La conversión en héroe de Sergio Romero durante la definición por penales frente a Holanda tuvo varias circunstancias periféricas que le agregaron condimentos a la dramática victoria argentina en semifinales del Mundial 2014. A la ya archiconocida frase de Javier Mascherano, se le puede sumar el machete que el arquero leía antes de cada ejecución (en realidad, era un mensaje de su mujer) y el desahogo de los jugadores tras el triunfo. Aunque los 23 que estaban en San Pablo no iban a ser los únicos futbolistas en celebrar el pase a la final.
A miles de kilómetros del Arena Corinthians, precisamente en Copenhague, Franco Mussis sufría a la distancia. Después de pasar algunos sobresaltos durante los 120 minutos del partido, llegó el momento de la definición. Y también, del enfrentamiento: como marca la lógica, si juega Argentina, un brasileño de ley debe hacer fuerza por su rival; y viceversa. Y ahí, sintiéndose un holandés más, estaba Claudemir Domingues de Souza. El amigable diálogo entre los sudamericanos dejó frases como las siguientes:
– ¡VAMO CHIQUITO ROMERO! ¡PARA TODOS USTEDES PUTOS! ¡VAMOS CHIQUITO ROMERO, VAMOS CHIQUITO! ¡PARA TODOS USTEDES, PUTOS! ¡LLORÁ BRASILERO!
– ¡Tenemos cinco mundiales (…) cocaína!
– ¡SIETE!
– ¡Tenemos cinco mundiales!
– ¡SIETE! ¡SIETE TE COMISTE, FRACASADO, SIETE!
El recordatorio del argentino al hincha de Gimnasia a su compañero de equipo tenía que ver con la goleada propinada por los alemanes el día anterior. Ese encuentro lo habían visto juntos, sin que Mussis hiciera ni la más mínima burla a su colega. ¡Si hasta tomaron mate juntos!
Para la siguiente semifinal la cosa fue un poco diferente, con un tono más elevado de confrontación. Aunque todo se calmó una vez que pasaron los festejos. Así, más tranquilos, es como se los vio en la entrevista post partido, en donde declararon como si hubiesen jugado:
¿Cómo siguió la historia para ambos? Mussis, recién llegado a Dinamarca, apenas disputó un partido oficial con el FC Copenhague, marchándose al Genoa (donde apenas jugó) y luego llegó a San Lorenzo.
Claudemir se quedó en el club hasta 2015, pasó al Brujas y actualmente está en el Al-Ahli de Arabia Saudita, dónde pasará un junio sin sobresaltos, ya que no tiene ningún compañero argentino.
El tercer involucrado en este entuerto (?), es el culpable en desatar la locura del mediocampista argentino, y quien lamentablemente no podrá jugar en Rusia por una lesión en su rodilla. Probablemente, la Selección va a extrañar a Romero. Lo seguro, es que los festejos de Mussis nunca se van a olvidar.
Alemania y Argentina protagonizaron un partido inolvidable por los cuartos de final del Mundial 2006. El gol de Ayala, la lesión de Abbondanzieri, el empate de Klose, los cambios de Pekerman, el papelito de Lehmann, el penal de Cambiasso: todos son hechos que, en mayor o menor medida, permanecen en nuestra memoria. Sin embargo, pocos registros tenemos del escándalo luego del encuentro. Y no se le puede echar la culpa a la derrota: mientras que el sobrio festejo del arquero Jens Lehmann luego de desviar el remate del Cuchu es (lamentablemente) inolvidable, la tangana en pleno campo de juego una vez consumada la eliminación fue (injustamente) olvidada. Y eso que ahí ganamos (?).
Al parecer, la cosa se picó en la definición por penales. Según los futbolistas alemanes, sus colegas argentinos intentaron desconcentrarlos con insultos. «Pero no los entendimos porque hablaban en español», dijo Michael Ballack (inserte emoticón de hombre encogiéndose de hombros).
Claro que el capitán no pudo negar una provocación de su compañero Tim Borowski una vez que todo había terminado. «Boro puso un dedo sobre la boca y luego se fue. Eso les molestó un poco». La mecha se había encendido. Para colmo, otro gestito de Torsten Frings le puso más pimienta a la situación. Y se pudrió todo.
Empujones, insultos, invitaciones a pelear y algún que otro golpe volaron en medio del tumulto, en el que estuvieron involucrados los planteles, cuerpos técnicos y algunos allegados. Mientras que los sudamericanos repartían a diestra y siniestra, los alemanes se dividían entre los que festejaban, los que cargaban y los que recibían (?). Alguno que otro respondió a las agresiones, aunque la mayoría sabía que eso le podía costar una suspensión de cara a los próximos juegos.
