Fuera de stock: la Copa Interamericana.

Si los torneos que llevan a cabo la CONMEBOL y la Concacaf suelen tener fallas de todo tipo… ¿se imaginan lo que sería una competencia celebrada por ambas entidades? Esto sucedió (¿y seguirá sucediendo?), y llevó el nombre de Copa Interamericana. Spoiler: solía ser un desastre organizativo.

Era una idea simple (el ganador de la Copa Libertadores contra el vencedor de la Copa de Campeones de la Concacaf) que nunca prendió en el público y que casi siempre tuvo problemas para establecerse en el calendario. A pesar de esto, se disputaron 18 ediciones durante casi tres décadas, en los que todo fue cambiando: formato de juego, desempates, sedes. ¡Hasta el diseño del trofeo no era el mismo de una edición a otra!

¿Cada cuánto se disputaba? Esto dependía principalmente del interés de los participantes y de cómo estuviera la relación entre las dos confederaciones. Durante un momento, se jugaba anualmente, en otra época fue cada dos o tres años. Incluso, hubo un lapso de cinco años donde no se puso en juego. Lo único cierto es que en 1998 vio la luz por última vez. Por ahora.

Los cuadros argentinos tuvieron un paso exitoso por este torneo: es el país que más participaciones (ocho) y títulos (siete) obtuvo. A continuación, un repaso del aporte (?) que los conjuntos nacionales le hicieron a esta competición.

Estudiantes

Desde el inicio, la cosa ya venía mal parida. Para el primer certamen (1969), el Pincha viajó con apenas 15 jugadores a México, donde debía enfrentar al Toluca, que había sido declarado campeón de la Concachampions sin disputar la final. Es que Aurora (Guatemala), quien debía ser su rival, fue denunciado por hechos de violencia que se sucedieron en partidos anteriores.

El encuentro generó una enorme expectativa. El partido de ida se jugó en el estadio Azteca, y para los mexicanos servía como ensayo de la Copa del Mundo que se jugaría un año después.

Los de Osvaldo Zubeldía ganaron como visitantes, pero perdieron en su estadio. «Todos somos culpables. Los jugadores por subestimar a los mexicanos, y yo, por darles tres días de descanso después de volver de México”, se lamentó el DT.  Finalmente, se jugó un desempate en Montevideo, donde Bilardo y compañía levantaron la copa al ganar por 3 a 0.

Independiente

Mientras el país estaba conmocionado por el regreso de Juan Domingo Perón, en junio de 1973 el Rojo ganaba su primera Copa Interamericana. Fue en Honduras, ante el Olimpia, donde se jugó el partido de ida… y el de vuelta. El conjunto de Avellaneda había aceptado jugar los dos encuentros como visitante a cambio de un cachet de veinte mil dólares. La movida salió bien.

En 1974, se repitió la historia: se jugaron los 180 minutos en Centroamérica (esta vez ante el Municipal de Guatemala) y el galardón quedó en manos de los argentinos.

La tercera y última vez que Independiente participó (y ganó) este trofeo fue en 1976, cuando su rival fue el Atlético Español de México. Lo llamativo de esta edición fue que ambos enfrentamientos fueron en terreno neutral: se jugaron en el Estadio Olímpico de Caracas, Venezuela.

Imposible obviar que en 1975, siendo el Rojo campeón de la Libertadores, no hubo título en juego. Algo de lo que sus hinchas y dirigentes nunca se pudieron olvidar. De hecho, en 2005 el vicepresidente Atilio Di Pace reconoció gestiones para jugar frente al Transvaal de Surinam. También hicieron un tirito para ver si podían disputar la Interamericana de 1984 frente al Violette Atlhetic Club de Haití. Todo quedó en la nada.

Boca Juniors

El único equipo argentino que perdió una final en Madrid de esta competencia. Fue en 1978, cuando después de derrotar 3 a 0 al América en la Bombonera, cayó en la revancha, y en el desempate. 

Al año siguiente, los del Toto Lorenzo retuvieron la Copa Libertadores, pero la Concachampions quedó inconclusa. La falta de rival le impidió al Xenieze tener una revancha.

Argentinos Juniors

En 1981, la Interamericana se disputó por última vez… hasta 1986, cuando el Bicho viajó a trinidad y Tobago para enfrentar al Defence Force.

El título se definió en un único cotejo. Gracias a un gol del panameño Dely Valdés, los de Roberto Saporiti se quedaron con el último título internacional de su historia.

River Plate

Al año siguiente, la Copa volvió a jugarse a partido y revancha. El 25 de julio de 1987 Carlos Timoteo Griguol tuvo su debut oficial como DT del Millonario, en una igualdad sin goles ante el Alajuelense, en Costa Rica.

Casi un mes después, en un semivacío Monumental, el local impuso su superioridad y ganó 3 a 0, con goles de Villazán, Funes y Héctor Enrique.

Vélez Sarsfield

Aunque habían pasado dos años desde la obtención de la Copa Libertadores, los de Liniers coordinaron la organización de esta competencia que había quedado pendiente con el campeón de la Concacaf de ese mismo año, el Sport Cartaginés.

Tras un pobre empate sin goles en Costa Rica, Vélez se impuso con cierta comodidad en el partido de vuelta en Liniers. Ganó por 2 a 0 con goles del Turu Flores. Este fue el sexto y último título de Bianchi en el club.

Bonus track (?): los equipos de Brasil.

A pesar de su poderío continental, los cuadros brasileños brillaron por su ausencia en esta competición. Nunca mostraron interés en disputarla, quedando la Interamericana sin jugarse cuando un equipo de ese país ganaba la Libertadores.

De hecho, cuando no hubo más remedio que jugarla, el subcampeón sudamericano reemplazó a quien le correspondía ese lugar. Fue lo que pasó en 1994 y 1997, cuando San Pablo y Gremio declinaron su participación y fueron reemplazados por la Univesidad Católica y Atlético Nacional.

La excepción fue en la última edición, en 1998, cuando el Vasco da Gama cayó ante el DC United, de Estados Unidos. El primer partido se jugó en el Washington. El desquite, en Rio de Janeiro Fort Lauderdale, Florida, donde los de Norteamérica se quedaron con el título.

