Takeshi Kagawa enfundado en la camiseta de Quilmes (2006/07), donde alternó entre Cuarta y Reserva, que corría como loco y que, mal que mal, sabía defenderse con la pelota en los pies. También que le gustaba más la joda que el sushi, que al principio no entendía una sola palabra de español y que lo único que repetía, en cualquier lugar que estuviera, era “Boca Juniors”. Punto para el Takagol.

A la derecha con Rogério Ceni, en la previa del choque entre Estudiantes LP y São Paulo por la Libertadores 2006.

Oriundo de Matsuyama, a unos 800 kilómetros de Tokio, al Cervecero había llegado a los 20 años, de la mano de César Mario Menotti, hijo de César Luis y director general de las divisiones inferiores del cuadro de la zona sur. Su club de formación se había comprometido a pagarles a los argentinos para que lo foguearan en un mercado más competitivo que el asiático. A esa altura, Kagawa era una supuesta promesa del fútbol japonés a la que ya se le estaba pasando el cuarto de hora.

A la derecha, con la 8, en la Reserva de Quilmes.

Con apenas un puñado de encuentros en Tercera al lado de Damián Musto, Enzo Kalinski, Emanuel Loeschbor y Claudio Corvalán, entre otros, los dirigentes se avivaron de que estaban ante un verdadero paquete y le dieron las gracias. Sayonara, adiós.

Siguiendo la ruta del 148, a mediados de 2007, se sumó a prueba a Defensa y Justicia. Disputó un par de amistosos, uno contra la Reserva de Estudiantes de La Plata en City Bell, por ejemplo, pero Ricardo Rezza, DT del Halcón, le bajó el pulgar. Era el momento de conocer la Capital Federal.

En Devoto (del lado de afuera) lo esperaba General Lamadrid, en la Primera C. Estuvo muy poco tiempo, pero hay quienes aseguran que Kagawa jugó algunos minutos oficialmente con la casaca del Carcelero. Un afano, pero nada comparado a lo que se vendría.

A fines de 2007, y no un 28 de diciembre, una noticia pegó fuerte en los medios uruguayos. Una importante automotriz de origen japonés estaba dispuesta a poner una buena cantidad de dinero para patrocinar la camiseta de Nacional, uno de los dos cuadros más grandes de Montevideo. Hasta ahí, nada fuera de lo normal. Sin embargo, una cláusula llamaba la atención: el Bolso debía contratar, como condición sine qua non, al volante nipón. El negocio, acercado en conjunto por Menotti Junior y Luis Malvárez, incluía, además, una gira relámpago por países de Europa y Asia. En principio, el Tricolor, dirigido por Gerardo Pelusso, se comprometía a fichar al jugador con un sueldo bajo y testear sus condiciones para ver si le daba el piné para actuar en Primera, Reserva o si lo prestaba a un club más chico.

Inexplicable.

De más está aclarar que todo quedó en nada. Luego de pasar un semestre en Racing de Montevideo (2008), bajó dos categorías para vestir los colores de Albion Football Club (2008), en la Liga Metropolitana Amateur, aunque no por mucho tiempo.

Es muy probable que su mejor versión en el paisito se haya visto durante su breve estadía en Basáñez (2008), en la C. Con fútbol y carisma, arrancó los aplausos de los gurises de La Bombonera, el estadio del Rojinegro. Sin embargo, a fines de ese año pintó la nostalgia y dijo chau, para pegar la vuelta a Japón.

A pesar del amague, en marzo de 2009 estaba de nuevo en Uruguay, ahora en la Segunda División Profesional, defendiendo los intereses del simpático Tanque Sisley.

La última vez que lo vimos en una cancha fue a comienzos de 2011, cuando viajó a Chile para disputar el Campeonato Sudamericano de jugadores libres, representando a la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales.

Después de colgar los botines, regresó a Japón y desde entonces pudimos seguir su vida vía Facebook. Así, por ejemplo, nos enteramos de que en 2015 se quedó dormido en su auto y se la dio de lleno contra un árbol y que actualmente es entrenador de juveniles en el FC Livent Jr de la tierra del sol naciente.

