En 2009, Tigres aún no sospechaba que se iba a transformar en uno de los conjuntos mexicanos más exitosos de la siguiente década. Su única prioridad era mantenerse en la máxima categoría.
Aquel año, después que el entrenador Manuel Lapuente declarase que su meta era clasificar a la liguilla, el equipo apenas cosechó 1 victoria en las primeras 7 fechas. La cosa no pintaba nada bien y la única tabla que se podía mirar era la de los promedios.
De esta manera, José Pekerman fue contratado para salvar a Tigres del descenso, una misión que desconocía. A pesar de contar con una amplia experiencia en el cargo, jamás había sentido las vicisitudes propias de un Caruso Lombardi.
En su primer encuentro ante la prensa, el director técnico buscó transmitir tranquilidad. “Si nosotros estamos con temor, vamos a perder la alegría de jugar, y la alegría de jugar es lo que te hace hacer lo mejor en este deporte. O sea, por más necesidad que haya, el jugador siempre apela a su instinto de jugador», declaró en su presentación. Algo confuso, aunque no tanto como poner a Cambiasso por Riquelme y a Cruz por Crespo dejando a Messi en el banco. ¿Soltar? Jamás (?).

La cuestión es que el equipo no anduvo como al DT le hubiese gustado, a pesar de contar con jugadores de experiencia como Oscar Conejo Pérez, Guillermo Marino, Lucas Lobos, Omar Bravo y Francisco Kikín Fonseca.
Durante su labor, Tigres consiguió sólo 1 triunfo, 5 empates y 4 derrotas. A pesar de la floja campaña, el equipo se salvó del descenso en la última fecha, aunque no fue por mérito propio: Necaxa perdió ante el América, y de esta manera se despidió de la Primera División. Si el equipo de Don Ramón hubiese ganado ese partido, otra hubiese sido la historia.
El campeonato había finalizado. La historia de Pekerman en Nuevo León, también. Unos días después de la salvación, la directiva despidió al argentino y al presidente que lo había contratado, Enrique Borja. Sí, el ídolo del Chavo del 8.
José, obviamente, se sintió frustrado. “Fue una decisión política que sentí como una injusticia. Fui en un momento difícil, en el que el club estaba peleando el descenso y no me dieron la oportunidad de continuar después de haberlo evitado”.
Todo terminó como tienen que terminar estas cosas: con una demanda ante el TAS, que en 2014 falló a favor del entrenador. Los mexicanos se vieron obligados a pagarle alrededor de 3 millones de dólares por ruptura del contrato, premios adeudados y daños morales.
Después de esto, es probable que algún un dirigente haya pensado que el descenso hubiese sido lo mejor. Total, ¿qué le hace una mancha más al Tigres?