La imagen icónica de este enfrentamiento fue el hermoso planchazo de Leandro Cufré a Per Mertesacker: en la zona baja, aplicando con presión todos los tapones de su botín derecho, lejos de cualquier defensa que pudiera intentar su adversario, acompañada de un recio gesto que hacía más dura la entrada. Un poema. Sin dudas, lo mejor que hizo el defensor durante su breve paso por la Selección Argentina. Además, entró en los libros de los récords, al ser el primer futbolista expulsado una vez terminado el partido en una Copa del Mundo.
«Fue sucio lo que hizo, pero fue sancionado. Y para mí el tema quedó zanjado. No tiene ninguna importancia dónde me pateó», dijo el alemán. Mientras tanto, el argentino no realizó declaraciones sobre lo sucedido, hasta que unos años después fue contratado por el Herta Berlin y no pudo esquivar el tema ante la prensa local. “Hay que ver todo el contexto de ese momento. Personalmente, unas semanas antes de que mi padre muriera, ya estaba con la Selección en Alemania. Así que estaba emocionalmente en una situación excepcional. No quiero justificar lo que hice con eso, fue un gran error, pero ya lo he pagado”.
Con esto, las dudas acerca de su brutal accionar parecieron quedar disipadas. Aunque todavía hay una pregunta que nadie pudo responder: ¿qué hacía Cufré jugando un Mundial?
La última fecha del grupo 3 de la Copa Libertadores 2011 prometía emociones fuertes: con 9 puntos, América de México tenía medio pie en los octavos de final. Lo seguían de cerca Argentinos Juniors y Nacional de Uruguay, con 7 unidades (mejor diferencia de gol para el Bicho), y último, pero todavía con chances, aparecía Fluminense, con 5. Aquel miércoles 20 de abril, en Montevideo, el Bolso tenía que ganarle sí o sí a las Águilas para asegurarse el pase a la próxima ronda, mientras que, en Buenos Aires, el equipo de Pedro Troglio jugaba a no perder contra los brasileños, obligados a vencer con cierto margen y esperar a lo que pasara en la vecina orilla.
Las cosas habían arrancado bastante bien para los de La Paternal, que en el debut en el estadio Olímpico de Río de Janeiro les habían sacado un buen empate 2 a 2 a los cariocas. Enseguida, lograron una sólida victoria como local ante el América por 3 a 1, y un valiosísimo triunfo en Uruguay por 1 a 0 contra el Tricolor, que los acomodó en la parte alta de la tabla. Sin embargo, se pincharon a la hora de jugar las revanchas. En el Diego Armando Maradona, Nacional se vengó con un 1 a 0 y, en el DF, los mexicanos hicieron lo propio por 2 a 1.
Mientras al otro lado del río el Bolso y los Cremas no lograban sacarse ventajas, en Buenos Aires, los de Troglio y el Fluzão se sacaban chispas en un partido ultra caliente. La visita se adelantó en el marcador a los 18 minutos por intermedio de Júlio César. Enseguida, el paraguayo Santiago Salcedo, de penal, se encargó de dejar todo igual. A los 40’, Fred volvió a poner en ventaja a los brasileños con un bombazo de lejos, pero Gustavo Oberman, quince más tarde y con algo de fortuna, lo igualó para Argentinos Juniors. A los 68′, el blondo Rafael Moura marcó el 3 a 2 parcial.
Con el 0 a 0 inamovible en Montevideo, América llegaba a las 10 unidades y se aseguraba el primer puesto. Segundo quedaba Nacional, con 8 puntos, al igual que Fluminense, pero con mejor diferencia de gol (0 contra -1), y último el Bicho, con 7. Los cariocas necesitaban un tanto más para que, ante igualdad de saldo, la clasificación pasara a regirse por cantidad de anotaciones, donde arrasaban a los uruguayos (8 a 3, hasta entonces).
A tres del final, Edinho hizo una pared con Araújo y llegando al borde del área chica simuló ser embestido por Nicolás Navarro. El árbitro colombiano Wilmar Roldán compró y señaló el punto penal. Fred la colocó bien arriba a la izquierda, lejos del alcance del arquero, y convirtió el 4 a 2 definitivo.
Lo que siguió al pitazo de Roldán fue un espectáculo digno de un programa de Rolando Graña. Piñas, patadas, arqueros suplentes que aparecen de la nada y la especialidad brasileña, el hit & run (en criollo, pegar y salir corriendo). Las grandes estrellas de ese tercer tiempo improvisado fueron Sergio Escudero (¿cuándo no metido en problemas?) y Cristian Sánchez Prette, que había entrado un ratito antes del final en lugar del defensor Santiago Gentiletti, al que en un momento se lo vio repartiendo a diestra y siniestra contra, por lo menos, cinco rivales cerca del alambrado.
