Insfrán Jorge

Jorge Pantaleón Insfrán (El Ropero)

Corpulento delantero paraguayo nacido el 27 de julio de 1950 que cumplía con las típicas características del futbolista oriundo de ese país: juego aéreo, cabezazo y potencia física. Suficiente para construir una buena carrera que lo llevó a vestir las camisetas de Sportivo Luqueño, Olimpia, Zaragoza y Granada antes de llegar a Boca Juniors, en 1980.

Su paso por el Xenieze fue tan breve como poco recordado: apenas disputó 5 partidos en aquel Campeonato Nacional, siempre entrando desde el banco de suplentes. En total, ni siquiera llegó a transpirar la camiseta durante 90 minutos.

Continuó con su profesión en Libertad, Jorge Wilstermann, The Strongest y nuevamente Sportivo Luqueño, donde colgó los botines.

También tuvo su paso por la Selección de Paraguay: con la Albirroja se lo recuerda por haber convertido el gol decisivo en la única victoria en La Paz por eliminatorias, en 1973.

Si el Ropero tuvo una trayectoria más que digna, no se metió en escándalos ni vivió otros hechos que merezcan destacarse, ¿por qué ocupa un lugar en este sitio? La respuesta tiene nombre y apellido: Guillermo Coppola.

Antes de alcanzar la fama al lado de Diego Maradona, el representante era amigo de varios jugadores de Boca. En octubre de 1980, el plantel le hizo un regalo por su cumpleaños: por un día sería uno más del equipo. Esto sucedió en un amistoso ante Acerías Bragado, en el que posó como parte de la formación inicial antes de ubicarse entre los suplentes.

Pero la sorpresa no estaba completa: en el segundo tiempo, el cumpleañero entró a la cancha y jugó unos minutos. Según sus palabras, esta travesura fue posible gracias a que “en la planilla me habían anotado como el paraguayo Insfrán, que ni estaba ahí”.

La anécdota termina con el relato de una jugada en donde Guillote enfrentó al arquero, remató al arco y la pelota pegó en el palo. Eso fue lo más cerca que estuvo Insfrán de hacer un gol en Argentina.

Baldosa Vieja: Horacio Granero


Horacio Granero

Hay jugadores que nacieron antes de tiempo. En épocas de transferencias millonarias, hoy valdrían un dineral. Y podrían jugar en los mejores equipos del mundo. Por eso, es factible que se lamenten por no haber jugado en esta época. Pero también están los otros, los que por sus errores o records negativos serían objeto de burlas en todo el planeta, vía You Tube. Y las estadísticas, hoy en día tan en boga (?), se encargarían de destrozarlos. Ellos, probablemente, se alivien de haber pisado las canchas cuando las transmisiones televisivas no estaban debidamente desarrolladas.

El arquero uruguayo Horacio Granero había jugado en su país en Central Español. También acreditaba un breve paso por su Selección Nacional, siendo testigo directo del debut de un tal Obdulio Varela con la Celeste, en un partido frente a Chile por el Campeonato Sudamericano de 1939. Con esos antecedentes, llegó a Atlanta en 1941 junto a sus compatriotas Dalmiro Farías y General Viana (sí, se llamaba General).

El tema es que Granero arrancó como titular. Poco le duraría ese privilegio: totalizó tres partidos y lo mandaron de vuelta al paisito. ¿Qué pasó? Que en esos 270 minutos recibió… ¡18 goles! En la primera fecha, el Bohemio recibió a River, que venía de terminar tercero el año anterior. El Millonrio ganó fácil, 5 a 0. En la segunda fecha, Atlanta visitó al Boca (defensor del título) y volvió a perder por goleada, esta vez por 7 a 2. En la tercera fecha, ante Estudiantes, como local, sucedió un hecho histórico: el encuentro finalizó igualado 6 a 6, el empate más abultado de la historia del profesionalismo.

Evidentemente, a Granero lo liquidó el promedio de un gol en contra cada 15 minutos. Los dirigentes se dieron cuenta que no cumplía con los expectativas y decidieron prescindir sus servicios. Muy perspicaces. Y eso que todavía no existía Mister Chip (?).