Conclusión (?)

El desinterés de los campeones de la Libertadores, el bajo nivel de los equipos de Centroamérica, la desorganización, falta de infraestructura, ausencia de patrocinadores y, como consecuencia, los bajos premios otorgados, sepultaron a esta simpática (?) competencia.

El ingreso de los equipos mexicanos a los torneos de la CONMEBOL, y la posterior creación del Mundial de Clubes donde participa el ganador de la Concachampions, terminaron de enterrar las esperanzas de quienes esperaban ver jugar a su equipo contra un rival del otro hemisferio.

Sin embargo, la intención de recuperar este torneo está latente. Al momento de la publicación de estas líneas, se mantiene firme la posibilidad de que la Interamericana se vuelva a jugar en 2024, esta vez entre cuatro equipos. La disputarían los campeones de la Libertadores (Fluminense), Sudamericana (Liga de Quito), Concachampions (León) y Leagues Cup (Inter Miami). Por ahora, no hay nada confirmado, pero más de uno se muere de ganas de sumar otra estrella.

Fuera de stock: las copas de los 90’s

Fue en la última década del siglo XX, que la CONMEBOL estrenó una serie de competiciones internacionales que prometían quedarse, pero que no lograron afianzarse en la historia.

Tras el éxito de la Supercopa Sudamericana, en 1992 empezó a jugarse el torneo que llevaba el nombre de la entidad. Sí, la famosa Copa Conmebol, que terminaría consagrando a equipos como Rosario Central, Lanús y Talleres de Córdoba. Pero eso no iba a ser todo. A partir de ese año, también se pondrían en marcha otros certámenes continentales.

Estas novedosas competencias premiaban a campeones de otros torneos, por lo que solían enfrentarse equipos con mucha historia. Además, había jugosos premios en dólares. Sin embargo, nunca pudieron atrapar al público.

A pesar de que los formatos cambiaban en cada edición y se jugaban cuando había un hueco en el calendario, todas sumaron una estrella oficial.

Copa Máster de Supercopa

La idea original era que en la Máster se enfrentaran los campeones de la Supercopa, que a su vez era un torneo que enfrentaba a los campeones de la Libertadores. Esto sucedió solo en 1992, cuando participaron Racing, Boca, Olimpia y Cruzeiro. Todos los partidos se jugaron en la cancha de Vélez Sarsfield.

En las semifinales, el Xenieze venció al equipo paraguayo, y los brasileños hicieron lo propio con la Academia. El 31 de mayo, se disputaron el inservible partido por el tercer puesto y, a continuación, la final.

En el encuentro definitivo, Boca se quedó con el triunfo. Se festejó, pero de manera muy moderada: ni siquiera hubo una vuelta olímpica. El Beto Márcico reconoció tras el partido el valor de ese título: “esto es un pequeño regalo para la gente, pero sabemos que ellos quieren un campeonato”. Boca llevaba ya casi 11 años sin dar la vuelta olímpica en Argentina.

El escaso interés que despertó la Máster, hizo que en la siguiente edición (que se iba a jugar en 1994, pero se llevó a cabo en marzo de 1995), varios equipos desistieran de participar. Solo Cruzeiro y Olimpia dieron el presente, enfrentándose en partidos de ida y vuelta. Los de Belo Horizonte resultaron vencedores gracias a un penal cobrado por Javier Castrilli.

Copa de Oro Nicolás Leoz

En 1993, se disputó por primera vez este homenaje al presidente de la entidad madre del fútbol sudamericano. Participaron los campeones de la Copa Libertadores, la Supercopa, la Copa Conmebol y la Copa Máster del año anterior. O sea, una Recopa a todo trapo (?).

Aunque la idea estaba buenísima (?), las desprolijidades se hicieron presentes desde el inicio. En el debut del torneo, de un lado se jugó una semifinal entre Boca y San Pablo en partidos de ida y vuelta. Por la otra llave, se enfrentaron Atlético Mineiro y Cruzeiroen un único encuentro. En las finales, un gol de Carlos Mac Allister le otorgó una nueva conquista a Boquita.

En 1994, no hubo Copa de Oro, sin que ninguno de sus posibles participantes reclamara la posibilidad perdida de bordarse una estrella en el escudo.

Al año siguiente, el mamarracho sería mayor: Vélez e Independiente rechazaron la invitación alegando falta de fechas y priorizando otros compromisos, por lo que solamente Cruzeiro y San Pablo fueron de la partida.

Como ambos equipos se tenían que enfrentar por los cuartos de final de la Supercopa, CONMEBOL determinó que el ganador de ese cruce (finalmente fue Cruzeiro) se quedaría también con la Copa de Oro. Qué trucazo, ¿no?

Así llegamos a la última vez de este certamen, en 1996. Tuvo las complicaciones habituales, claro. Una vez más, Independiente (campeón de la Supercopa 1995) se dio de baja, y fue reemplazado por Flamengo, el subcampeón. Rosario Central, Gremio y San Pablo también fueron de la partida.

El formato volvió a cambiar: las dos semifinales y la final se jugaron en Manaos, entre el 13 y el 16 de agosto. El Mengão se quedó con el campeonato.

Copa Máster de Conmebol

Se puso en juego por única vez en 1996, participando los campeones de las cuatro primeras ediciones de la Copa Conmebol. Todos los partidos fueron disputados en Cuiabá, Brasil, entre el 8 y el 12 de febrero.

En semifinales, San Pablo venció por 7 a 3 al Botafogo, y Atlético Mineiro eliminó a Rosario Central. En el choque decisivo, el equipo paulista se llevó la victoria.

Conclusión (?)

La falta de interés de la opinión pública, la ausencia de sponsors y las dificultades propias de un calendario atestado de compromisos, llevó a que ninguna de estas competencias tuviese el éxito que imaginaron los dirigentes.

A pesar de esto, tampoco es cuestión de avergonzarse por tener una Máster o una Nicolás Leoz al lado de una Libertadores. Al fin de cuentas, todo suma estrella.