Under ladrón: Mario García Caboara

Mario Humberto García Caboara

Hay preguntas que parecen no tener respuesta. ¿Por qué no triunfan los mexicanos en el fútbol argentino? No lo consiguieron tres históricos del Tri, como el Beto García Aspe en River Plate, el Pájaro Hernández en Boca Juniors, ni Mario Méndez en Vélez. Tampoco otros jugadores más muertos mortales como Moctezuma Serrato en Defensa y Justicia, Bardo Fierros y Carlos López Rubio en Talleres de Córdoba, Eduardo Rergis Borja en Instituto, y Jonny Magallón en Lanús, entre otros, más acá en el tiempo. ¿Iba a lograrlo entonces Mario Humberto García Caboara?

Nacido en septiembre de 1980 en el Distrito Federal pero radicado enseguida en Guadalajara, desde temprana edad este chamaco desarrolló un interés por el futból (así, con acento en la o) y se alistó a las fuerzas básicas de la Universidad Autónoma de Guadalajara, los populares Tecos. Allí, este zaguero central se pasó un buen rato con los Tecomán, la filial de la segunda división, pero no le dio para debutar.

“Estaba en los Tecos, pero no alcancé a jugar en Primera. Yo tenía ganas de irme porque era muy joven y por la posición en que jugaba el equipo traía muchos zagueros de experiencia. Encima estaba peleando el descenso. Entonces hablé con mi empresario y él me dijo que por qué no me iba para Argentina que había una posibilidad y yo le dije que sí”, relató alguna vez ante los medios. Así fue que a fines de 2002 arribó a nuestro país para probar suerte en el under. Lo esperaba Argentino de Rosario, pero entre lesiones y cuestiones burocráticas tampoco pudo actuar.

Recién debutaría el 14 de noviembre de 2003 con la camiseta de Central Córdoba de Rosario, en la B Metropolitana, de la mano de Miguel Lito Isabella. Aquella noche, ante Estudiantes de Buenos Aires, reemplazó al ex Rosario Central Sergio Panchito Fernández a los 38 minutos del primer tiempo. Desde entonces, se desempeñó con intermitencias como segundo marcador central del Charrúa, que buscaba la vuelta a la B Nacional, donde había estado entre 1991 y 2002.

Tras un Apertura 2003 flojito, en el Clausura 2004 el cuadro rosarino mostró su mejor versión (tuvo el ataque más goleador) y peleó hasta el final, aunque se quedó sin nafta y terminó a tres puntos del campeón, Sarmiento de Junín.

Con el pasaporte comunitario en la mano, en 2005 García Caboara se marchó a Italia para defender los colores del Varese. Pero como nadie es profeta en su tierra (ni tampoco en la adoptiva, ni mucho menos en la Argentina), en el Calcio apenas tuvo oportunidades y un año más tarde armó las valijas otra vez y se fue a Colombia: “Estando en Italia mi representante me comentó de una posible oferta de la Primera División de Colombia, en el equipo me vieron y no dejé pasar la oportunidad”.

Con la casaca ajedrezada del Boyacá Chicó (2006 a 2012) por fin logró afianzarse y en cuestión de poco tiempo se transformó en una pieza inamovible. En 2008, por ejemplo, se convirtió en el primer mexicano en salir campeón en suelo cafetero, tras derrotar en la final al América de Cali. García Caboara es, además, el jugador azteca con más partidos en el Fútbol Profesional Colombiano y el extranjero con más encuentros disputados en el Boyacá Chicó.

Sin embargo, no fueron todas rosas. A mediados de 2010, tras un control antidóping que salió positivo por una sustancia llamada Gonadotropina, le detectaron un tumor. Lo que al principio parecía una joda de mal gusto, derivó en algo mucho más grave: cáncer de testículos. «Fue un tema muy delicado. Me hicieron la cirugía para atacar el tumor y después el proceso de quimioterapia. Salió todo bien y estoy muy contento de que eso quedó atrás y que ahora tengo la posibilidad de seguir jugando futbol», decía en 2011, cuando regresó a las canchas.

En 2013 pegó la vuelta a su tierra natal para jugar un semestre en Pumas Morelos, de la Liga de Ascenso, pero apenas disputó 3 partidos. Al menos se sacó la espina de debutar en casa y con la camiseta del club de sus amores. Tras un brevísimo segundo paso por el Boyacá Chicó (2013), colgó los botines en Deportes Quindío (2014/15), en el ascenso colombiano, con el que ganó el torneo de Finalización en 2014, pero perdió la final ante Jaguares de Córdoba y la Promoción ante Uniautónoma.

Actualmente, es el ayudante de campo del uruguayo Nelson Olveira (ex Gimnasia LP) en Boyacá Chicó.