Baldosa vieja: Roberto Viola

Roberto Eduardo Viola

El fútbol y la política han estado unidos desde siempre, tanto en democracia como en dictadura. La utilización del deporte por parte de los gobiernos peronistas, el polémico mundial organizado por el EAM ’78 o la foto de los campeones del mundo con Raúl Alfonsín son muestras de la unión entre ambas actividades. También hay nombres propios relacionados con las dos funciones, como Omar Palma (el Negro fue intendente de Ibarlucea, Santa Fe) o los actuales casos de Carlos Mac Allister y Héctor Baldassi.

Si bien el futbolista Ricardo Viola nunca tuvo plena participación en labores vinculadas a la política, su nombre y apellido nos remite a un presidente de facto que tuvo nuestro país en 1981. Se trata ni más ni menos que de su padre, quien fuera condenado, con el regreso de la democracia, por los crímenes cometidos durante su mandato. ¿Tuvo alguna vinculación con el fútbol? Sí. ¿Cómo? A través de Atlanta, el club donde jugó su hijo.

Las frías estadísticas marcan que el mencionado jugador debutó en Primera División el 23 de diciembre de 1972, en una empate 3 a 3 frente a Banfield en el Viejo Gasómetro y jugó hasta 1974 un total de 12 partidos en el Bohemio, convirtiendo 3 goles (todos por el Nacional ’74, integrando un plantel conformado por futbolistas amateurs que disputó el certamen por un conflicto que la dirigencia mantuvo con los profesionales), fue expulsado en una ocasión y el entonces arquero de San Martín (Mendoza), Enrique Reggi, le atajó un penal.

A principios de 1975 tenía que firmar su primer contrato pero quedó libre. Recaló en Defensores de Belgrano, en Primera B, donde actuó entre 1975 y 1976 (28 presencias y 4 goles). Paradójicamente, en el segundo año de su paso por el equipo rojinegro, ya funcionaba justo enfrente de la cancha donde entrenaba y jugaba el campo de concentración más grande del país, dependiente de la marina y emplazado en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA).

La conexión Atlanta – Viola (h) – Viola (h.d.p.) fue fundamental para la obtención de nuevas tierras a favor de Atlanta. Las gestiones iniciadas por la institución en 1978 llegaron a buen puerto y, hacia 1980, se redactó un anteproyecto para la cesión de una extensión de más de cinco hectáreas en Villa Madero (partido de La Matanza), cerca de la autopista Riccheri. Las tierras eran propiedad del Estado nacional. En marzo de 1981, el mismo mes en que Viola pasó a ser presidente, el Poder Ejecutivo resolvió por decreto N° 555 la entrega del terreno. Las autoridades del Bohemio incluso lograron que el presidente de la Nación les concediera una audiencia en la Casa Rosada y, más tarde, recibieron la visita del intendente porteño, brigadier Osvaldo Cacciatore.

La relación de la dictadura con el club de Villa Crespo no se limitó a este suceso. Antes, hubo otro acontecimiento mucho menos feliz pero, lamentablemente, habitual por aquellos años. Se trata del secuestro y desaparición del socio Jorge Toscano, el 30 de enero de 1978. Este militante peronista había jugado al básquet en Atlanta, siendo compañero de… Robertito Viola, quien también practicó este deporte (fueron entrenados por León Najnudel) antes de dedicarse a la número cinco. Aún antes del golpe militar de 1976, el hijo del dictador sufrió un suceso similar, cuando una ex novia (Liliana Cuiña, estudiante de psicología) fue asesinada por la Triple A.

La vida futbolistica de Viola (h) no ofrece más datos luego de sus actuaciones en el Dragón. Un paso intrascendente por las canchas y un parentesco peculiar lo han hecho merecedor de estas líneas, una muestra más de la conexión del fútbol y la política. Un caso con un contexto particular. Bienvenidos sean los baldoseros en todas sus formas. Pero, a otros hechos, les decimos NUNCA MÁS.

