Si cualquiera de nosotros -ya sea perteneciente a la Generación X o Millenial- pensó en cerveza seguro que automáticamente pidió Duff. Y si, viejo, cerveza Duff, Duff Beer. Porque, mal que le pese alguno y aunque no lo hayan pensado, esta birra ficticia es probablemente la más reconocida de todo el planeta.
Y es que esta bebida alcohólica surgió y es la favorita de los personajes de la serie estadounidense The Simpsons; tira animada nacida en 1989, la cual durante años se destacó por su ácido e hilarante sentido del humor, su reflejo sobre la sociedad occidental, sus sátiras, sus parodias y sus personajes invitados, pero que desde hace un par de lustros a esta parte es apenas un mero vehículo para predicciones…
¿Cuál es tu profe (?) favorita de Los Simpsons? Escribinos, te leemos (?)
Bautizada así en honor al bajista de Guns N´ Roses, Duff The King of Beers McKagan (como lo presentaba Axl Rose sobre el escenario), se caracteriza por los diferentes estilos que se comercializan, como sí también por las sonantes borracheras que padecieron Homero y Barney, pero, sobre todo, por haber auspiciado y traído hasta nuestros hogares el partido más famoso de la historia de la humanidad.
¿Argentina – Inglaterra en México ´86? ¿Alemania – Francia en España ´82? ¿Brasil – Alemania en el Mundial 2014? Nada de eso. Acomódense en sus asientos y disfruten, que este match no necesita presentación. Y, por supuesto, dígale si a la violencia bien entendida (?).
Mucho más serios e intelectuales, cuando a los futboleros nos dicen “Duff”, no pensamos automáticamente en cerveza, curdas ni resacas, sino que se nos viene a la cabeza la figura colorada del mediocampista y atacante irlandés Damien Duff, quien jugó en Blackburn Rovers (1996/2003), Chelsea (2003/06), Newcastle (2006/09), Fulham (2009/14), Melbourne City de Australia (2014/15) y se retiró en el Shamrock Rovers de su país (2015).
Por supuesto, el viejo y querido Damien Duff jugó durante 15 años en las diferentes selecciones de Eire, quedando en la historia por haber marcado el primer Gol de Oro o de Muerte Súbita en una Copa del Mundo (a Marruecos por los Octavos de Final del Mundial Sub-20 de Malasia ’97, donde fueron eliminados por Argentina en Semifinales) y por haber sido uno de los grandes protagonistas del Mundial de Japón-Corea 2002.
Sin embargo, también es recordado –junto a sus compatriotas Robbie Keane y Shay Given- por haber sido uno de los más enajenados protestantes en la Repesca hacía el Mundial de Sudáfrica 2010, cuando el francés Thierry Henry acomodó una pelota con la mano de manera grosera para luego habilitar a William Gallas y de esta manera meter a los galos en la Copa del Mundo, en desmedro de los perjudicados irlandeses.
Con la sangre en el ojo y un asco imposible de balsamizar, Demian Duff esperó pacientemente que aquella mediocre Selección del gallito se terminara de autodestruir, y luego que fuera eliminada en primera tonda por la escuadra local, salió por las calles de Dublin –junto a su compañero y amigo Robbie Keane- a agarrase un pedo de novela, festejar e invitar cervezas a cualquier compatriota que quisiese brindar por la mala suerte de sus taimados verdugos franceses.
Una actitud resentidamente sana, noble y de persona de bien, que ninguna serie norteamericana necesita profetizar…
No tenemos ni la más puta idea de si existe el paraíso, pero en caso de que sí, debe ser lo más parecido a Islandia por estos días. Y no es que nos guste la música de Björk (ndr: quien escribe estas líneas preferiría mutilarse un testículo antes que escuchar uno de sus discos), quizás su máxima celebridad. Desde la Eurocopa del año pasado, cuando dieron el batacazo y dejaron en el camino a Inglaterra en los octavos de final, a la reciente clasificación directa para Rusia 2018, su primer Mundial, parecen ser todas buenas noticias.
Hace algunos meses, Árskógssandur, un pueblito remoto en el norte del país, a unos 400 kilómetros de la capital Reykjavík, celebró la apertura de Bjórböðin. Se trata del primer spa cervecero de Islandia, ubicado en un terreno lindero a la fábrica de la birrería Bruggsmiðjan, dueña de la marca Kaldi.