Under Ladrón: Maksim Evgenevich Mankó

A mediados de la década del 2000, Rusia y Ucrania se llenaron de jugadores argentinos que se atrevieron a desafiar al frío y a lososopolare (?) para juntar petrodólares en pala. A nosotros esas historias nos gustan, pero imagínense si fuera al revés: ¿podría un jugador de esa parte del mundo probar suerte en Argentina? La respuesta está en este post, amiguitos. Hoy les contaremos la historia del ucraniano Maksim Evgenevich Mankó, fugaz crack del Sportivo Dock Sud en 2011.

Su caso es inédito. Tan único es, que para creerlo tuvimos que rastrearlo durante meses mediante periodistas ucranianos y rusos, y preguntarle vía skype por qué diablos decidió jugar en una de las categorías más bajas del fóbal argentino. Y desde Nueva Zelanda, donde hoy vive, Maskim nos contó su vida.

Dejó su Kiev natal a los 5 años, cuando sus padres tuvieron que emigrar por ser opositores al gobierno de Leonid Kravchuk, primer presidente de Ucrania tras la caída de la URSS. Se instalaron en Auckland, donde el pequeño Maksim, a pesar de todos los pibes de su edad practicaban rugby, empezó a mostrar interés en el futbol, sobre todo en el arco. Pero como el apellido no le jugaba a favor, a Mankó decidieron darle una mano (?) y lo probaron como volante por izquierda en las inferiores del poderoso (?) Three Kings United. Allí jugaba con Martín Torres, un argentino que tuvo un fugaz paso por las infantiles de River y Platense: él fue quien comenzó a vincular al ucraniano con Argentina y su irremediable futuro baldoseril.

“Martín me pasó un video del Kun Agüero y me volví loco. Empecé a tratar de copiar sus movimientos. Después empecé a ver más videos. Me fascinó ver las hinchadas, la pasión, cosas tan lejanas y raras para el fútbol de acá Nueva Zelanda. A los pocos días ya sabía la cumbia del Kun, la de ‘llevo el futbol en la sangre’, me gusta”, cuenta Maksim en perfecto español desde Auckland.

Mientras Mankó aprendía lo que hacía el ex Independiente dentro de la cancha y descartaba sus polémicos gustos fuera de ella (?), un técnico le hizo caso y lo puso de delantero. Él respondió con una interesante cantidad de goles, que lo hizo llegar a Primera en el 2009, con 19 años. Siguió mojando e inclusive fue convocado a la Selección juvenil sub 20. Hasta que un buen día decidió que si quería triunfar, debía emigrar y jugar en una liga de mayor nivel.

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“Así que acepté una invitación de Martín para veranear en Argentina. Nos fuimos los dos con un amigo de Etiopía, que estaba refugiado (!) con su familia en Auckland e hizo las inferiores con nosotros. Ni bien llegamos a Buenos Aires, empezamos a buscar equipos”. Se probaron en Acasusso sin suerte. Hablaron con un par de representantes, nada. Cuando se dieron cuenta que la vida del futbolista es una mierda a menos que tengas la guita necesaria como para delirarla toda en Cocodrilo (?), se dedicaron a pasear por la ciudad, morfar asado, escuchar cumbia y coquetear con pibas durante un par de semanas más. Finalmente pegaron la vuelta a Oceanía.

Pero a Maksim ya le había picado el bichito del baldoseo. Así que a principios del 2011 regresó a Buenos Aires. Juntó coraje, y casi sin conocer la ciudad, empezó a moverse en tren y a recorrer clubes. Estuvo en González Catán, intentando en Centro Español. “Era fuerte, rápido e iba a todas, unas condiciones físicas bárbaras, pero no entendía una goma, ni dentro de la cancha ni afuera”, cuenta Sergio Geldstein, ayudante de campo del conjunto gallego por ese entonces, y actual DT de Victoriano Arenas. Dónde estuvo más cerca de quedar fue en Excursionistas: llegó a entrenarse con la cuarta, pero a los pocos días lo limpiaron. Para colmo, en Núñez conoció la cara más peligrosa del país: Estaba caminando en un paso bajo a nivel, y de repente vi a dos pibes que sacaron armas y le robaron todo a otros tres que iban adelante. Mientras hacían lo suyo, me miraban. Me hice el boludo e me fui rapidito con los ojos en el suelo”.

Pero hablando de miradas, uno de los tantos representantes que había contactado le vio algo especial y le consiguió una prueba en Dock Sud, en la Primera B. Mankó se tomó otra vez el tren desde la casa de unos amigos en Don Torcuato donde paraba por esos días, se probó, corrió como nunca, conformó al DT Hernán San Martín y quedó en el plantel de Primera.