Fuera de stock: el Premio Chamigo

A lo largo de la historia, muchas han sido las marcas que premiaron a los mejores jugadores de los partidos más importantes del fútbol argentino. Sin embargo, ninguna quedó grabada en la memoria del hincha como lo hizo Chamigo, una empresa yerbatera que galardonó a los cracks del ámbito local en la primera mitad de los dorados años 90.

En la última década, hemos visto de todo dentro de una cancha, y no nos referimos solo a jugadores falopa. Los departamentos comerciales y responsables de marketing se han esforzado, de manera absurda en muchos casos, en ser originales a la hora de distinguir a las figuras de la cancha. Desde aquella corona a Armani, pasando por la parrilla a Lautaro Acosta, hasta la famosa bicicleta que le metieron al recordado Morro García. Demasiados artículos, para tan poco engagement (?).

La verdadera relación sentimental entre un chivo y una época, la consiguió Chamigo, una marca de yerba que nunca fue de las más populares en Argentina (sí, sigue existiendo), pero que supo dejar una huella a partir de 1990, cuando decidió apostar por un espacio en Fútbol de Primera, el programa emblema durante más de 20 años. Si el domingo a las 10 de la noche no te sentabas a verlo, prácticamente no podías opinar de la fecha. Así de cruel era el mundo, aunque lo romanticemos con el paso tiempo.

Luego de cada clásico o encuentro clave de cada jornada, el hombre encargado del campo de juego (que podía ser Alejandro Fabbri, Tití Fernández o Elio Rossi, entre otros) le entregaba la estatuilla color oro al futbolista destacado, elegido por Marcelo Araujo y Enrique Macaya Márquez, la dupla encagada de la transmisión.

El premio, que representaba una mano sosteniendo un mate con forma de pelota, y que según su característico separador, reconocía «el esfuerzo, la corrección y la habilidad deportiva», era como un Oscar para nuestro fútbol. Todos lo querían ganar.

Aquel galardón, que por supuesto terminó infinidad de veces en manos de jugadores de Boca y River, pero que más de una vez fue arrebatado por figuras inesperadas como Raúl Peralta (Deportivo Español) o Miguel Ángel Wirtz (Argentinos Juniors), fue perdiendo prestigio hacia mitad de los años 90 e irónicamente siendo homenajeado por el Diario Olé, en 1996, cuando instaló en sus páginas el Premio Chenemigo (virtual, no físico, pero premio al fin) al peor jugador de la cancha.

Es probable que muchos de los que nos leen jamás hayan consumido la yerba en cuestión (sí, otras), pero sin embargo saben muy bien de qué hablamos cuando hablamos de Chamigo. Y eso, se merece un premio. No, graciavó.

Fuera de stock: la Copa Mercosur

¿Qué fue la Copa Mercosur y por qué se dejó de jugar? Ahora que estamos acostumbrados a tener a la Sudamericana como una copa de segundo orden a nivel continental, viene bien repasar qué era lo que habia antes para mitigar los días de semana del pueblo futbolero en los meses en los que no había Libertadores.

En 1997 se disputó la última edición de la Supercopa Sudamericana, un torneo que solía jugarse en el segundo semestre de cada año. A partir de 1998, para ocupar su lugar en el calendario, se presentaron la Copa Mercosur y la Copa Merconorte, un par de certámenes que prometían suculentas recompensas económicas, aunque esto no se traduciría en un mayor interés por parte del público.

Es que, salvo en las instancias finales, los hinchas nunca lograban engancharse. Además, los DT colaboraban muchas veces con esta desidia, al darle más importancia al torneo local y poner suplentes o juveniles en una competencia que quedaría muy lejos del prestigio de la Copa Libertadores.

Para colmo, el método de clasificación no tenía muy en cuenta el mérito deportivo, ya que las 20 instituciones que formarían parte de la Mercosur (disputada por seis clubes de Argentina, siete de Brasil, tres de Chile, dos de Uruguay y dos Paraguay) habían sido invitadas a dedo por la CONMEBOL. Este convite (?) era por diez años, aunque si un equipo se destacaba por una buena campaña podía ser incluido, dándose de baja a otro del mismo país. Básicamente, todo dependía de la rosca entre los gordos de traje.

Lo único más o menos transparente era el formato, inmodificable a través de los años. Todo arrancaba con cinco grupos de cuatro equipos cada uno. Los ganadores de cada zona y los tres mejores segundos clasificaban a cuartos de final. Ahí arrancaban las eliminaciones con partidos ida y vuelta. El detalle estaba en la serie de la final: si ganaba un partido cada uno, el título se definía en un tercer match, como ocurría antiguamente, antes de la invención (?) de las definiciones por penales.

1998

Fueron de la partida River, Boca, Racing, Independiente, San Lorenzo, Vélez, San Pablo, Cruzeiro, Corinthians, Flamengo, Vasco da Gama, Gremio, Palmeiras, Universidad de Chile, Colo Colo, Universidad Católica, Nacional, Peñarol, Olimpia y Cerro Porteño. La lista de participantes apenas se modificaría con el paso del tiempo.

Palmeiras fue el campeón superando al Cruzeiro, en un hecho que sería habitual: finales entre brasileños. Otro detalle frecuente sería ver a San Lorenzo como el mejor argentino. El Ciclón necesitaba un título internacional y esta Copa era una gran oportunidad. Aquella vez, el sueño terminó en semifinales.

1999

Arrancan las desprolijidades. Por ejemplo, Vélez y Boca tuvieron que comenzar el torneo haciendo de local en la cancha de Ferro, ya que el sistema de seguridad, audio y video de sus estadios no habían sido habilitados. Un año antes, el Xeneize había jugado allí un partido, ya que la Bombonera estaba siendo aclimatada (?) para un recital de los Bee Gees.

Sin embargo, los que dieron la nota fueron River y Cruzeiro, que aprovecharon sus partidos en la fase de grupos para disputar la Recopa Sudamericana que debían del año anterior. Entre el apretado calendario y la falta de un sponsor para costear el enfrenamiento, la CONMEBOL mató dos pájaros de un tiro y puso en juego aquel trofeo casi sin anunciarlo.