Iba caminando por la cancha muy confiado y de repente me comí un arrebato (?)
El ex Huracán, Estudiantes LP y Newell’s Old Boys, entre otros, se transformó de la noche a la mañana en un héroe nacional, aunque estuvo lejos de demostrar sus condiciones futbolísticas dentro de la cancha. Desde que regresó al Globo en el segundo semestre de 2011, deambuló por diversos clubes del exterior y el ascenso, como Berazategui, en la Primera C.
“No me trate de boliviano, señor Laverni. «Bolivianos» a mis jugadores, les dijo. ¡Viva Jujuy!”, desencajado como nunca en su vida, Raúl Ulloa, presidente de Gimnasia y Esgrima de Jujuy gritaba ante los micrófonos de la televisión. Unos minutos antes en la Tacita de Plata, aquel sábado 20 de septiembre de 2008, el Lobo y Argentinos Juniors habían empatado 1 a 1 (goles de Juan Arraya para los locales y Juan Fernández para la visita), con un flojísimo arbitraje de Saúl Laverni, pésimamente asesorado por el juez de línea Ernesto Soto, que había pifiado feo anulando otro tanto legítimo de Arraya y uno de Mariano Martínez para el Bicho. Además, se habían ido expulsados el DT del conjunto norteño, Omar Labruna, y su ayudante de campo, Nelson Pumpido. Completito.
Según el mandamás jujeño, ante el tumulto generado por sus jugadores al final del encuentro, el referí se los habría sacado de encima diciéndoles “dejen de molestar, bolivianos”, algo que fue desmentido en ese momento y, hasta el día de hoy, por integrantes del plantel. Al parecer, la bronca de Ulloa con Laverni era personal y venía de antaño. En octubre de 2007, Gimnasia cayó por 3 a 0 ante Independiente en el Cilindro (sí, en cancha de Racing), en un partido que venía parejo hasta la expulsión de Daniel Ramasco, a 20 minutos del final. “En Independiente también les dijo “bolivianos”, cuando nos dirigió y no lo expulsó al que le pegó una piña a Ramasco”, repetía un enajenado Ulloa, que un rato después, en conferencia de prensa, presentaría su renuncia indeclinable a la presidencia del Lobo: “Renuncio al fútbol argentino, renuncio a mi cargo de presidente de Gimnasia de Jujuy y denuncio al árbitro Laverni por discriminación. Quiero denunciar a este señor por haber tratado de bolivianos a los jugadores de mi club”. Y continuó con el show: “Si la AFA tiene que echarlo, Gimnasia va a poner la plata para indemnizarlo aunque tenga que vender una tribuna completa. No puede estar más”.
Ulloa además trinaba porque siempre que le tocaba pitar a su cuadro, Laverni se alojaba en Salta, empíricamente demostrando su desprecio a los jujeños (?), a lo que Guillermo Marconi, capo del SADRA, salió a responder: «Los árbitros se hospedan en Salta cuando tienen que dirigir en Jujuy porque así lo ordena la AFA. Y si alguno de nuestros árbitros cometió xenofobia con los bolivianos, voy a pedir que se investigue porque no tenemos nada que ocultar».
El escándalo no tardó en cruzar la frontera y llegar a Bolivia que, a través de su cónsul en la Argentina y de su vicecanciller, pidió explicaciones a la AFA sobre los dichos de Ulloa, a los que consideró un acto xenófobo. «Pedimos una reunión con Julio Grondona y planteamos el reclamo y la queja. Es una manifestación inequívoca de un racismo, de una xenofobia, de un desprecio hacia el boliviano», expresaba el cónsul José Alberto González.
La que tampoco se perdió la oportunidad de figurar un rato fue la siempre sorprendente María José Lubertino, por aquel entonces titular del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), que citó a declarar al árbitro y al presidente: «Laverni manifestó que no había tenido ninguna actitud discriminatoria en el partido de Gimnasia y Argentinos, mientras que Ulloa reconoció que, en ese partido, Laverni no tuvo ningún acto de discriminación, pero insistió en que durante un partido anterior contra Independiente sí hubo un hecho discriminatorio, por lo cual en relación a los hechos no tuvimos un acuerdo pleno», aclaraba Majo.
¿Cómo terminó todo? Ante la atenta mirada de Julio Humberto Grondona, el dirigente y el referí hicieron las paces. Ulloa siguió al frente de Gimnasia y Esgrima de Jujuy hasta 2011, cuando luego de 23 años anunció que no se presentaría como candidato en las elecciones. Por su parte, Saúl Laverni continuó impartiendo injusticia, con su nombre constantemente en el ojo de la tormenta, hasta su retiro en diciembre de 2016.