La adaptación en el Docke no fue sencilla: “Primero viví en la cancha del club, en una piecita que me habían conseguido al lado del vestuario. Eso fue difícil, estaba muy solo, todo era nuevo para mi”, recuerda Maksim. Arrancó el torneo 2011/12 como suplente, pero su debut como titular no pudo ser mejor: gol de cabeza en la victoria 2 a 0 ante Central Córdoba, y hasta tuvo 5 minutos de fama gracias a una nota en Olé, que se la jugó (?) con el título: “Dock Sud tiene su Schevchenko”.

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Maksim consiguió continuidad y llegó a disputar 15 partidos en los que marcó un total de 5 goles. “Cuando lo vi mojando con la camiseta del Docke no lo podía creer, me quería matar. Tenía mucha habilidad para pescar pelotas sueltas dentro del área”, recuerda Geldstein, el mismo que lo había rechazado en Centro Español.

Algunas reseñas periodísticas de aquellos partidos también reflejaban su capacidad rebotera cerca del arco rival. De la pequeña habitación en el estadio, “el ucraniano del Docke”, como empezó a conocerse en el ambiente del ascenso, pasó a un departamento que pudo alquilar en pleno centro de Avellaneda, y de a poco le empezó a encontrar la vuelta a Buenos Aires.

Para la siguiente temporada, Dock Sud se había reforzado con otros delanteros y Maksim tuvo una oferta en la siempre gélida (?) Santiago del Estero. El Club Atlético Güemes de esa provincia venía de descender del Argentino B y se preparaba para afrontar la Liga Santiagueña. Hasta allá viajó nuestro héroe en micro durante casi 20 horas. Pero cuando llegó, todo se complicó.

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El intermediario que lo había llamado nunca apareció, por lo que tampoco apareció la tagui (?) para él y varios de los jugadores que habían caído en el mismo cuento. “Encima el calor era insoportable, era imposible salir a la calle al mediodía. El club era un desastre, no teníamos ni para comer”, se ríe por skype el ucraniano. Jugó un par de partidos de pretemporada allí hasta que el desarraigo pudo más y volvió a Nueva Zelanda para fichar por su primer amor, el aún poderoso (?) Three Kings United.

Ese pudo haber sido el final de sus aventuras, pero no: “Tuve un 2012 genial en mi país, pero descubrí que tenía ganas de seguir viajando. Así que a finales del año recibí una oferta de Costa Rica. Armé las valijas, saludé a todos y me fui otra vez”.

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Maksim llegó al Santos de Guápiles, de la Primera División tica, con el mote de delantero exótico, según una nota del diario La Nación del 28 de diciembre. Se convirtió así, con 2 goles en 20 partidos, en el primer ucraniano-neozelandés en jugar en ese país.

Lo que siguió a semejante baldoseada fue el amor. Maksim no renovó en Costa Rica, y a pesar de algún interés de regresar a Argentina, eligió otra vez Nueva Zelanda y allí conoció a Javiera, una chilena de la que se enamoró perdidamente. Jugó en diversos equipos hasta que su novia lo invitó a pasar un tiempo en Chile a principios del 2015, donde el muy terco probó suerte para ingresar en algunos equipos del ascenso mientras laburaba en la empresa de su suegro. No tuvo suerte y en diciembre del mismo año, decidió instalarse definitivamente en Auckland, donde se entregó definitivamente al amor (?) y se casó.

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Fichó para el WaiBOP United, de la Primera División, donde sigue convirtiendo goles. Y encontró una nueva veta en la docencia, ya que se se convirtió en la cabeza de un proyecto único para promover el fútbol en Nueva Zelanda: Mankó es el entrenador de Mount Roskill Grammar School, una respetada escuela secundaria de las afueras de Auckland. Tiene a su cargo varios equipos de chicos de entre 15 y 18 años.

“Pasé grandes momentos en Argentina y extraño la pasión de la gente por el fútbol. Recuerdo la vez que le tiraron una piedra al auto del presidente del Docke porque perdimos un partido. O cuando nos robaron los botines a todos en el vestuario, y unos días después vinieron unos chicos a vendernos… ¡nuestros propios botines! Los echamos a patadas… pensándolo bien, mucho no extraño, jajaja”, cierra Maksim la charla por Skype, apurado por sus amigos que lo están esperando hace un rato largo para ir a pescar, no goles como cuando sorprendía a todos en Dock Sud, sino peces de verdad.