El mito dice que Ramón Díaz, DT del Millonario, se enteró de esto unas horas antes del encuentro de ida, cuando el equipo ya estaba en Belo Horizonte y varias de sus figuras no habían viajado. Los brasileños se impusieron aquella vez, y aseguraron el título con otra victoria en el Monumental.

Por su parte, Boca también fue protagonista de un hecho insólito. Tras quedar igualado en la tabla de mejores segundos con Corinthians en puntos, diferencia de gol y cantidad de goles a favor y en contra, hubo que recurrir a algún tipo de definición no estipulada en el reglamento para definir el clasificado a cuartos de final. Como no hubo acuerdo para realizar un partido desempate, se recurrió a un sorteo. La bolilla favoreció al Timão, y así los de Carlos Bianchi quedaron eliminados.

Sin embargo, lo de Racing fue mucho peor. La Academia perdió los seis partidos de su grupo, terminando con 2 goles a favor y 22 en contra. Fue la peor campaña internacional de un equipo argentino, incluyendo también la mayor goleada recibida: 7 a 0 contra el Palmeiras.

Otro hecho vergonzoso fue el que protagonizaron Vélez e Independiente, el 1º de septiembre. Sobre el final del primer tiempo, un petardo lanzado desde la popular del Rojo explotó cerca de José Luis Chilavert. El arquero alegó sentirse aturdido, por lo que el árbitro decidió suspender el encuentro, aunque sus rivales no estaban convencidos. «Cuando fui a preguntarle cómo estaba, me escuchó muy bien. Creo que tan sordo no estaba», dejó entrever Raúl Cascini.

La cuestión es que veinte días después se disputaron los 45 minutos restantes, a puertas cerradas y con el local, sin chances de clasificarse, presentando sólo tres suplentes. Aquella jornada, Bernardo Leyenda hizo su debut… como jugador de campo.

El único equipo argentino que no pasó por ninguna situación extraordinaria fue San Lorenzo, que volvió a ser el mejor de los nuestros, cayendo otra vez en semifinales. En esa misma instancia, Peñarol y Flamengo se dieron de lo lindo en el Estadio Centenario. Los brasileños, que levantarían la copa, ganaron en la cancha. Los uruguayos, en el ring.

2000

Por primera vez, se produjeron un par de modificaciones sobre la lista original de invitados: Rosario Central y Atlético Mineiro remplazaron a Racing y a Gremio. Lo que no cambiaría sería la costumbre de que el trofeo viajase a Brasil. Esta vez, nadie pudo con el Vasco da Gama liderado por Romario. O Baixinho, goleador y campeón con el Mengão el año anterior, volvería a consagrarse por partida doble.

Nuevamente, los cuadros de esta parte del mundo le darían la espalda al torneo: sólo se destacó River, eliminado en semifinales. Aunque el partido más recordado del Millonario fue ante Vélez, en el Monumental, por la fase de grupos.

Resulta que después del usual (?) gol de Chilavert, Roberto Bonano vio su oportunidad de tomarse revancha. Disponiendo de un penal a favor, le pidió la pelota a Juan Pablo Ángel y, a pesar de un remate algo imperfecto, el balón ingresó sin oposición.

El duelo siguió en los micrófonos: “¿Por qué no fue a patear contra los brasileños? En este partido prácticamente no había gente, no había responsabilidad. Aparte tiene que aprender mucho de mí. Le pega con un periódico”, atacó Chila. Tito no se quedó callado: “Hoy el diario tenía el suplemento del domingo, estaba bastante gordito y entró”. Como siempre, la última palabra la tuvo el paraguayo: “Yo he ganado todo. No creo que Bonano tenga los títulos a nivel internacional que tiene Chilavert”.

Mientras tanto, Boca cumpliría con su mejor campaña, al llegar a los cuartos de final. Entre sus victorias se destacó la del 2 de agosto, cuando con una camiseta gris con franja azul venció a Olimpia, que vistió sus colores tradicionales. Vestimentas muy difíciles de distinguir, y más si se juega entre una intensa niebla. Al día siguiente, Olé tituló: «Me parece que ganó Boca”.

2001

En cuanto a los clasificados invitados, otra vez hubo dos cambios: se sumó Talleres y regresó Gremio, mientras que Rosario Central y Atlético Mineiro quedaron afuera.

Esta vez, el papelón fue de Olimpia, que fue inhabilitado por la FIFA al presentar una demanda ante la justicia ordinaria para dirimir un conflicto deportivo. Al equipo de Asunción se le dio por perdido su juego ante el Flamengo y, aunque luego se levantó la suspensión, solo cosechó derrotas.

A esta altura, el desinterés que causaba la competencia traspasaba nuestras fronteras. Para que no se vieran tribunas despobladas, algunos equipos decidieron mudar su localía. Cruzeiro, Vasco da Gama y Flamengo se mudaron a Ipatinga, Brasilia y Taguatinga, mientras que Cerro Porteño jugó un partido en Ciudad del Este.

En cuanto al calendario, varios partidos se disputaban cuando se podía. Por ejemplo, Corinthians enfrentó a Independiente el 29 de julio, que era domingo, al mediodía. Es que esa tarde se jugaba la final de la Copa América, y la TV no quería que se superpusieran ambos eventos.

El caso emblemático de los problemas de agenda fue el partido de vuelta de la final, programada originalmente para el 19 de diciembre. Aquella noche, San Lorenzo debía recibir al Flamengo, lo que resultó imposible. La crisis argentina que desató una serie de hechos catastróficos, como Racing a punto de ser campeón (?), obligaron a que el enfrentamiento se pospusiera para el 24 de enero de 2002.

Los de Manuel Pellegrini por fin pudieron desvirgarse internacionalmente, luego de una definición por penales que culminó con cientos de personas al borde del campo de juego invadiendo el terreno, apenas Diego Capria concretó el tanto definitivo. Un cierre perfecto para la competencia, que prometía espectáculo y glamour, y terminó pareciendo un torneo relámpago del conurbano bonaerense.