¿A quien no le pasó que alguien a quien sentías totalmente opuesto y que además te irritaba terminó siendo un querido amigo con el pasar del tiempo? Y encima, hasta todavía más fraternal que tipos a los que conocías desde tus primeros años. Este posteo, obviamente, gira en torno a la bella figura de David Robert Joseph Beckham, un flaco sobre el que vos mismo -pensálo bien- tenés que ser bastante antipibe para que hoy en día te caiga como el traste.
Por que puede que no haya sido una dotada superestrella y que el exacerbado marketing hay generado anticuerpos. Puede que sí. Pero también tenemos que decir que le pegaba a la pelota como pocos, que nunca le escapó ni a la capitanía ni a las obligaciones, que todos sus cosmopolitas compañeros siempre hablaron maravillas sobre su humildad y solidaridad, y también -mal que nos pese o no- que su fama de sex simbol mundial le hace honor a los dotes que le proporcionó la naturaleza. ¿Si no es él, quien? ¡Hasta fue a jugar a la pelota a la Villa 1-11-14 y nadie lo hizo su meretriz!
Pero claro, argentinos al fin, estimarlo no estuvo siempre en la baraja. Para ninguno de nosotros. Es que, ni bien asomó su cabeza por el profesionalismo, todos vimos a David Beckham como un invento de la prensa que solo tenía relevancia por moverse a la más linda de las Spice Girls. Por que encima de pirata, pollera…
Llegó el Mundial ‘98, Beckham mariconeó con Simeone, se fue expulsado y todos lo reconocimos instintivamente como a un enemigo, además de festejar y menospreciarlo. Y así, como un código nacional, durante mucho tiempo celebramos cada una de sus derrotas, más aún si había un jugador nacional de por medio. Y ni hablar cuando Aldo Pedro Duscher lo lesionó y casi lo deja afuera del Mundial de Japón y Corea. Hubiera sido glorioso. Pero, por supuesto, todo eso nos salió como el ano.
El tiempo pasó y el Real Madrid lo hizo a Beckham todavía más querido y apreciado que cuando estaba en el Manchester United. Eso, claro, para todo el planeta excepto para el público y los jugadores argentinos, quienes siempre tuvieron como premisa hacerle bullyng al inglés con tal de ganarse el cariño y el apoyo del populacho. Ese fue el caso de los baldoseros Carlos Arturo Marinelli y Eloy Colombano.
Viajamos hasta mayo de 2008. El equipo de David Beckham, Los Angeles Galaxy, había arrancado de manera horripilante la temporada y veía casi como un imposible su participación en los Play Offs. En ese punto de “no retorno” les tocó enfrentarse al poderoso Kansas City Wizards, quienes recientemente se habían reforzado, nada más y nada menos, con Claudio Javier López.
Y fue precisamente El Piojo quien puso -con un zarpado zurdazo- el 1 a 0 para Kansas haciendo morder el polvo a la escuadra de David Beckham quien, ante el clamor popular, en la previa al partido tuvo que salir obligado a firmarle autógrafos a los muchachotes que le daban consejos sobre fútbol y a las muchachitas que querían hacer abdominales arriba de él, sin (?).
Durante el segundo tiempo y obligados por las circunstancias y los contratos, Landon Donovan anotó el 1 a 1 a los 56 minutos y Edson Buddle marcó el 2 a 1 para los angelinos a los ´76. Herido en su amor propio y pensando en la cuota de humo que iba a poder ostentar en el país, Eloy Colombano le metió una regia e inolvidable patada al inglés de la que solo lo salvó la intervención providencial del Piojo López ¡Y encima el árbitro no cobró nada!
Pero la cosa no quedó ahí nomás. Sobre los noventa minutos y por la disputa de un corner que era a favor del Spice Boy, Carlos Marinelli se quiso convertir en héroe y le metió un par de pechazos al inglés sin importarle la vergüenza ajena de propios y extraños ¡Eso eso es un argentino, hermano!
La pelea, por supuesto, quedó ahí por la mediación del Piojo López. Encima, sobre el final. a Beckham le quedó una pelota con la cual hizo historia en la Major League Soccer. Pero, eso sí -todos lo vimos- aquel día arrugó de lo lindo frente a dos baldoseros… así que solo queda preguntarle al soberano…
Entre las múltiples sensaciones que acompañan a cada uno de nosotros a medida que pasa el tiempo y vamos envejeciendo, hay una que se compone íntegramente de injusticia, de decadencia y de melancolía: El Temor al Barrio Propio.