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Under Ladrón: Eduardo Rergis Borja

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Eduardo Rergis Borja (Lalo)

Bajarse un programa para editar video, crackearlo, pegar 4 ó 5 pases bien dados, algún que otro desborde, un quite oportuno y, en el mejor de los casos, un golcito en Primera, así fuese el descuento de un 5 a 1. El siguiente paso es agregarle música, en lo posible música electrónica bien chota, esa que les gusta a los que le siguen diciendo marcha, como si los 90 no hubiesen muerto. Después hay que exportar todo y subirlo con un link oculto a Youtube, cosa de estar preparados para mostrárselo a algún empresario de México y cumplir el sueño del baldosero argentino promedio, que es ir a jugar un tiempito a esa liga donde dicen playera y futból, así con acento en la o. Ahora bien, ¿cómo es el camino inverso?

Es raro ver a un mexicano en el fútbol de nuestro país. Primero, porque ellos están muy cómodos allá. Segundo, porque acá no tenemos un buen concepto de ellos, un poco por prejuicio, pero también fundamentado debido a los jugadores que marcaron antecedentes. Es una rareza, entonces, que alguien se cruce todo el continente para venir a jugar a la Argentina. ¡Y encima en el ascenso!

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En julio de 2010, Eduardo Rergis Borja llegó a Córdoba para reforzar las filas del Instituto de Claudio Vivas. En su currículum, traía un puñado de presencias en el Tri de La Volpe (2003) y pasos por Veracruz (1997), América (1997 a 1999), León (2000 a 2002), Atlante (2002/03 y 2006/07), Tigres (2003 a 2005), Pachuca (2005/06) y Atlas (2007 a 2010). Casi todos, bah (?).

Actuaba como lateral por izquierda, pisaba casi los 30 años y arrastraba una inactividad prolongada debido a lesiones en ambas rodillas. Nada indicaba que fuera a tener un buen pasar por estas tierras. Y él se encargó de confirmalo.

Aquel plantel de La Gloria tenía figuritas como Jorge Carranza, Iván Furios, Pucho Barsottini, Raúl Damiani, Facundo Erpen, René Lima, Martín Zapata, Sebastián Arrieta, Ramón Lentini, Wanchope Ábila y Leandro Lázzaro. Nombres le sobraban, pero se suponía que Borja (sí, como el ídolo del Chavo) podía agregarle experiencia internacional…si jugaba.

En toda la temporada, el mexicano apenas pudo disputar 3 encuentros y sólo 1 como titular, tapado generalmente por Franco Canever, pero también por su propia condición física, ya que nunca se pudo poner al 100%. Otra cosa que lo tenía mal a Lalo era el frío, demasiado para lo que estaba acostumbrado. Pero no era lo único que sentía diferente.

«En México, la gente es muy futbolera. Lo que sí, de repente aquí es a pecho, allá no tanto. Acá son fanáticos de su equipo y a mí me gusta, pero en México ves sentado, en un clasico, a un aficionado de Chivas junto a uno del América y no pasa nada, la tribuna esta abierta para todos y es raro que se peleen entre ellos. Acá la gente lo vive tan intensamente que si se cruza uno de Instituto con otro de Talleres, se dicen ‘retirate ahorita’ (?)«, llegó a declarar en una de las pocas entrevistas que le hicieron.

Es probable que al darse cuenta de que nadie le había entendido una goma,  Borja haya abierto el Google Translate para pasar «Retirate ahorita» al cordobés básico, obteniendo un «Retirate ahora, culiao» que supo interpretar a la perfección, ya que colgó los botines a fines de ese 2010.

Sí, sin haberlo soñado nunca, un futbolista mexicano pudo retirarse en Argentina. La magia de un video bien editado.

Under Ladrón: Víctor Coto Ortega

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Víctor Miguel Coto Ortega

La participación de Costa Rica en la Copa América de Argentina 2011 estuvo marcada por ribetes bizarros. Primero porque fue convocada de apuro ante la deserción de Japón, segundo porque era dirigida por un viejo conocido de la casa como Ricardo La Volpe, tercero porque tuvo que presentar un combinado sub 23 reforzado por algunos mayores que venían de disputar la Copa de Oro de la CONCACAF en Estados Unidos y cuarto porque a pocos días de viajar, el arquero Esteban Alvarado, una de las figuras del plantel, fue desafectado tras ser acusado de maltrato, daños e intento de homicidio por su ex pareja.