Clark Ricardo

Ricardo Alexander Clark

Si bien el término baldosero se acuñó luego de la creación de este sitio, el concepto que encierra esa palabra existe desde tiempos inmemoriales. Baldoseros, por suerte o desgracia, hubo siempre. Basta con repasar un poco la historia para encontrarnos, por ejemplo, con Ricardo Alexander Clark, un guatemalteco que en los años 60 hizo sapo en Huracán.

Todo se originó en enero de 1966, cuando El Globo visitó Guatemala para jugar algunos amistosos ante equipos locales. Uno de ellos, frente a Municipal, sirvió para que los caminos de Clark y Huracán se cruzaran. El moreno delantero inquietó a la defensa quemera y, pese a que no hizo ningún gol, los dirigentes argentinos enseguida anotaron su nombre para llevarlo a Parque Patricios. Sin dudas, una mala decisión.

Unos días más tarde, el atacante guatemalteco llegó a la Argentina, junto a su compatriota Rodolfo Nixon García, arquero de Municipal. El 1 no pasó la evaluación y debió volverse a su país, pero lo de Clark era distinto. Jugaba de centrodelantero, se movía bastante bien y tenía buenos antecedentes de goleador, al menos era lo que decían. A Huracán eso le cerraba por todos lados.

Lo cierto es que, en su debut contra Quilmes, el héroe de Guatemala no la pudo meter, pero generó los primeros comentarios de la prensa:

Se considera aceptable el debut del futbolista Guatemalteco Richard Alexander Clark Henry en el equipo de Huracán, ayer frente a Quilmes por el torneo Argentino. El citado futbolista fue contratado con el proposito de hallar un hombre gol, del que carece la delantera de Hurracan. Si bién no logró ningún tanto, Clark demostró en su primera presentacion buen físico, es pujante, salta bien y luce cierta habilidad para desmarcarse, recibir y pasar el esferico, aunque muestra alguna dureza para maniobrar solo con la pelota.

El deportista guatemalteco en declaraciones formuladas despues del partido que su clúb gano por uno a ceró, comentó: «Entré temblando a la gramilla, recién en el segundo tiempo se me fué el susto. A mí aca nadie me conoce, me encuentro en un ambiente distinto. Debido a eso es que pienso que no se puede responder de acuerdo a todo lo que estoy acostumbrado».

Señaló luego que en el futbol Argentino le llamó la atención la marcación. «Acá se encima mucho, no te dejan armar. Además, la facilidad con que lo dejan pagando a uno en el off side. En mi pais no ocurre».

Ya en sus declaraciones, Clark se mostraba algo arrepentido de haber cambiado de país. Y esas ganas de desaparecer las llevó a la cancha, donde apenas pudo marcar 1 gol en 10 presentaciones. ¿Su víctima? El arquero Poletti, de Estudiantes de La Plata, con un remate desde la mitad de cancha. Al menos eso es lo que dice Clark.

A los pocos meses el guatemalteco recibió un llamado de Municipal y optó por regresar al equipo que le había dado fama. En 1968 volvió a probar sus condiciones en el extranjero, cuando firmó con el Toronto Falcons, un equipo canadiense que participaba de la NASL, la liga de los Estados Unidos.

Allí, en el Norte, el ex Huracán pasó a llamarse «Richard Clark», aunque su suerte no cambió. Apenas convirtió 1 tanto en 7 partidos, para un team que también contaba con el argentino Bernard Vargas (?), el uruguayo Peter Cubilla (?) y el húngaro Branco Kubala (?). La franquicia, como no podía ser de otra manera, desapareció ese mismo año.

¿Y qué fue de Richard? Se quedó viviendo en los Estados Unidos.

Baldosa vieja: Carlos Medrano

Carlos Domingo Medrano Lazcano

¿Qué tienen en común este arquero de las décadas del 50 y 60, Maxi Lopez y Leandro Grimi? Los últimos dos apellidos nos hacen pensar en una coincidencia que creemos propia de la globalización del siglo XXI, combinada con un hábil manejo comercial de parte de sus apoderados. Pero… ¿esto también podía pasar hace más de 50 años, cuando no existía el marketing ni los videos con ediciones mágicas? Sí, podía pasar. De hecho, pasó.

