Horacio Granero
Hay jugadores que nacieron antes de tiempo. En épocas de transferencias millonarias, hoy valdrían un dineral. Y podrían jugar en los mejores equipos del mundo. Por eso, es factible que se lamenten por no haber jugado en esta época. Pero también están los otros, los que por sus errores o records negativos serían objeto de burlas en todo el planeta, vía You Tube. Y las estadísticas, hoy en día tan en boga (?), se encargarían de destrozarlos. Ellos, probablemente, se alivien de haber pisado las canchas cuando las transmisiones televisivas no estaban debidamente desarrolladas.
El arquero uruguayo Horacio Granero había jugado en su país en Central Español. También acreditaba un breve paso por su Selección Nacional, siendo testigo directo del debut de un tal Obdulio Varela con la Celeste, en un partido frente a Chile por el Campeonato Sudamericano de 1939. Con esos antecedentes, llegó a Atlanta en 1941 junto a sus compatriotas Dalmiro Farías y General Viana (sí, se llamaba General).
El tema es que Granero arrancó como titular. Poco le duraría ese privilegio: totalizó tres partidos y lo mandaron de vuelta al paisito. ¿Qué pasó? Que en esos 270 minutos recibió… ¡18 goles! En la primera fecha, el Bohemio recibió a River, que venía de terminar tercero el año anterior. El Millonrio ganó fácil, 5 a 0. En la segunda fecha, Atlanta visitó al Boca (defensor del título) y volvió a perder por goleada, esta vez por 7 a 2. En la tercera fecha, ante Estudiantes, como local, sucedió un hecho histórico: el encuentro finalizó igualado 6 a 6, el empate más abultado de la historia del profesionalismo.
Evidentemente, a Granero lo liquidó el promedio de un gol en contra cada 15 minutos. Los dirigentes se dieron cuenta que no cumplía con los expectativas y decidieron prescindir sus servicios. Muy perspicaces. Y eso que todavía no existía Mister Chip (?).