¿Cómo es posible que se te ericen los pelos de la espalda en esa misma esquina donde durante años te juntaste a pasar el tiempo con tus amigos? ¿En que momento empezaste a agachar la mirada y a evitar a pibes que viste crecer y que, suponés, optaron por el mal camino? ¿Por qué apurás el paso cuando escuchás una moto rugir a tus espaldas? ¿Acaso no son esas mismas calles las que hasta hace poco tiempo fueron tuyas? El Temor al Barrio Propio está latente, no conoce de nostalgias y saca nuestra parte más cobarde junto a una especie de instinto de supervivencia en pos de no perder, en el momento menos pensado, lo poco o mucho alcanzado.
El Temor al Barrio Propio es aquello que tan bien se explota en las películas de Zombies: tu casa de toda la vida ya no es segura y aquellas caras familiares no son las mismas, aunque en apariencia sean similares. Y, por supuesto, si hablamos de pérdidas irreversibles y de cintas tétricas sobre Muertos Vivos, no podemos obviar esta historia que, linterna en mano, nos reúne hoy alrededor de la fogata: Todo lo que Involucre a River Vs. Oscar Adrián Ahumada…
El protagonista central de este relato, Oscar Ahumada, llegó a Núñez en 1997 proveniente de Zárate y, desde un primer momento, adoptó al barrio como propio. Claro, es que el jugador además de ser un hincha confeso de La Banda se encontró con grandes amigos que hicieron que la adaptación y la identificación sean casi instantáneas.
En sus primeros años, Ahumada fue flaqueado y protegido por compinches mayores como Pablo Aimar, Guillermo Pereyra, Franco Costanzo, Ariel Garcé y Martín Demichelis. Luego por pares como Javier Saviola, Andrés D´ Alessandro, Germán Lux y Damián Álvarez. Y finalmente le tocó ser “celador” e instruir en el «Mundo River» a los jóvenes que venían más abajo como Fernando Cavenaghi, Maxi López, Javier Mascherano, Osmar Ferreyra y Gastón Fernández, entre tantos otros.
¿Te puede pasar algo mejor con 20 años? Estar rodeado de amigos, jugar al futbol, ser el futuro de una de las instituciones más importantes de Ámerica, representar al país en categorías juveniles y enloquecer, remera rosa “Siamo Fuori” sobre el torso, a todas esas lindas pibas que aparecían en el Messenger. Primero en Núñez, luego en Belgrano, después en Barrio Norte, Vicente López, Olivos y así extensivo a todo el país… la juventud soñada. Aunque claro, el volante también conoció la ciclotimia de los hinchas, las miserias de los dirigentes y la prepotencia de los barras bravas. Si algo es seguro, es que Oscar Ahumada conoce íntimamente a River Plate. Tanto en la salud como en la enfermedad…
Y así, el jugador debutó en Primera en 2002, participó en la obtención de los Clausura 2003 y 2004 y luego se fue 6 meses al Wolfsburg de Alemania en una operación que no quedó del todo clara y que, en su momento, hizo poner el grito en el cielo a todo el pueblo Millonario. En su regreso a River, a principios de 2005, Ahumada se convirtió en un referente ineludible en el vestuario, más aún, con la llegada de Daniel Passarella a la dirección técnica del equipo.
Así llegamos al punto de inflexión de esta historia: el jueves 8 de mayo de 2008. Esa noche River recibió en su estadio a San Lorenzo por los Octavos de Final de la Copa Libertadores. Una jornada memorable donde, de antemano, los condimentos de los buenos estaban asegurados: El Ciclón -que había ganado el partido de ida por 2 a 1- llegaba con antiguos próceres Millonarios como Ramón Díaz, D´ Alessandro y Placente, en tanto para el River de Simeone jugaban dos con pasado Azulgrana como Sebastián Abreu y Eduardo Tuzzio.
En medio de un clima bélico, Matías Abelairas abrió el marcador para River a los diez minutos del primer tiempo. Luego vinieron dos historias mínimas que, en su momento, se verán reflejadas en esta página: el abandono del campo del Gallego Méndez tras ser lesionado por Radamel Falcao y el festejo del Loco Abreu con beso al escudo de River incluido, tras marcar de penal el 2 a 0 transitorio. Entremedio, las recordadas expulsiones del Burrito Rivero y de Jonathan Bottinelli. Repasando: River de local 2 – San Lorenzo con nueve jugadores 0 (cero), a falta de media hora para la finalización del encuentro.
Y entonces, cuál puñaladas, llegaron los peores diez minutos de la historia de River Plate hasta ese momento. Aquellos dos goles de Gonzalo Begessio no sólo lo eliminaron de la Copa Libertadores sino que acabaron, súbitamente, con parte de la opulencia que siempre caracterizó a los Millonarios. Y lo peor de todo es que ellos mismos se dieron cuenta. A partir de ahí nada fue lo mismo. Para nadie. Y aunque no tuvo incidencia en la campaña que luego lo depositó en el Nacional B, no es temerario afirmar que aquella noche River perdió la categoría, la identidad, el hándicap, el pedigrí y varios intangibles más que, con el tiempo, fueron sustituidos por otros.