Nacido el 16 de abril de 1934 en Coronel Suárez, comenzó su carrera en Sportivo Dock Sud (1953- 58), jugando luego en Tigre (1959), ambos en la vieja Primera B. Como en el Matador era suplente de Osvaldo Toriani, los dirigentes decidieron sacárselo de encima, y se lo vendieron… ¡al Barcelona!. Dos temporadas en Catalunya le alcanzaron para conocer La Sagrada Familia, bañarse en las aguas del Mediterráneo y ver como atajaba Antoni Ramallets, histórico guardameta del equipo culé. Su marca en España fueron 4 partidos por liga y uno por la Copa de Ferias.

En 1961 se incorporó a River Plate donde estuvo 3 años sin jugar oficialmente, tapado por Amadeo Carrizo y Rogelio Domínguez. En 1964 fue cedido a préstamo a Rosario Central, pero tampoco tuvo actividad, pues el titular Edgardo Andrada no faltó a ningún partido. Un año más tarde, volvió al ascenso. Primero se reincorporó a Dock Sud (1965) y luego pasó al Deportivo Morón (1966).

Sin dudas, el mejor momento de su carrera lo alcanzó en Colombia, con los colores del Deportes Quindío (1967-69), donde por fin se ganaría la titularidad y adquiriría reputación como atajador de penales. Culminó su carrera en Ecuador, donde formó parte del otro Barcelona (jugó algunos partidos en 1968), Macará (1970), Olmedo (1971), y el glorioso Bonita F.C. (1973, fue jugador y técnico a la vez).

Medrano sumó a lo largo de sus días como arquero la nada despreciable suma de 11 equipos, en una época en la que cambiar de colores todos los años no era algo común. Y menos pasar directamente de un equipo del ascenso argentino a uno de los más importantes de Europa. Si él pudo hacerlo en la prehistoria del fútbol globalizado, ¿por qué no puede pasar ahora?. A Bazán Vera le gusta esto.

Baldosa Vieja: Rubén Bruno

baldosaviejabruno.jpg

Rubén Norberto Bruno

La noche del jueves 14 de agosto de 1975 no fue una más para muchos. Había fútbol. Jugaba Argentinos Juniors frente River Plate, que arrastraba 18 años de no lograr un título.

A los 21 minutos del segundo tiempo, un tal Bargas le tiró un pelotazo largo a un tal Bruno. El 3 del Bicho, Ricardo Próstamo, quiso cancherear en el anticipo e intentó hacerle un sombrerito a Bruno, pero el pibe se frenó y se encontró con la pelota en la cabeza, la llevó hacia adelante con toda la defensa saliendo, quedó cara a cara con el arquero y definió de zurda al segundo palo. Una explosión en las tribunas. River se estaba consagrando campeón tras una larga sequía.

Quien alguna vez haya visto el canal Volver, se habrá deleitado con el inefable Minguito, entrañable personaje de Juan Carlos Altavista que aseveraba enfáticamente que a cualquiera le podían levantar un monolito como hacerle una lápida. Nada mejor para ilustrar la figura de Rubén Norberto Bruno, quien podría haber pasado a la historia como un héroe, pero no fue así.

Eran tiempos de huelga de futbolistas profesionales y esos pibes de River salieron a la cancha apretados por la dirigencia. Al mismo tiempo fueron crucificados por Agremiados y ninguneados por sus «compañeros» mayores. Se escuchó el término «carneros» por ese entonces. Y se sigue escuchando.

El tiempo pasó y la euforia también. Aquellos que consiguieron lo que otros ilustres no pudieron, rápidamente se fueron perdiendo en la muchedumbre y fueron dejados al costado del fútbol. El tal Bruno aguantó dos años en los Millonarios, con sólo 11 partidos jugados y dos goles.

En 1977 quedó libre y fichó para Los Andes en la B. Durante 10 sábados pudo calzarse la casaca milrayitas y fue subcampeón a sólo dos puntos de Estudiantes de Caseros. La llama de Bruno se consumía inexorablemente. El goleador del conjunto de Lomas de Zamora fue Lanza, con 21 anotaciones, a sólo un par de Carlos Danton Seppaquercia.

