
No fueron pocas las veces que el deporte más popular del planeta se cruzó en el camino de su colega (?) norteamericano. Por ejemplo, los estadios (y los campos de juego) compartidos fueron habituales en Estados Unidos hasta los primeros años del siglo XXI, pero la mezcla no empezó ni terminó ahí.
Antes y después de la popularización del balompié en el país del norte, muchos futbolistas de los nuestros fueron transformados en futbolistas de los de ellos (?). He aquí un breve resumen en orden cronológico de los casos más importantes:
Pete Gogolak
De todos los traidores a la Nº 5 (?) fue el que menos trascendió con la redonda, pero el que más influencia tuvo con la ovalada. Nacido en Hungría, escapó siendo un adolescente junto a su familia de la Revolución Húngara para radicarse en los Estados Unidos.
Paradojas de la vida: la revolución en el fútbol americano lo tendría como protagonista. Fue en los 60’s, cuando se destacó no solo por su efectividad, sino por introducir el “soccer style”, lo que cambió la manera de ejecutar las patadas. Hasta hoy en día, se mantiene como el máximo anotador de los New York Giants.
Toni Fritsch
Tras el éxito de Gogolak como pateador, en 1971 los Dallas Cowboys buscaron causar un impacto similar, y pusieron el ojo en este asutríaco, que al momento de su llegada a los EE.UU. acumulaba más de 100 partidos en el Rapid Viena y hasta había disputado varios juegos con su selección.
Después de someterlo a una prueba (que pasó con suficiencia) y de ofrecerle una pila de dólares, los Vaqueros se aseguraron al primer jugador en saltar del fútbol profesional al ídem (?). Este ex delantero festejaría el Super Bowl VI y jugaría en cuatro franquicias más hasta su retiro definitivo del deporte en 1985.
El noruego Seemann y sus dos facetas
Finn Seemann
Houston Oilers, otro equipo de Texas, se sumó a la moda de traer un europeo para el puesto de pateador. En este caso, se trataba de un noruego que jugaba en el FC Utrecht de Holanda. Sin embargo, ya había estado en Norteamérica: en 1967 jugó algunos partidos en Dallas Tornado, por el campeonato de la Asociación de Fútbol de Estados Unidos, el torneo antecesor de la NASL.
En 1973 fue invitado, gracias a su potencia para ejecutar las pelotas paradas, a realizar un entrenamiento con los engrasadores (?): de 10 intentos de goles de campo, anotó 9. «Me resulta fácil», dijo Seemann tras la práctica. «Es sí: lo que me cuesta es mantener el casco en mi cabeza.» No obstante, vio poca acción en los partidos oficiales, ya que el equipo contaba con otro pateador, y al poco tiempo regresó a su continente.
El «two-sport man» sudafricano
Derek Smethurst
Después de varios años en el fútbol inglés (ganó la FA Cup con Chelsea en 1971) este delantero sudafricano fue uno de los tantos extranjeros que llegaron para jugar en la NASL. La rompió en Tampa Bay Rowdies (fue campeón, goleador, formó parte del Juego de las Estrellas) y en 1977 firmó un contrato para jugar en simultaneo con los Buccaneers, el equipo de NFL de la ciudad. «Me he estado preguntando durante mucho tiempo si puedo hacerlo», comentó al momento de su presentación. Apenas pudo: solo disputó algunos partidos de pretemporada antes de volver al soccer.
Neil O’Donoghue
Antes de cumplir 20 años, este irlandés llegó a los Estados Unidos, becado para jugar en el fútbol que no causa conmoción cerebral (?). En su país, era la gran promesa del Shamrock Rovers F.C. En su nueva casa poco pudo demostrar: el programa de becas fue cancelado al poco tiempo, aunque supo aprovechar la fuerza de sus piernas: se convirtió en el kicker de Buffalo Bills, Tampa Bay Buccaneers y St. Louis Cardinals, entre 1977 y 1985

El 1
Tony Meola
Tras el Mundial 1994, y en su punto más alto de popularidad, el capitán de la Selección de Estados Unidos decidió probar suerte con los New York Jets. Con la esperanza de que su experiencia como futbolista le ayudara para ser el pateador del equipo, el arquero realizó la pretemporada con la franquicia neoyorquina hasta que el coach lo cortó por no alcanzar el rendimiento esperado.
Para colmo, la frustrada aventura de Meola en la NFL le costó para siempre el puesto como portero titular de la selección, perdiéndose así la oportunidad de disputar la Copa América 1995 y el Mundial 1998, aunque formó parte del conjunto que disputó el Mundial 2002.
Martín Gramática
El argentino logró algo que no pudieron otros sudamericanos que practicaron con la ovalada, como el brasileño Adhemar y el paraguayo José Luis Chilavert. No solo jugó en la NFL (defendió los colores de Tampa Bay Buccaneers, Indianapolis Colts, New England Patriots, Dallas Cowboys y New Orleans Saints), sino que además disputó un Juego de las Estrellas y ganó el Super Bowl XXXVII. La vida de este hincha de Boca cambió cuando se mudó con su familia a EE.UU. “No entendía nada de fútbol americano cuando llegamos, ni siquiera había visto un partido». Con la redonda, no pasó de las fuerzas básicas del Necaxa y de los picaditos en los campos de La Belle, Florida. Justamente allí, un entrenador vio como le pegaba a la pelota y lo invitó a una prueba. El resto, historia conocida.

Amagó con la 13, explotó con la 23
Devin Barclay
Juventud, talento, habilidad: esta promesa de la MLS tenía todo para ser el nuevo Freddy Adu (?). Firmó su primer contrato a los 17 años, y formó parte de tres equipos juveniles diferentes (Sub 18, Sub 20 y Sub 23). Sin embargo, las lesiones fueron minando poco a poco su carrera y, después de pasar por 4 equipos diferentes, largó todo a los 22 años.
No todo, en realidad: a pesar de sus habituales visitas a los doctores, el Bardaro yanqui (?) no perdió potencia en sus remates, por lo que se convirtió en pateador de Ohio State, equipo con el que vivió su día de gloria. Fue el 14 de noviembre de 2009, cuando ingresó para clavar este gol de campo que mandó a su equipo al Rose Bowl, que vendría a ser algo así como el Super Bowl en versión universitaria. «No hay nada que se pueda comparar con esto», dijo Barclay al término del partido. Así dejó en claro que el soccer siempre da revancha. Y el football, también.