Con la herida en su punto máximo de dolor y tras ser recibidos con hostigamientos, pañales y maíz por sus propios hinchas en el siguiente partido en el Monumental (victoria 4 a 2 sobre Gimnasia), Oscar Ahumada no pudo contener sus palabras y, de esta manera, su destino cambió para siempre:
– “A mi me dio bronca ver a un muchacho (de River) en TVR diciendo que Boca sí tiene actitud copera. Es verdad, también tiene jugadores de más experiencia que nosotros. Pero el jueves en la cancha noté que cuando San Lorenzo nos hizo el 2 a 1 el estadio se enmudeció. Y yo jugué en la cancha de Boca ganando 2 a 0 y la gente de ellos se nos caía encima. Eso molesta y duele, por que en los momentos difíciles es cuando más necesitamos de ellos. Y cuando se produjo ese silencio atroz contra San Lorenzo, por que fue un silencio muy grande, también se sintió en la cancha…”
Esos dichos, sumados al hecho de haber declarado ante la justicia en una causa en contra de los barras y de José María Aguilar (“Estoy cansado de callar cosas”) más las interminables novelas por la renovación de su contrato, hicieron que el hincha de River lo mire de reojo y jamás lo pueda volver a sentir como a un hijo de la propia casa. A pesar que Ahumada se cansó de pedir perdón. El recelo, el rencor y el odio estaban instalados y creció exponencialmente cuando la gente de Boca lo tomó como un estandarte para burlarse de sus rivales de toda la vida.
Con cada vez menos participación aunque dando siempre la cara, el jugador se mantuvo en River hasta abril de 2010, cuando se declaró en libertad de acción y se marchó al Veracruz de México. De esa manera, Ahumada acabó con el calvario de los dos años anteriores, en donde se la pasó prácticamente recluido en su casa y conviviendo con el sufrimiento constante de su círculo familiar íntimo.
A partir del momento que Ahumada se desvinculó de la institución la mayor parte de los hinchas de River dieron rienda suelta a su odio y, hoy por hoy, no miden sus palabras a la hora de recordar al jugador. Tal es así que, por caso, La Página Millonaria lo tiene en su Top 10 de Antí Ídolos junto a, entre otros, Jesús Méndez, Julio César Cáceres, Hugo Gatti, Luciano Figueroa, Claudio Caniggia y Gabriel Cédres quienes -a diferencia de Ahumada- si cometieron “la herejía” de jugar en Boca.
Tras aquellas inmortales declaraciones y por múltiples razones, River se fue en picada hacía el descenso, conoció el infierno, renació y hoy parece haber reencontrado el rumbo. Aquel Silencio Atroz al que hizo referencia el volante quedó como una marca de agua en el corazón de los Millonarios y jamás volvió a sentirse en el Monumental. Ni aún en los peores momentos. Por su parte, Oscar Ahumada rehizo su carrera, pasó por México y Rusia, mostró una inédita faceta goleadora en All Boys y hasta fue convocado a la Selección Argentina por Alejandro Sabella. Pero claro, por más que quiera jamás podrá volver a caminar tranquilo por la Avenida Figueroa Alcorta. Es que en el barrio donde pasó los mejores quince años de su vida aún lo siguen esperando los Zombies…
En infinidad de ámbitos se suele afirmar, con total justicia (?), que casi todos los colorados, los rengos, los jóvenes calvos y los petisos son tremendos hijos de puta. Dicho esto, claro está, en un sentido totalmente callejero, mundano u arrabalero, por así llamarlo.
A los antes mencionados se los sindica de usar un hiriente e injustificado humor negro al extremo en todos lados; de estar siempre a la defensiva para contraatacar con una crueldad meditada ante cualquier comentario que se les haga y de intentar irse siempre a las piñas, más aun, si su contrincante es una persona que, intuyen desde el vamos, jamás les va a meter una mano. Son victimas de una especie de resentimiento de adoquín. Y concientes de ello, lo usan para beneficio y deleite personal, claro. Ahora bien, cuando chocan dos especimenes de esta clase ¿terminan abrazados? Por lo general si, aunque a veces suceda lo contrario.
Diciembre de 2001, el mes de los 250 pesos por semana, nos dejó otra clara muestra de ello, aunque en este caso se trataba de enanos. El día 2 de ese mes mientras Roberto Parra ganaba Gran Hermano; Los Pumas lograban otra derrota digna ante los All Blacks; Pelé le decía al mundo que nuestra Selección compartiría el grupo F con negros, pálidos y albinos y la prensa nacional lloraba la imposibilidad de un Argentina – Francia en la final del Mundial (?); en el Cilindro de Avellaneda se jugaba un nuevo clásico. Aunque no era un clásico más, claro.