Fuera de stock: Menem futbolista

“Él puede no haber hecho todo, pero que hizo mucho nadie puede negarlo”. El spot que sonaba hasta el hartazgo en la radio y la tele a fines de los noventa (y que parecía más un sketch del Show de Videomatch o Todo por dos pesos) enaltecía una serie de mentiras logros tras una década de m*n*m*sm* puro y duro, ese castillito de naipes atado con alambres que se desmoronaría apenas 24 meses después.

El emperador de Anillaco no se privó de nada. Hizo y deshizo a gusto y piacere, y tuvo en el fútbol su cable a tierra. Aquí, un repaso de algunas historias que lo tuvieron como partícipe necesario protagonista dentro de una cancha.

Estaban todos. O casi. El 21 de julio de 1989, la selección nacional enfrentó a un combinado de Futbolistas Argentinos Agremiados en un encuentro amistoso, denominado «Partido de la solidaridad», que se disputó en el José Amalfitani ante alrededor de 40 mil personas.

Aquella noche fría, Carlos Pachamé (en reemplazo de Carlos Salvador Bilardo) mandó a la cancha a Nery Pumpido, Sergio Batista, José Horacio Basualdo, José Luis Brown, Néstor Fabbri, Claudio Paul Caniggia, Ricardo Giusti, Julio Olarticoechea, Diego Armando Maradona y Carlos Alfaro Moreno. De esos diez, ocho fueron a Italia 1990 (se quedaron afuera el Tata y el Beto). En el banco de suplentes esperaban Julio César Falcioni, Pedro Damián Monzón, Diego Simeone, Hugo Maradona, Pedro Troglio y Roque Alfaro.

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El lugar restante en el once inicial lo ocupó un hombre patilludo de 59 años que un par de semanas antes había asumido la presidencia de la nación: sí, con el número 5 y el brazalete de capitán, el doctor C*rl*s S**l M*n*m.

El rejunte de enfrente, comandado por la dupla técnica Jorge Solari / Carlos Aimar, contaba también con algunos nombres interesantes: Hugo Orlando Gatti, Luis Malvárez, Gerardo Rojo, José María Bianco, Guillermo Ríos, Carlos Ischia, Gerardo Martino, Rubén Darío Insúa, Norberto Ortega Sánchez, Marcelo Reggiardo y Carlos Ereros. ¿Los reservas? Ubaldo Matildo Fillol, Gabriel Batistuta, Gerardo Reinoso y Carlos Carrió.

Por aquellos días, el papi de Zulemita ya empezaba a saborear las mieles de la impunidad que lo acompañarían a lo largo de toda la década. Cada intervención suya era ovacionada por una tribuna de la que bajaban cantitos contra los radicales, sonaba la marcha peronista y un hoy inimaginable “M*n*m, querido, el pueblo está contigo”. El Turco hacía lo que quería: no lo marcaban y le dejaban bastante espacio para maniobrar. Según la crónica del diario español El País, hasta “se permitió un par de virguerías (?) que demostraron su buena técnica futbolística”. ¡Bien, Don Carlos!

El partido terminó 1 a 0 a favor del combinado albiceleste, con un gol de tiro libre de Diego Maradona.

Algunos meses después, de una imagen extraída de un picadito en la quinta de Olivos saldría uno de los mejores textos de la historia. Escrito (aunque sin firmar) por Aldo Proietto y publicado en la recientemente desaparecida revista El Gráfic* a fines de 1990, «M*n*m no arruga jamás» era un espaldarazo repugnante al riojano, que veía cómo su popularidad iba en picada mientras indultaba genocidas a troche y moche. Los pormenores del asunto los describió el periodista Fabián Mauri para la revista Un Caño.

Otros clásicos del Carlos en la mitad de los noventa fueron su participación en la selección argentina que se preparaba para los Juegos Panamericanos de Mar del Plata en 1995 (historia que ya repasamos en este sitio) o los encuentros a cara de perro en la quinta del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde (que jugaba de puntero, con la 7) en Banfield, en Los Caudillos (de Hugo Toledo en Ezeiza), o en La Celia, propiedad del bigotón Alejandro Granados, hombre fuerte de Ezeiza.

Ya en la curva descendente de su mandato, el presi siguió haciendo de las suyas. La primera mitad del torneo Clausura 1999 tuvo a Boca Juniors y San Lorenzo de Almagro peleando cabeza a cabeza. Tras 12 fechas, el Xeneize lideraba con 32 puntos sobre 36 posibles. El Ciclón, con 28 unidades, no le perdía pisada, aunque dependía de un tropezón de los de azul y oro.

Por la jornada 13, el equipo de Carlos Bianchi no le pudo ganar a Estudiantes de La Plata. El 1 a 1 en la ciudad de las diagonales les daba a los de Boedo la chance de llegar a la punta. Primero debían derrotar como local a Gimnasia y Esgrima de Jujuy y siete días después hacer lo propio con su hijo de toda la vida en La Bombonera. A priori, un trámite.

Aquel domingo 16 de mayo, promediando la segunda mitad, el cuadro norteño ganaba por 2 a 0. Fue entonces que comenzaron a llover los insultos para M*n*m. ¿Por qué? Un puñado de días antes, el 11 de mayo, Fernando Miele, mandamás del Ciclón, lo había nombrado miembro honorario del club. ¿Más? El Turco se dio el gusto de jugar un picado en el Nuevo Gasómetro junto a viejas glorias. El daño ya estaba hecho.

Finalmente, el Lobo jujeño se quedó con la victoria por 3 a 2 y dejó a San Lorenzo a 6 puntos de Boca, que una semana más tarde le dio una paliza: 3 a 0, con tantos de Walter Samuel, Martín Palermo y Guillermo Barros Schelotto.

¡Ay, Carlitos!

Fuera de stock: la Ciudad Deportiva de Boca Juniors

¿Mudar o no La Bombonera? Una cuestión que por estos días enciende el avispero del incansable Mundo Boca estuvo fuera de discusión hace más de 50 años, en 1964, cuando el Congreso Nacional sancionó una ley, la 16.575, mediante la cual le cedía al Xeneize la zona del Río de la Plata delimitada entre la avenida Costanera Sur y la prolongación de la calle Humberto Primo para que rellenara un total de 40 hectáreas de islas.