Otro que se quedó en las puertas de vestir la camiseta del seleccionado tico fue el delantero Víctor Miguel Coto Ortega, un perfecto desconocido hasta en su país de origen con una historia que vale la pena conocer.

Nacido en la ciudad portuaria de Limón en septiembre de 1990, desde chico supo lo que era sumar millas aéreas. Hijo de madre costarricense y padre italiano, un buen día abandonó su tierra natal para irse a vivir a… Bali, Indonesia.

Tras deambular varias temporadas por cuanto equipo existente en lo profundo del ascenso italiano y con pasos por el fútbol de Malta y Myanmar, su nombre llegó a oídos de Rolando “Cadáver” Villalobos, el coordinador de selecciones de Costa Rica, que vio unos videos en Internet, quedó fascinado y le sugirió a La Volpe que lo llamara para una prueba.

Antes de eso le pasó de todo. En Malta había estado seis meses sin actuar porque su ex club no mandaba el transfer. Luego, tenía todo arreglado para irse a Grecia, pero su representante desapareció dos días antes de viajar y nunca más dio señales de vida. De nuevo en Italia, un problema cardíaco estuvo a punto de obligarlo a retirarse. El resurgir le llegó en Myanmar, donde se convirtió en capitán y figura del impronunciable Zeyar Shwe Myay Football Club (2010/11).

Corto de jugadores, el Richard le hizo caso al “Cadáver” y lo testeó antes de anunciar la lista de convocados a la Copa América. Por aquel entonces, varios medios levantaron la noticia e incluso lo daban como número puesto.

“No estoy en forma todavía, llegué ayer luego de un viaje de 35 horas, pero para ser el primer entrenamiento no anduve mal. Tengo que regresar mañana y seguir hasta donde me digan”, comentaba después de su primer test.

Tras varios días a prueba, el Bigotón le bajó el pulgar. Coto Ortega, decidido a quedarse en Costa Rica, practicó con el Saprissa hasta que le dijeron que debía presentarse en Argentina. Estaba ante la oportunidad de su vida.

No, no iba a jugar la Copa América con la Tricolor, que ya había quedado eliminada luego del tercer puesto en el grupo que compartía con Argentina, Colombia y Bolivia, pero iba a tener la chance de mostrar sus condiciones en Independiente de Avellaneda.

«Tengo que ir este fin de semana para hacer la pretemporada, que arranca el 15 de este mes. Si las cosas no van bien iría al Nacional de Uruguay y si las cosas tampoco van iría a Talleres de Córdoba, donde tienen planeado ficharme», contaba antes de viajar.

Finalmente, no fue ni al Rojo, ni al Matador ni al Bolso. El quinto puesto de la temporada 2010/11 había dejado a Gimnasia y Esgrima de Jujuy con la vara demasiado alta de cara al año siguiente. Lejos de achicarse, a mediados de 2011, el Lobo sumó casi 20 refuerzos para volver a la máxima categoría, lugar que había abandonado en 2009. Uno de ellos fue Víctor Miguel Coto Ortega, que convenció al entrenador Salvador Ragusa y firmó a préstamo por doce meses.

“La verdad que este es un paso muy importante para mi carrera, porque Gimnasia es una institución conocida a nivel mundial, porque mucho ven el fútbol argentino, es un equipo grande y que peleará para volver a primera división”, decía sin ponerse colorado.

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Rápidamente, el tico se hizo un hueco en el plantel y tuvo su debut y despedida el 28 de agosto de 2011, por la fecha, 3 ante Aldosivi en la Tacita de Plata en una victoria ajustada de Gimnasia por 1 a 0. Esa tarde, ingresó por el ex Estudiantes Marcos Pirchio a 20 minutos del final. Luego, fue suplente ante Rosario Central, Chacarita y Almirante Brown.

El equipo de Ragusa tuvo un arranque prometedor (llegó a ser puntero entre las fechas 5 y 6), pero luego se desmoronó y terminó la primera rueda en el penúltimo lugar. El DT resistió hasta la decimoquinta jornada y fue reemplazado por José Luis Calderón, que consiguió apenas 2 puntos en 9 encuentros y también cayó ante Sarmiento de Resistencia por Copa Argentina.

Sin embargo, Coto Ortega no alcanzó a ver cómo la mala campaña del Lobo se tragaba a Caldera. El ex Estudiantes y Argentinos Juniors le había dado el olivo a fines de 2011 junto a Antonio Romero y Matías Zelaya. Esa temporada también dirigieron al conjunto del norte Matías Arnedo (de manera interina) y el gigante Roberto Carlos Mario Gómez.