Esa tarde, en un partido casi sin precedentes, se enfrentaron por la jornada 16 del Apertura: el miedo paralizador contra el cagazo irrefutable. Aunque estaban disfrazados del River del restituido Ramón Díaz y del gerenciado Racing de Mostaza Merlo. Y los dos equipos estaban atemorizados. Uno tenía temor de hilvanar su tercer subcampeonato al hilo y el otro tenía chances claras de salir campeón luego de 35 años, situación que les daba, a los racinguistas, la misma cantidad de ilusión como de cagazo.
El clima bélico entre el puntero, Racing, y su escolta a 5 puntos, River, se inició el fin de semana anterior en La Noche del Domingo, donde Maximiliano Estévez, en compañía de José Chatruc, le afirmó a Gerardo Sofovich: “A Comizzo le voy a hacer un gol con el culo”. El Chanchi no pudo esperar hasta el partido y comenzó a mostrar su orto ahí mismo ya que le sacó una moto al Ruso jugando al Jenga, vehículo que ambos futbolistas se terminaron disputando en una paradójica apuesta al campeón de la Copa Mercosur (el fanático de Huracán, Estévez, le fue a San Lorenzo y Chatruc, quién luego jugó en El Cuervo, se inclinó por el Flamengo).
Martín Cardetti siguió echándole nafta al fuego y afirmó que ese Racing era una escueta sombra de su River y que a ellos siempre les hacía goles, como los dos que les hizo el día de su debut con La Banda. En un clima de final del mundo ambos equipos salieron a la cancha y se seguía notando el pánico. Basta con repasar la tensión con la que Cambiasso y Bedoya gritaron sus tantos y como Merlo le pidió el final del partido a Baldassi tras el 1 a 1 aunque aún faltaban 5 minutos y el descuento. Tal era el miedo que empataron.
Y victima de ese miedo al que algunos llaman estupidez y otros llaman viveza, sobre los 90 minutos, El Chanchi comenzó a burlarse del Burrito Ortega cuando estaba por ejecutar un tiro libre. Estévez le fruncía la cara, se tocaba las axilas, le jadeaba como un animal. El mensaje no era del todo claro. Mono, gorila, orangután, macaco, primate, cavernícola. Sólo el diminuto delantero lo sabe.
Por supuesto, tras el 1 a 1 final y con todo Racing festejando, Ortega le metió un sopapo a Estévez mientras este era hostigado por Garcé. Cuando El Chanchi intentó ir tras el jujeño más por circo que por otra cosa, Cardetti apareció por ahí abajo y le metió una piña desde atrás. Y parece que esta si le dolió, ya que instantáneamente perdió los estribos y ni se percató que D´Alessandro le metió otro golpe y Coudet una patada. Estévez le tiró una piña a Cardetti pero, por supuesto, se quedó corto.
Y en ese instante, como aquellos que temen ser victimas del mismo veneno con el que tratan de herir a los demás, Maximiliano Estévez le dejó sus inmortales palabras a Marcelo Benedetto, quién justo andaba buitreando (?):
– “Pero bueno, estamos bien, seguimos a 5 puntos y bueno se lo quiero dedicar a Cardetti que fue un terrible cagón”.
– “¿A quién?”
– “A Cardetti que es un cagón mala leche y encima la mujer lo hace cornudo”.
Cuando se enteró de los dichos de su enemigo, Cardetti dio su palabra en un clima cercano al velorio y hasta se le quebró un poco la voz.
– “Lo único que quiero decir es que si me tiene que agredir que me agreda a mi pero en este caso está agrediendo a mi esposa y a mis dos hijas, que ahora voy a tener que ir a casa y seguramente comentarle a mis hijas que es lo que dijo este personaje. Así que bueno, nada más que eso. Después se verá en los abogados que dicen”.
Esa misma noche y obligado por Fernando Marín, un ¿arrepentido? Estévez apareció flanqueado por Macaya y Araujo en la apertura de Fútbol de Primera y con visible desprecio congoja le pidió perdón a la familia del Chapulín. Los indulgentes conductores lo felicitaron y mostraron su satisfacción por tan valiente actitud. Solo una vez más se cruzaron Cardetti y Estévez en un campo de juego (Racing – Olimpo, Clausura 2005) pero la cosa no pasó a mayores y apenas se saludaron. Lamentablemente, hasta el día de hoy, todos nos seguimos fumando a Marcelo Araujo.