Allí se planteaba la creación de la Ciudad Deportiva de Boca Juniors, un ambicioso proyecto impulsado (y rosqueado a más no poder) por el ex presidente bostero Alberto J. Armando, que, desde su asunción en 1954, soñaba con la construcción de un imponente estadio. En principio, intentó hacerlo en Casa Amarilla, pero ante la negativa de la Municipalidad de Buenos Aires tuvo que salir a buscar otras opciones. Una tarde de gira con el ingeniero José Luis Delpini, uno de los ideólogos de Brandsen 805, pasaron por la Costanera: “¡Ahí está el lugar!”, sentenció Delpini. “Yo lo único que veía era agua. Por un momento pensé que estaba loco. Pero me explicó que la planta de SEGBA (hoy conocida como Central térmica Costanera) que estaba frente a nosotros también había sido construida sobre pilotes, ganando terreno al río”, declaraba Armando en 1965 a la revista El Gráfico.

Ideado por el arquitecto Carlos Costa, el sucesor de La Bombonera tendría capacidad para más de 150 mil personas y, además, contaría con otras instalaciones deportivas, como canchas de tenis, básquet, piletas de natación, y otras atracciones como confitería, anfiteatro, autocine, acuario, parque de diversiones y sectores de recreación y camping. Todo eso debía realizarse en un plazo inferior a diez años, ya que, en caso de no cumplir con lo pactado, la ley indicaba que los terrenos pasarían sin ningún tipo de indemnización a la Municipalidad de Buenos Aires. Tanta confianza se tenía el Puma Armando que hasta le puso fecha de inauguración al estadio: domingo 25 de mayo de 1975 a las 11 de la mañana, con un duelo entre la Primera y la Tercera. “No podemos perder”, bromeaba el presi, un pésimo actor.

Todo arrancó poco tiempo después de la sanción de la ley, cuando comenzaron los trabajos de relleno del Río de la Plata hasta formar siete islas circulares de unas pocas hectáreas, unidas por puentes curvos voladizos. La naturaleza del proyecto hizo que la Ciudad Deportiva fuese comparada con Brasilia, la capital brasileña creada por el arquitecto Oscar Niemeyer a fines de los cincuenta.

Con buena parte del sector social ya construido y en pleno funcionamiento, las obras del estadio, que se anunció oficialmente en noviembre de 1970, arrancaron en mayo de 1972 con la colocación del primero de los 1200 pilotes de 1,20 metro de diámetro, a 32 metros de profundidad, que servirían de base. Por aquel entonces, se esperaba concretar el hundimiento de los 1199 restantes en un plazo de nueve meses. La obra sería financiada mediante una serie de rifas, denominadas Cruzada de las Estrellas y Cruzada de Oro, y la venta de plateas. El propio Armando, en un verdadero raid mediático, se puso al frente de la búsqueda de inversores.

La versión oficial indica que los vaivenes políticos de la época, la hiperinflación y, aparentemente, algún boicot del Monje José López Rega, hombre influyente y nefasto de aquellos años complicados, sentenciaron el fracaso del estadio, que se reducía a una ínfima tribuna de 30 metros con apenas diez escalones. Otros aseguran que, tras una prueba piloto, la constructora Christiani & Nielsen determinó que el terreno ganado al río no estaba apto para aguantar semejante estructura y que, en agosto de 1973, por falta de pago, ordenó el retiro del personal (unos 40 obreros) y la maquinaria hasta nuevo aviso… que nunca llegó.

El domingo 25 de mayo de 1975, Boca salió a la cancha, pero fue en Liniers, donde Newell’s Old Boys hizo ocasionalmente de local por el campeonato Metropolitano. El encuentro terminó 0 a 0 y en los diarios de la jornada siguiente nada se habló de la promesa incumplida.

En 1979, una ordenanza del intendente de facto porteño Osvaldo Cacciatore liberaba a Boca de la construcción del estadio y le extendía el plazo para la conclusión de otras obras pendientes. Tres años más tarde, el propio Cacciatore sancionó otra ordenanza mediante la cual le daba al club la posesión legal de los terrenos a través de una escritura a su nombre, aclarando que no podía venderlos. Hasta entonces, se habían rellenado 60 hectáreas, 20 más de lo previsto al inicio. Sin embargo, el estado de abandono de la Ciudad Deportiva ya era evidente y desolador.

Durante parte de la década del 80, con el Xeneize hundido deportivamente y al borde de la quiebra, se le buscó un nuevo uso al espacio de la Costanera Sur. Por ejemplo, se le alquiló la isla con la confitería, con su particular techo con forma de hongo anaranjado, a la Cámara de Comercio Argentino Soviética, que instaló allí un centro de exposición permanente de productos exportados de la URSS a la Argentina.

Ya con Carlos Saúl M*n*m como presidente, en 1989, el Congreso Nacional sancionó otra ley, a través de la cual cambiaba el destino de estas tierras, indicando que podían utilizarse como complejo balneario, náutico, turístico, hotelero o comercial y que estaban habilitadas para funcionar como centro habitacional. No son pocos los que aseguran que esto último era el gran objetivo desde un comienzo. Además, se le permitió a Boca la venta de los terrenos. Un negocio redondo.

En 1992, durante la gestión de Antonio Alegre y Carlos Heller, la sociedad Santa María del Plata compró el predio de la Ciudad Deportiva de Boca Juniors a cambio de 23 millones de dólares, dinero que se utilizó, en parte, para la construcción del complejo de Casa Amarilla.

Cinco años después, en 1997, por algo más del doble de valor, los terrenos de la Costanera Sur pasaron a manos de su actual dueño, el Grupo IRSA, que tenía la intención de levantar allí la Villa Olímpica en caso de que Buenos Aires fuese elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2004. Según el emperador riojano, nuestras chances alcanzaban el 95%. Ganó Atenas.