Nuestro antihéroe homenajeado ya no salía en la tapa de los diarios ni se lo escuchaba en los relatos, factores desencadenantes de su viaje a Chile para jugar en el Huachipato. Luego regresó con pena y sin gloria a tirar sus últimos cartuchos en Unión de Zapala e Independiente de Neuquén, para finalmente retirarse en 1982, con apenas 24 años.

Dos décadas después de ese histórico título de River, Bruno culminó su carrera de DT y fue a ejercer a un country. Todo lo que vino más tarde fue el anonimato. Por ahí dicen que lo vieron trabajando en un comedero de spetto corrido, pero para el mundo del fútbol siempre quedará muy lejos del monolito y demasiado cerca de la lápida. Minguito era un sabio: no le gustaban los “carneros”.

Daniel Console (Todopararecordar.com.ar)

Baldosa Vieja: Oscar Cassinerio

baldosaviejacassinerio.jpg

Oscar Bautista Cassinerio

Si ya sé, me van a decir que no es baldosero porque no tuvo sus 15 minutos de fama, pero déjeme defenderme primero y decir que se trata de Oscar Cassinerio. Búsquenla por este lado: cuando debutó en la primera de Central Córdoba de Rosario, los viejos hinchas decían que había nacido lo más parecido al mítico Gabino Sosa, nombre que lleva el actual estadio Charrúa.

Además corrió al lado de Tomás Felipe Carlovich y se dice por ahí que el Trinche fue lo más grande que dio Rosario, que jugaba con “galera y bastón”. Si hoy cuesta ver a tipos jugando bien con camisetas antiviento, pantaloncitos con aire acondicionado y botines con alerones, no me quiero imaginar con galera y bastón lo que debe haber sido agarrar una pelota.

El flaco Cassinerio nació en Rosario el 15 de noviembre de 1952 y arrancó con la redonda por el ‘70 en la liga rosarina, para pasar al año siguiente a Central Córdoba, donde se quedó hasta 1977, codeándose, entre otros, con Oscar Santos May, Scoppa, Montemarani, Oscar Facchetti, Nelson Forgués, Manfredi, Sullivan, Giusti, Donsanti y Norberto Bautista.

Como vio que la galera y el bastón no le servían para progresar mucho, en 1978 se fue para dar el campanazo en Villa Dálmine donde se quedó hasta 1980, junto a jugadores de nombre como Bignone, Pintos, el gaucho Santorelli, Ottaviani, Conte y no me acuerdo cuántos más.

En 1981/82 buscó la plata y recaló en la ciudad de la diagonales, más específicamente en Gimnasia y Esgrima. Siempre en la B, inicial de su nombre Bautista. Allí se entreveró con Juan Guillermo, Higuaín, Antonio Mércuri, Alfonso Dante Roma, Pantaleo, el potro Domínguez, Enrique Salvador Chazarreta, Pezzatti, Avelino Verón, Gottfrit, todos históricos del fútbol. Pero haciéndole caso a Fito Páez, Rosario siempre estuvo cerca, no aguantó más de una temporada y se volvió.

¿Qué hizo, entonces? Enseguida se fue a Colón de Santa Fe, con 31 pirulos, arrastrando la ya pesada galera y el bastón, y otra vez rodeado de figuras como Belén, Juncos, Balbuena y muchos sabaleros de renombre, se fue despidiendo del fútbol grande de la B.

No hubo caso, las ligas fueron su destino final. Es que la cosa en Rosario pasa más o menos por ahí en la mayoría de los casos. Empezás en la liga rosarina, te chupan Central o Ñuls, si sos descartable vas a parar a Central Córdoba o Argentino y cuando te hacés demasiado viejo, volvés a las ligas.

Así es, amigos. Ahora no me vengan con que Oscar Bautista Cassinerio no es baldosero. Acuérdense de Don Gabino, del Trinche, pero fundamentalmente de la inseparable galera y bastón.