Uno de los accionistas de este emprendimiento, algo bastante común en países como República Checa, es nada más y nada menos que Aron Einar Gunnarsson, el capitán de la selección islandesa de fútbol. Un borrachín divino al que le fallan un par de cables y que juega como mediocampista en el Cardiff City galés.
Bjórböðin cuenta con siete bañeras (con capacidad para una o dos personas) llenas de cerveza, agua, lúpulo y levadura, y dos jacuzzis al aire libre con una vista de la concha de la lora espectacular. Obviamente, no se puede tomar su contenido (creemos que nadie sería capaz de hacerlo). Pero está todo pensado, eh: cada una está equipada con su propia chopera.
Los baños duran 25 minutos e incluyen otros 25 de tratamientos a base de cerveza. Todo esto a partir de los 50 dólares. Según el website del Bjórböðin, bañarse en birra “tiene un efecto extremadamente poderoso entre el cuerpo y la piel. Este tratamiento es a la vez para la limpieza de la piel y muy positivo para la salud”.
Fundada por Luigi Moretti en Udine en 1859, y aunque desde 2006 pertenece al grupo holandés Heineken, la Birra Moretti es reconocida mundialmente, no solo por ser una de las más tradicionales de Italia, sino también por su particular logo, con un hombre de traje verde, bigote y sombrero, empinando una cerveza, al que denominan Baffo Moretti.
Otra de las características de la cervecería es su fuerte vinculación con el fútbol, que viene de antaño. Desde 1924 y hasta la mudanza a Friuli en 1976, el Stadio Moretti fue la casa del Udinese Calcio. Allí, el cuadro albinegro tuvo la mejor campaña de su historia, cuando alcanzó el subcampeonato en la temporada 1954/55, aunque ese mismo año descendió porque se comprobó que, sumamente comprometido en la tabla de posiciones, había arreglado (guiño guiño) su permanencia en la máxima categoría en la última fecha de la temporada 1952/53.
Entre 1997 y 2008 la marca fue sponsor del Trofeo Birra Moretti, un campeonato triangular en el que se jugaban partidos de 45 minutos, cuyas primeras ediciones fueron en Udine y más tarde se trasladaron a Bari (de 2000 a 2004) y Nápoli (de 2005 hasta su desaparición). Juventus se quedó con el título en 6 ocasiones, Inter en 3, mientras que Nápoli, Udinese y Parma se coronaron una vez cada uno.
En la previa del Mundial de Brasil 2014, Moretti innovó su emblemática etiqueta en siete botellitas coleccionables con el viejo y querido Baffo Moretti imitando festejos de gol: el dedo pulgar en la boca (al mejor Francesco Totti), las manos formando un corazón (a lo Funes Mori) o tocando el violín (a lo Alberto Gilardino), los índices apuntando al cielo o los pulgares señalando el número de la camiseta, entre otros. La acción, titulada Campeones de la emoción, fue un golazo… pero no trajo mucha suerte que digamos. En el grupo de la muerte, Italia quedó tercera, detrás de la sorpresa, Costa Rica, y Uruguay, apenas superando a Inglaterra.
La campaña publicitaria estuvo a cargo del Baffo Moretti y el trío de comediantes Gli Autogol (los mismos que hicieron el tema musical del Papu Gómez), y tampoco fue un talismán. Los tanos armaron las valijas en cuartos de final, tras caer por penales ante Alemania.
De todos los roles a los que puede aspirar un ser humano en esta vida perra, hay uno que me fascina sobremanera. Y ese es el rol del “buchón”. Si, el buchón, el buche, el alcahuete, el topo, el soplón o como quieran llamarle. ¿Y por qué tanto deslumbramiento por éste espécimen? Básicamente, porque él, tras hacer su gracia característica, logra llevarnos a todos –si, a todos- hacía los recónditos confines de la doble moral.
Por un lado, si somos omniscientes de algún hecho delictivo o de alguna contravención mayor aplaudimos la valentía del delator por haber sacado la verdad a la luz; a favor de la justicia y en desmedro de amistades, conveniencias o hasta dinero.