Desde entonces, lo que alguna vez fue el gran sueño de la mitad más uno del país alberga recitales y funciona como depósito de containers, mientras convive entre el abandono, la desidia y los intereses económicos que buscan la aprobación de la creación de un complejo habitacional y oficinas de lujo en una de las zonas con el metro cuadrado más caro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Fuera de stock: Loma Negra en Primera

La excursión del Club Social y Deportivo Loma Negra por la máxima categoría del fútbol argentino fue breve, pero estableció un hito que todavía nadie pudo superar: con 39 puntos en 28 partidos jugados, es el equipo con mejor relación entre puntaje y encuentros disputados en el profesionalismo (69,64% de efectividad).

Lo que había nacido el 31 de mayo de 1929 con la simple excusa de que los empleados de la cementera compartieran un rato de distracción en grupo durante su tiempo libre sin necesidad de trasladarse hasta la ciudad de Olavarría (a 15 kilómetros de Loma Negra), tomó un impulso superior a comienzos de la década del ochenta, cuando su dueña, la multimillonaria María Amalia Sara Lacroze Reyes de Fortabat, asesorada por el coronel retirado Luis Prémoli y Valentín Suárez (ex hombre fuerte de la AFA), se decidió a invertir pesado para llevarlo a Primera.

«A mí siempre me gustó mucho el fútbol. Este equipo pertenecía a Loma Negra y había llegado a clasificarse varios años para el regional. Y cuando este año me hablaron de comprar algunos jugadores, los compramos y me fue entusiasmando. Ellos hicieron que me entusiasmase porque realmente cada uno de ellos, tomados individualmente, son seres simpáticos, nobles, serios, que tienen una vida familiar muy bien organizada, son cariñosos. Cuando yo los veo salir, los llamo “mis chicos»”, comentaba Amalita en una entrevista en 1981.

Gracias al aporte económico de La dama del cemento, y bajo la supervisión del Profesor Jorge Habegger, una especie de manager, llegaron jugadores como Luis Barbieri y Jorge Vázquez (Atlanta), Carlos Squeo (Racing), Carlos Carrió (Gimnasia LP), Ricardo Lazbal (River), Mario Husillos (Boca), Osvaldo Mazo (Colón), Félix Orte (Rosario Central) y Osvaldo Gutiérrez (Vélez), entre otros, algunos ya en el ocaso de su carrera y otros con bastante hilo en el carretel. Así, Loma Negra consiguió el ascenso del torneo Regional al Nacional.

«En un primer momento llegamos ocho jugadores. En 1980, Loma Negra ganó el torneo local con jugadores locales. Después vinimos nosotros para el Regional, que al final ganamos y llegamos al Nacional. Teníamos muy buen sueldo, pero con expectativa de saber hasta dónde llegaba esto. Con el tiempo se vio que era todo muy bueno y todos querían venir. Jugadores que habían pasado por la Selección, como Pedro Magallanes o el Pampa Orte. Es decir, todos jugadores de primer nivel. Teníamos buen equipo, buenos sueldos, una ciudad que nos atendió muy bien y varias otras circunstancias más que pusieron a Loma Negra a la par de los grandes del país», relataba el propio Husillos, que había surgido de las inferiores del Xeneize, pero venía del Real Madrid Castilla español.

El interés de Fortabat por el andar del cuadro de Olavarría se disparó y se convirtió en la hincha número uno, al punto que el plantel le decía, cariñosamente, “la tía” y era moneda frecuente verla llegar en helicóptero a los partidos, donde fuera que se jugaran. Incluso, en un inusitado rol protector, más de una vez amenazó con retirar a su equipo si los rivales no dejaban de pegarles a sus muchachos.

Dirigidos por Norberto Desanzo, en el Regional la Loma había dejado en el camino a conjuntos como Olimpo de Bahía Blanca, Huracán de Tres Arroyos, Santamarina de Tandil, Douglas Haig de Pergamino, Deportivo Roca de Río Negro, San Martín de San Juan y, en la gran final, a la Asociación Mutual Club Atlético y Biblioteca Mitre de General Baldissera, de Córdoba, con un contundente 6 a 1.

En 1981, el destino ubicó a Loma Negra en el grupo B del Nacional, con Ferro Carril Oeste, River Plate, Talleres de Córdoba, Guaraní Antonio Franco, San Martín de Tucumán y Sarmiento de Junín. Solamente dos equipos avanzarían a la segunda fase. Los de Olavarría hicieron un campañón, con 7 victorias, 5 empates y apenas 2 derrotas, alcanzando el tercer puesto, detrás del Verdolaga y los de Núñez, con el mismo puntaje que el Millonario, aunque perjudicados por la diferencia de gol (+14 contra +5).

En 1982, Loma Negra no jugó en Primera (el clasificatorio regional se disputó a fines del ’81, en simultáneo con el Nacional, y se quedó afuera), pero se enfrentó en un histórico partido amistoso a la Unión Soviética (que arrastraba un largo invicto de casi tres años), con victoria para el Celeste por 1 a 0, por el que Fortabat desembolsó 30 mil dólares, del que habló todo el país y que ya recordamos en este sitio.

Cuenta la leyenda que, en caso de triunfar, la Jefa les había prometido viajar al Mundial de España 1982, algo que fue desmentido por el tesorero Juan Alberto Salerno en el libro «Amalita, la biografía», de las periodistas Soledad Vallejos y Marina Abiuso. Lo que sí reconoció Salerno fue otro rumor de la época: el interés de Amalita por llevar a sus muchachos a las Islas Malvinas para que jugaran al fútbol.

En el segundo semestre, el equipo completo de Loma Negra, con todas sus figuras, representó a la Liga de Fútbol de Olavarría en la Copa Beccar Varela, un campeonato interligas en el que superó en la final a Concepción del Uruguay.

Tras vencer el Regional con holgura, la Loma regresó al fútbol grande en 1983, cuando le tocó compartir el grupo G del Nacional con River Plate, Nueva Chicago y Andino de La Rioja. Y esta vez tampoco decepcionó. En sus 6 presentaciones, ganó 3, empató 2 y apenas perdió 1, y junto al Torito de Mataderos y la Banda avanzó a la segunda fase.