Daniel Console (Todopararecordar.com.ar)

Baldosa Vieja: Héctor Pistone

pistone.jpg

Héctor Antonio Pistone
Caso singular el de Pistone, un arquero de los más altos que se recuerde, que jugó en tres décadas distintas: en los 60’s, 70’s y 80’s.
Apodado el “Obelisco de San Justo” por un periodista, nació el 20 de mayo de 1949 en San Martín, Buenos Aires. Y obviamente, hincha de Chacarita, se inició a los 13 años en la entidad funebrera. Allí estuvo hasta 1969, cuando fue suplente de Eliseo Jorge Petrocelli, justo en el año en el cual salieron por única vez campeones de Primera “A” en el profesionalismo, viendo desde el banco a jugadores de la talla de Marcos, Puntorero, Recúpero, García Cambón, Angel Bargas, Orife, Poncio y Neumann, entre otros.
En 1970 recaló en Estudiantes de Buenos Aires y permaneció hasta 1972. Al mismo tiempo que atajaba, ejercía su trabajo de mecánico de autos, en una época donde el fútbol no daba para comer tanto. Ya cuando estaba decidido a largar, Juan Carlos Montaño se lo llevó a Almirante Brown y allí compartió vestuarios con duros como Canio, Avalos, Osuna, Escalada, Franchossi, José Antonio Díaz, Sisca, Pilla, Calermo, Deckers, Pignataro, Sicilia y Arrivillaga, entre otros. Ahí se quedó hasta mediados de 1976, cuando la varita mágica pareció tocarlo: entrenando en La Candela, fue observado por el Comendatore Juan Carlos Lorenzo, quien impresionado por su altura lo fichó para… Boca, donde integró la plantilla del Nacional de 1976. En el Xeneize se entremezcló con quienes seguramente nunca soñó hacerlo, como Marito Sanabria, Burtovoy, José María Suárez, Bernabitti, Salas, Eduardo Enrique Oviedo, Dorado, Gatti, Mouzo, Pernía, Sá, Gutiérrez, Tesare, Tarantini, Ovide, Ribolzi, Suñé, Benítez, Veglio, Mastrángelo y Felman. Pese a ser suplente, salió bicampeón en 1976.
En el verano de 1977, en el torneo de verano de Mar del Plata, atajó los 4 partidos como titular y arrancó el Metro alternando algunos encuentros en la valla en Primera y Reserva. ¿Más compañeros? Perassi, la Pantera Rodríguez, Perotti, Husillos, Abel y Hugo Alves, Paternó, Daniel Severiano Pavón, el Tabita García, Silguero, Cibeyra, Lacava Schell y Sánchez Sotelo, entre tantos otros.
Continuó en el Nacional 1977, donde se sumaron Carlos Bartolo Alvarez, Squeo y Salguero. Quedó libre y en 1978 se fue a jugar un Regional a Tucumán, donde integró el equipo de Central Norte. Pero el Toto, que no lo olvidaba, lo recomendó para la temporada de 1979 a Tigre, donde se gestó la gran campaña y ascenso del año siguiente, teniendo adelante, en la línea de cuatro, al histórico Ricardo Pellegatta.
En 1980, el “Obelisco de San Justo” retornó a Almirante Brown, donde fue bien recibido, y se juntó con históricos como el Dr. Carlos Camejo (el mismo que ascendiera con San Telmo a la “A”), Podeley, Leone (Ex 5 de Huracán), Franco, Biaín, Miguel Angel Gallardo, Amorone, Rivoira, Tobbío, el Bicho Crespo y Abbate. Siguió hasta 1984, momento en el que, con 35 años, pensaba volver al taller mecánico, pero fue tentado por Ituzaingó para jugar en Primera “C” en 1985, donde se reecontró con Franchossi y Pignataro, y otros como Nicolás Antonio Valdivia, que había jugado en la primera de Boca, y D’Allegre, entre los mas conocidos.
En el club de Pacheco y Mariano Acosta atajó hasta 1986 y ahí sí, definitivamente, a los 37 años, el lungo arquero, cuando las chapas lo iban abandonando y su calva rozaba el travesaño, le dijo adiós a los tres palos. Héctor Antonio Pistone, el “Obelisco de San Justo”, al final, no se puede quejar de su historia en el fútbol.

Daniel Console (Todopararecordar.com.ar)