Por otro lado, si somos nosotros mismos quienes estamos en falta -sea leve o grave- consideramos como la peor de las traiciones que alguien de nuestro círculo íntimo abra la boca, para así dejar en evidencia nuestro delito o algún hecho que nos avergüenza. En el medio de todo, claro, la desconcertada humanidad del “buchón”, quien nunca logrará deducir si se transformó en el más cruel de los villanos o en el más temerario de los superhéroes…
Michael Duberry nació el 14 de octubre de 1975 en Enfield, Inglaterra, y desde sus primeros pasos como futbolista se le auguró un enorme futuro. Zaguero central negro, fuerte, grandote y con un excelente cabezazo, estaba llamado a ser el complemento ideal de Rio Ferdinand en su Selección por, al menos, diez años. Tal es así que los dirigentes británicos lo persuadieron de no aceptar la convocatoria de la poderosa nación de Monserrat –tierra de sus ancestros- para poder defender la camiseta “Pross”, libre de culpa y pecado (?).
Iniciado en el Chelsea en 1993, donde tuvo escasa continuidad, en 1999 Duberry pasó al Leeds United -por entonces gran animador tanto de la Premier League como de la Champions League- para ser el eventual reemplazante del antes mencionado Ferdinand, quien venía amagando con irse a un club poderoso a cambio de una millonada prácticamente desde la madrugada que sus padres lo concibieron (?).
La cosa arrancó para nuestro protagonista de manera timorata, pero sin desentonar. Claro que la sensación de “proyecto en espera” que dejaron sus escuetos partidos en Primera cambiaría una fría noche de enero de 2000. Y, por supuesto, para mal…
Junto a sus compañeros de equipo Jonathan Woodgate y Lee Bowyer, y a dos ignotos amigos llamados Paul Clifford y Neale Caveney, el bueno de Michael Duberry concurrió a un pub para pasar un agradable momento y para tomar cerveza hasta perder la conciencia, la noción del tiempo y hasta los recuerdos a corto plazo, como hace cualquier hijo de vecino ¿no?
Enorme fue la sorpresa para el zaguero cuando al día siguiente el estudiante de intercambio indio, Sarfraz Najeib, denunció a los cuatro alcoholizados acompañantes de Duberry por haberles dado al asiático una etílica paliza de novela que, instantáneamente, se convirtió en escándalo nacional y que acaparó la portada de todos los diarios.
Tras la anulación de un mediático primer juicio –que llevó cerca de 15 meses en los cuales los futbolistas apenas si participaron en su equipo- el Juez David Poole decidió iniciar un nuevo litigio y dejar sin efecto la absolución en primera instancia que habían recibido los 5 implicados sobre “ponerse de acuerdo en el relato para cubrirse de culpas”. Además, manifestó tener pruebas sobre un móvil racial en el asalto, lo cual se castiga con penas aún más duras en Inglaterra. ¿¡Para qué!?
Rápido de reflejos, Michael Duberry recuperó la memoria en la primera audiencia del nuevo juicio y manifestó bajo juramento: “habíamos consumido cerveza durante toda la tarde y toda la noche. En un momento mis amigos salieron del pub y al rato Woody (Woodgate) se me acercó y me dijo que junto a Neale y Paul le habían dado una paliza a un don nadie que los fue a agredir. No puedo decir nada de Lee, y yo en ningún momento me aparté de mi butaca en el pub”.
Tras la contundente declaración de Duberry, el Juez no se anduvo con vueltas y a los pocos días absolvió a Lee Bowyer (aunque lo llamó “cobarde y mentiroso” en La Corte); y declaró culpables a los otros tres ¿Las penas? Una ganga, papá: cien horas de trabajo comunitario para Woodgate y seis años de cárcel para el otro par de cuatros de copas, sin (?). Y bueno, viejo, que se jodan por no saber jugar a la pelota…
Pero claro, además del estudiante indio en toda esta historieta hubo otra víctima: el propio Michael Duberry, quien vio pulverizado su sueño de ser jugador internacional al instante y se mantuvo en el Leeds, casi sin jugar, hasta medidos de 2005. Luego anduvo en Segunda con la camiseta del Stoke City, regresó a la Premier para descender con el Reading y después deambuló por el Wycombe Wanderers de la League One, el St. Johnstone de Escocia y el Oxford United de la League Two, donde finalmente se retiró.
Pero por supuesto, la cosa no termina ahí. Durante todos esos años tanto los seguidores de los equipos rivales como así también los de las instituciones que integró lo hostigaron con cánticos donde se mencionaba su condición de “negro soplón”, “negro delator” y “traidor de sus amigos”. Además, debió cambiar varias veces de domicilio ya que diversos grupos concurrían a su hogar a hostigarlo con pancartas, amenazarlo y hasta a defecar en el jardín. Divinos (?).