La carrera del atacante costarricense continuó en el siempre atractivo fútbol indonesio con los colores del Persijap Jepara (2012 a 2014) y más tarde se afilió unió a la UCR. No, no hablamos de la Unión Cívica Radical, sino de la Universidad de Costa Rica (2014/15).

Tras el breve regreso a su tierra natal, volvió a Myanmar para una segunda etapa en el Zeyar Shwe Myay Football Club (desde 2015), donde sigue hasta hoy.

Under Ladrón: Jorge Herrera

Jorge Enrique Herrera (El Mono)

Para ser colombiano y rubio, tenés que ser crack. O al menos tener el peinado del Pibe Valderrama. No es el caso de Jorge Herrera, alias El Mono, un bogotano nacido en 1980, que desde muy pequeño tuvo bien en claro su vocación: ¿ser futbolista? No, ser torero (?).

«Siempre acompañábamos a mi padre a la corridas de toros y en una ocasión, en Florencia, cuando él estaba toreando, uno de estos animales le pegó una cornada muy fuerte y eso fue un trauma para mí que me alejó de los toros. De pequeño siempre soñaba con ser torero, tuve mi traje y todo lo necesario para aprender este oficio, pero a raíz del accidente de mi papá, dije no a los toros», declaró alguna vez.

Ya con la pelota en los pies, se formó en el club Fair Play (de ahí salieron Falcao y Álvarez Balanta), para luego pasar a equipos de Primera División, como Independiente Santa Fe (2001 a 2003), Atlético Nacional (2003) y Deportes Quindío (2004), instituciones que le dieron rodaje en la mitad de la cancha, para pegar el salto al exterior.

A mediados de 2004 desembarcó en Parque Patricios para sumarse a una prueba en Huracán, junto a otros dos compatriotas. El técnico Omar Labruna sólo se entusiasmó con las condiciones de Herrera, al que apodaban Mono como a aquel delantero con el mismo apellido que había pasado por Argentinos Juniors. Este Herrera jugaba de volante por derecha, aunque en el Globo llegó a usar el número 2.

Su debut se produjo en el Ducó, cuando ingresó por Mauro Milano en la victoria 4 a 1 sobre Racing de Córdoba. Pisó la cancha a los 31 minutos del segundo tiempo y a los 36′ lo expulsaron. Sí, sólo duró 5 minutos en la cancha. Suficiente para ganarse este homenaje. Y para que el DT lo freezara, obvio.

Al año siguiente, volvió a tener una chance en un partido ante San Martín de Mendoza, pero ya con el Turco Mohamed sentado en el banco. Es más, fue titular en una de las finales por el segundo ascenso, ante Gimnasia de Jujuy.

Su último match fue en la Promoción ante Instituto, en Córdoba. Jugó los 90 minutos, pero no pudo hacer nada para evitar la derrota. Momento de marchar y hacer una análisis sobre su experiencia: «Los argentinos sienten el fútbol de una manera increíble, allá cada compromiso se vive a muerte en el campo de juego y en las tribunas».

Tras regresar a su país para actuar brevemente en Millonarios (2005/06), pasó por Guaraní de Paraguay (2007) y luego encontró su lugar en el mundo, bien alejado de las exigencias del fútbol híper profesional: la USL, una categoría bien profunda del fútbol norteamericano. ¿El equipo? Charlotte Eagles, donde jugó más de 100 partidos y anotó varios goles, entre 2007 y 2012.

En 2012, el Mono volvió a Colombia y se puso la camiseta del Atlético Huila en un puñado de encuentros, pero al año siguiente retornó al Charlotte Eagles (2013/04) para seguir jugando en buen nivel y ganándose el cariño de la gente. Tanto es así que los dueños de la franquicia mandaron al equipo a la Premier Development League (Cuarta División), pero al Mono lo dejaron en el Charlotte Independence (2015), que vendría a ser el mismo equipo, pero en Tercera.

Todo este quilombo porque no pudo cumplir su sueño de chico. Y ya sabemos que para ser torero, hay que poner el alma en el ruedo, no importa lo que se venga, pa que sepas que te quiero como un buen torero, me juego la vida por tí (?).