En la siguiente etapa, dividida en ocho zonas con un interzonal, todos contra todos en dos ruedas, integró el grupo G con Argentinos Juniors y Juventud Antoniana de Salta y debió enfrentarse a los participantes del grupo H: Racing de Córdoba, Newell’s Old Boys y Renato Cesarini. Loma Negra sorprendió nuevamente, quedándose con 4 de los 6 encuentros y empatando los 2 restantes.

Ya en octavos de final, lo esperaba Racing de Avellaneda, el equipo del corazón de Amalita, que atravesaba un momento complicado institucional y deportivamente. El Celeste contaba con el goleador del campeonato, Mario Husillos, y ganó el primer chico por 2 a 1. En la revancha, en cancha de Huracán, la Academia apeló a su orgullo herido y se impuso por 4 a 0.

Ante la frustración de no haber podido llegar más lejos, la presión de los principales cuadros del país por llevarse a sus jugadores y el desinterés de la cementera en continuar poniendo plata, el plantel se fue desmantelando a lo largo del segundo semestre de 1983. Fue el final del capricho de unos millonarios y del sueño de un pueblo que vio al club del barrio plantarse de igual a igual contra los gigantes de Buenos Aires. Desde entonces y hasta ahora, ya sin apoyo monetario, Loma Negra siguió compitiendo a nivel amateur, con algunas interrupciones.

Fuera de Stock: Locos por el fútbol

Allá en los dorados años 90, cuando en el cerrado ambiente del fútbol aún había lugar para la diversión en medio de las polémicas y los sesudos análisis periodísticos, surgió un programa de televisión que con holgura consiguió su primer cometido: entretener; pero que además logró llevar a las familias a las canchas, algo que hoy, en épocas de visitantes prohibidos, nos parece de otro planeta. Con ustedes, Locos por el Fútbol.

Por la pantalla de Canal 13 y con la conducción de Matías Martin, el programa arrancó en 1997 y muy pronto cautivó a miles de televidentes con su propuesta simple: fútbol y diversión. Para combinar esos ingredientes, claro, hacía falta una gran producción, porque la movida no se limitaba a un estudio con un par de cámaras. Era un poquito más grande que eso.

Cada fin de semana, Locos por el Fútbol desembarcaba en alguna cancha de la Argentina y desplegaba su arsenal de juegos, que involucraba a los concurrentes y también a la gente que participaba por teléfono. Sólo basándose en el prejuicio, uno desde su casa podía aventurar que un pibe con pinta de crack la colgaría de un ángulo, aunque después su remate terminase pasando a 10 metros del arco. Y por el contrario, uno podía no tenerle fe a un viejo panzón que luego haría desparramar inútilmente al Loco Gatti o al Pato Fillol, los arqueros estrellas del programa.

Claro que algunas veces, el destino era más impredecible aún y podía regalarnos a un futbolista profesional que pasaba por ahí, como Marcelo Reggiardo, para que demostrara por qué había sido jugador de Independiente y San Lorenzo. Bueno, todavía no lo demostró (?).

Los tiros libres con barrera eran difíciles, sí, pero también estaban los penales. Había que convertir 5 de manera consecutiva para llevarse un auto 0 km (oh, sí, los noventa), aunque manejar la presión de la tribuna y las cámaras quizás no era para cualquiera.

Además de Matías Martin, quien en ese programa comenzaría a dar muestras de sus dotes de gran conductor, también se lucía Javier Botía, un gallego que le agregaba comedia al envío, haciendo llevadero todo tipo de juego, así fuera con estudiantes de la secundaria concursando por un viaje a Bariloche.

Con el éxito de la primera temporada, el programa creció y empezó a girar por distintas localidades de todo el país, donde también se presentaba el gran Mario Alberto Kempes, que en el Arquero Fantasma ponía a prueba, desde la mitad de la cancha, a gente con los ojos tapados que esperaba en la línea del arco e intentaban ganarse 10 mil pesos. Un poquito difícil…

Otro juego en el que se destacaba el Matador, consistía en que dos arqueros (ya sin vendas ni nada parecido) trataran de sacarle un penal.  Y aunque ya estaba grande y muchos podían dudar de sus condiciones, Marito metía unos cañonazos que nos hacían acordar del Mundial ’78, sobre todo cuando se abrazaba con Fillol y su inolvidable buzo verde con el 5 en la espalda.

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En 1998, el programa sumó la presencia de Daniela Fernández en la conducción. No sólo eso, también un mono como mascota y un montón de jugadores, algunos retirados y otros en camino de, que se convirtieron en figuras del equipo de Locos Por el Fútbol. ¿Quiénes? El Loco Dalla Líbera, el Chino Tapia, Enrique Hrabina, el Turco García y otros más, que junto a Matías Martin jugaban partidos contra otras estrellas o directamente contra equipos de aficionados locales.

En uno de esos partidos, se produjo una de las jugadas más recordadas de la televisión (por desgracia, no registrada en el archivo), cuando el Moncho Pedro Monzón levantó por el aire a Karina Morales, jugadora de la Selección e integrante del programa, donde habitualmente se desempeñaba pateándole penales a los participantes. ¡Qué dolor!

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La otra gran atracción de Locos por el Fútbol era el juego de preguntas y respuestas, que dio origen al famoso «Caripelas por 200», que logró instalarse socialmente y que hoy se aplica en cualquier situación, sobre todo cuando se trata de discriminar (?).

En ese juego, donde se le daba valor al conocimiento futbolístico, llegó a ganar el arquero Diego Davobe, entre cientos de participantes anotados. Aunque claro, de vez en cuando eran invitados jugadores de Primera División, que se enfrentaban por equipos y, ante la primera pregunta, ponían en evidencia por qué se dedicaban a la práctica y no a la teoría.

Con el final de aquella entrañable década, también se terminó un programa que supo combinar fútbol y entretenimiento en dosis justas, sin rebasar el vaso. Bastante bien para un domingo al mediodía. Y aunque algunos crean que aún sobrevive en un restaurante, nada más alejado de eso.