Con el tiempo y alimentado por los fanáticos ingleses, la fama de Michael Duberry mutó desde “estómago resfriado” hacia un apelativo tal vez peor: el de “Mufa”. ¿Por qué razón? En principio, porque con el zaguero en el plantel el Leeds United pasó de semifinalista de la Champions League a ser un animador del ascenso. De hecho, anduvo por Tercera División por primera vez en su historia y nunca volvió a jugar en la Premier League.
También se acusó al defensor por la mala fortuna de Lee Bowyer, quien era una fija en el plantel de Inglaterra que acudiría al Mundial 2002 y no solo quedó afuera de la lista, sino que nunca jamás volvió a ser convocado. Luego fue relleno de varios planteles sin poder recuperar el brillo de sus primeros años.
Qué decir de Jonathan Woodgate, quien después de su affaire con Duberry quedó afuera de la Euro 2000 y del Mundial 2002; y quien en sus años de profesional sufrió más de diez operaciones de distinta índole. De hecho, por esta endeblez física está considerado como “el peor fichaje de la historia del Real Madrid”, donde debutó con un gol en contra más expulsión y en donde compartió sanatorio con Fernando Gago…
Todo este martirio a cuestas carga la humanidad del pobre Michael Duberry -proyecto trunco de ícono defensivo global- quien, para ponerle un poco de onda a la vida, en una de sus últimas apariciones se fotografió con una cerveza en la mano y caracterizado como la Princesa Leia Organa, interpretada originalmente por la actriz Carrie Fischer, quien al poco tiempo se convirtió en la primera del trío original de protagonistas de Star Wars en pasar a mejor vida ¿Duberry mufa? Naaahh manzanacervecita…
Estamos en la ciudad de Belém, en el estado de Pará, al norte de Brasil (no confundir con Paraná, bien al otro extremo). Allí hay dos clubes grandes: de un lado, Paysandu Sport Club, aquel conjunto que en 2003 sorprendió a todos cuando, por la Copa Libertadores, le ganó a Boca Juniors en plena Bombonera, con gol de Pedro Iarley, y que hoy busca evitar el descenso en la B a nivel nacional. Del otro, Clube do Remo, el más popular, que quiere volver a segunda, donde estuvo por última vez en 2007.
Entre los dos protagonizan el Re-Pa, también conocido como Clássico Rei da Amazônia, una de las rivalidades más picantes de Brasil, y ganaron 91 de las 105 ediciones del campeonato paraense. Paysandu suma 47 títulos (incluidos los dos últimos) y Remo, 44. Hasta el momento, desde 1914, se enfrentaron ¡741 veces! con 257 victorias para los azules, 232 para los bicolores y 252 empates.
Entre el 31 de enero de 1993 y el 7 de junio de 1997, Remo estuvo 33 partidos sin perder ante su clásico oponente. Fueron 21 triunfos y 12 igualdades. Aquel récord caló hondo en Bruno Fernández, un torcedor fanático del Leão Azul, que a fines de 2013 comenzó a producir como hobby la Remogelada, desde 2015 la cerveza artesanal oficial del Clube do Remo.
Que un equipo de fútbol tenga su propia birra no es ninguna novedad. En nuestro país, sin ir más lejos, a principios de los años noventa se comercializaba la cerveza Boca Juniors. Sin embargo, lo que distingue a la Remogelada 33, una session IPA con 4,8% de alcohol, es su particular color azul marino, similar a la camiseta del club. Además, está hecha con 3 maltas y 3 lúpulos (sí, 33, como aquella seguidilla sin derrotas). Porque en Brasil primero se aprende a termear, después a sambar y por último a producir cerveza.
Hace algunos meses, debido al éxito de la Remogelada 33, se lanzó una nueva variante, una Pilsen con 4,5% de alcohol, llamada Fenômeno Azul, apodo que recibió la torcida del Leão Azul en 2005 cuando, jugando en la C, tuvo el mejor promedio de público entre todas las categorías del fútbol brasileño.
Hoy, un porrón de Remogelada 33 se consigue en buena parte de Belém y algunos estados aledaños (e incluso en la tienda oficial del Remo) a 21,90 reales, unos 130 pesos argentinos, y el club se queda con el 10% de las ganancias.