Under Ladrón: Carlos López Rubio

Carlos Aurelio López Rubio

¿Un arquero mexicano en el fútbol argentino? Sí, algo que sólo puede pasar en Talleres de Córdoba, un club que está acostumbrado a deleitarnos con sus rarezas y extravagancias, sobre todo a partir de sus lazos con el país del norte: primero con Carlos Ahumada como gerenciador, luego con Andrés Fassi como presidente. ¡Órale, güey!

Carlos López Rubio nació en 1991 en León de Guanajuato y se formó en las fuerzas básicas del León, donde no llegó a debutar en Primera División. Siendo un nene de 17 años, en 2008 le llegó la extraña posibilidad de ser transferido a la Argentina. Le contaron que Talleres era un grande del interior. Aunque claro, nunca le habrán aclarado que el equipo estaba por irse al Argentino A.

El pibito llego a la Docta de la mano del entrenador de aqueros Néstor Benedetich y formó parte del plantel como segundo reemplazo. Sí, siempre le tocó ser tercer portero, fuese quien fuese el titular. ¿Para qué lo llevaron? Nunca nadie lo supo responder.

Paralelamente, Carlitos fue convocado a la Selección sub 20. En México, algunos medios informaban que el joven estaba atajando bien en Talleres y eso de alguna manera explicaba su convocatoria. Nadie chequeaba nada, por supuesto.

Después de vegetar durante 3 años en Córdoba, decidió volver a sus pagos, aunque en ese momento surgió un conflicto legal que involucraba a los Tigres de Nueva León y a Las Águilas del América. Finalmente, el destino de López Rubio se inclinó para el lado azulcrema y allí estuvo, desde 2011 a 2014. ¿Jugando? Casi nada. Tan solo 2 encuentros por la Copa MX. Como para decirle: toma, chavito.

En 2014, nuestro homenajeado pasó al Monarcas de Morelia, donde apenas disputó 1 encuentro y sigue comiendo banco. Ojo, todavía es joven. Le queda tiempo para mejorar…o empeorar.

Under Ladrón: Joe Vargas

Joe Louis Vargas Giménez

Desde que ganó una plaza en el Nacional B, en las reestructuración de 1996, Aldosivi de Mar del Plata trató de mil maneras dar el último paso que lo depositara nuevamente en Primera División, cosa que recién lograría en 2014, gracias a los múltiples ascensos impulsados por el torneo de 30 equipos. En el medio, al conjunto del Puerto le pasó de todo, incluso descender al Argentino A, pero lo que nunca perdió fue esa capacidad para incorporar jugadores falopa, muchos de ellos arrastrados hasta la costa por los buenos sueldos, la gastronomía y la poca exigencia de los marplatenses, ya resignados por tantas campañas de mitad de tabla.

Bajo esas condiciones, a mediados de 1998 apareció el ecuatoriano Joe Louis Vargas (¿le debe el nombre al Bombardero de Detroit?), un volante de 23 años que llegaba desde el Barcelona de su país, con un currículum que también acreditaba pasos por el Filabanco, el Aucas y el fútbol portugués. Aldosivi, de la mano del Indio Solari, había perdido la final por el segundo ascenso ante Belgrano de Córdoba y buscaba mejorar la fórmula en la temporada 1998/99. Claro que sumar a Vargas, no fue la mejor decisión.

Junto a él, también arribaron Walter Reyna, Iván Varisco, Mauricio Celebroni, Fabio Radaelli, Pablo Parra y Andrés Malvestitti, entre otros. Sin embargo, nadie ninguno llamaba tanto la atención como Vargas, oriundo de una tierra que no solía (ni suele) nutrir a nuestro ascenso.

El andar del hombre de Ecuador pasó desapercibido, ya que sólo alcanzó a disputar 3 encuentros oficiales. ¿Su mayor recuerdo? Un amistoso ante el Boca campeón de Bianchi, que terminaría 1 a 1. Ese día, Joe fue titular y pudo enfrentar a jugadores como Bermúdez, Samuel, Riquelme, el Mellizo Guillermo, Palermo y Emiliano Rey (?).

Poco después, se fue de Mar del Plata y regresó a su terruño, donde dirige a la Sub 16 de River Plate de Ecuador, al mismo tiempo que forma parte de los Atletas de Cristo. «En estos quince años que estoy en el ministerio he tenido experiencias maravillosas, una de ellas fue que tuve un problema en el tendón de Aquiles cuando jugaba en Barcelona, y a los tres meses que me convertí, como siempre orábamos por sanación, ese problema se me desapareció” (?), contó hace poco.

Y sí, Joe Vargas fue un milagro del fútbol.