Además de los duendes rabiosos, la limadura de Colin Farell y el siempre sospechoso altruismo de Bono Vox de U2, la existencia de la República de Irlanda es conocida y conmemorada cada vez que se menciona, y por sobretodo se bebe, a la típica y renombrada cerveza Guinness.
Establecida como la birra del tipo Porter (negra) más representativa de la galaxia, es fácilmente identificable por su textura “gruesa” y cremosa; como así también por un destacado color, que oscila, según cada quien, entre el negro, el azul marino o hasta, para algunos, cierta vertiente del marrón.
Muy cerca de Irlanda, en el mismísimo Reino Unido, se encuentra una de sus díscolas primas ebrias: Escocia, una nación cuya Selección también es fácilmente identificable por el color de su camiseta, que a lo largo de la historia ha oscilado entre el negro, el azul marino y cierta vertiente del marrón. Insistimos, según la visión de cada quien…
Pero además de eso, tanto hinchas como jugadores y hasta técnicos de esa nacionalidad son famosos por su dependencia y adoración por la cerveza, teniendo a la Guinness como la favorita entre las favoritas. Y llevando esta birra tanto en la mano como en el estómago, es como la pintoresca barra de seguidores escoceses –conocidos como la “Tartam Army”– se hizo famosa a lo largo y ancho del planeta. Bueno, la cerveza y también esas polleritas que dejan ver rojizos culos gordos y pichulas (?).
No conforme de ser el elixir que regocija los corazones de los británicos, Guinness también es sinónimo del exclusivo “Libro de los Récords”, el cual nació de las entrañas de la propia cervecería. Y claro, si hablamos de escores, la última Selección de Escocia que vimos en una alta competencia –Francia ´98- poseía algunos difíciles de quebrantar. El primero, ser la escuadra con el promedio de edad más elevado en una cita mundialista hasta ese momento. El segundo, incluir la mayor cantidad de jugadores desdentados que se haya visto en la historia…
Tipos como Jim Leighton (39), Tom Boyd (32), Colin Calderwood (32), Tosh McKinlay (33) ó Gordon Durie (32) subían el promedio de edad del plantel hasta límites exorbitantes. Y, por supuesto, se encontraba un incisivo, un canino o un molar cada cinco minutos (?). Sin embargo, de todos ellos, el más recordado es el mediapunta Craig Burley, autor del tanto del empate frente a Noruega, quien, al igual que sus compañeros antes mencionados, también perdió el comedor en peleas de pubs, abombado por exceso de malta y lúpulo…
Tras un derrotero que después incluyó al Derby County, al Dundee de su país y al Preston North End, el querido Craig Burley finalizó su carrera en el año 2004 defendiendo la divisa del Walsall del profundo ascenso inglés.
Luego de un par de años desaparecido del mapa y siendo sindicado como un borrachín perdido en la cerveza Guinness, el antiguo internacional reapareció en el año 2010 – presuntamente sobrio y con una preciosa dentadura nueva- como comentarista de la cadena ESPN.
Sin embargo, ciertos comentarios desacertados y un visible encono irónico hacía el Celtic Glasgow, hicieron a varios hinchas dudar de su sobriedad. De hecho, si tienen la voluntad de buscar verán que, en cada foro partidario de dicho equipo escocés, cada mención sobre Craig Burley viene acompañada de la frase “This motherfucker drunk guy”, entre miles etílicos elogios (?). ¡Que tipos malos!
Dolido por las hirientes dudas sobre su rehabilitación, Burley juró antes las cámaras que sus días como consumidor de cerveza Guinness, peleador de pubs y protagonista de hechos sinsentido habían quedado atrás. Acto seguido y para que no quedasen dudas sobre recuperación manifestó que la vuelta de Fernando Torres al Atlético de Madrid sería un fiasco y que él se tatuaría la cara del español en caso que El Niño le convirtiese algún tanto al Real Madrid en el re-debut del delantero por los Octavos de Final de la Copa del Rey 2014/15.
¿Y qué pasó? El Niño marcó dos tantos –el primero al minuto de juego- para que Craig Burley le hiciera honor a una promesa de borracho aunque, eso sí, en total estado de sobriedad. Claaarooooo….
Y así, casi 20 años después, la vieja y querida Selección de Escocia del 98 puede sumar otro hito difícil de empardar al Libro de los récords Guinness: ex jugador alcohólico, ahora sobrio, que sin embargo rinde promesas de borracho. Y todo, gracias al compañero de copas Craig Burley… ¡Salud!