Por supuesto, en una Argentina con los ánimos tan caldeados como aquella, el Tribunal de Disciplina de la AFA, el Juez de Paz de Avellaneda y el Comité de Seguridad en Espectáculos Deportivos sancionaron a Cardetti, Ortega y Estévez con 5, 4 y 3 fechas respectivamente… en mayo de 2002, cuando Argentina ya se había ido a la mierda, Racing había salido campeón, Cardetti había arreglado su incorporación al Paris Saint Germain tras estar seis meses colgado, River también había salido campeón, Ortega estaba por irse a Turquía y El Chanchi se encontraba lesionado.
Para que nadie diga que en 2001 la justicia tenía los ojos vendados. No, no, eso no sucedió en ningún ámbito.
La humillación, afirman quienes saben, es la cómoda antesala del odio. Y aunque las humillaciones -en sus diferentes variables- son recursos de uso casi cotidiano, las más temidas y dolorosas viven dentro de la psiquis de cada uno de nosotros y pocas veces se materializan o, por lo general, elegimos mirar hacía otro costado… Hasta que un día elegimos ya no hacerlo más.
Ser nena y que tu mamá le cuente a todo el mundo que te transformaste en señorita; ir al telo y que el amiguito jamás se levante; poseer un doctorado y que en tu trabajo te usen de mucama; estar conociéndote a vos mismo y que tu hermana abra la puerta; sufrir un accidente en la calle y tener la ropa interior sucia, son algunas de las situaciones más temidas por el ser humano promedio occidental. Humillación, vergüenza, pudor. A todas estas sensaciones las atraviesa la misma emoción: el miedo.
Sin embargo ¿Hay algo que genere más miedo que un hermano por elección, de esos por los cuales darías la vida se acueste con tu señora, la madre de tus dos hijos? ¡Por supuesto! Que se entere todo el mundo ya que el traidor es tu compañero de zaga en uno de los clubes más importantes de Hispanoamérica en un medio tan machista y arcaico como el fútbol. Llegan a Segurola y Habana: Eduardo Tuzzio y Horacio Ameli. Horacio Ameli y Eduardo Tuzzio.
Todo comenzó en 1998 cuando Alfio Basile los juntó en la zaga de San Lorenzo de Almagro. Tuzzio intentaba ser ese referente del fondo que El Cuervo había perdido tras la partida de Oscar Ruggeri aunque, claro esta, con marcadas diferencias tanto en el temple como en la personalidad. Para equilibrar sus falencias llegó Ameli, quién regresaba al país tras dos años en buen nivel en el Rayo Vallecano de España. La onda, la química y el entendimiento fueron totales, tanto dentro como fuera del verde césped. Tal es así que fueron titulares durante tres años y grandes baluartes en la obtención del Clausura 2001, ya con Manuel Pellegrini al timón del equipo.
Además ambos jugadores absorbieron la representación del plantel y se quedaron muchas noches haciendo cuentas y luchando contra Miele por el dinero que le adeudaba al grupo. “Peleamos por la plata nuestra, la de nuestros compañeros y la de los que se fueron”, era la frase de cabecera del Coco. Ese hecho los juntó y los hizo todavía más íntimos. En ese contexto, de incipiente aunque falsa fraternidad, el rosarino le presentó a Tuzzio a una ex novia suya, sin imaginar que este la terminaría desposando y convirtiendo, a la brevedad, en madre de dos preciosos niños.
La vida siguió su curso (?) y en 2003 El Ingeniero Pellegrini los volvió a juntar. Aunque esta vez en River Plate y a la inversa, ya que Tuzzio fue hacia el lugar donde ya se encontraba su compadre. Tras dos años en niveles aceptables, donde ganaron el Clausura 2004, una bomba de insólita envergadura estalló antes del partido contra Banfield por los cuartos de final de la Copa Libertadores 2005.
Tras rebajarse a revisar el celular de su mujer para comprobar que los rumores que le había acercado otro compañero eran ciertos, Tuzzio se abalanzó a los golpes sobre Ameli y tuvo que ser separado por cuatro compañeros. El damnificado (?) llamó a una reunión con todo el plantel, cuerpo técnico y dirigentes y allí blanqueó, con lujo de detalles, todo lo acontecido. La decisión del grupo -en voz de Marcelo Gallardo- fue darle vacaciones a Tuzzio y separar instantáneamente a Ameli del equipo, del plantel y de la institución, pero contó con la negativa de Astrada quién, aunque luego fue sindicado de haber manejado la situación con altura, lo único que no quería era poner como titulares a la dupla Gandolfi – Fernando Crosa.
A las pocas horas el chisme estalló en todos los medios gracias a Jorge Rial, quién hasta afirmó que uno de ellos había comparado un chumbo para matar al otro (?). Con todo el mundo posando su mirada sobre los zagueros y pese a que el Chipi Barijho se mofó los noventa minutos, River venció en esa serie al Taladro. Pero la situación ya era insostenible. Tras ser barridos por el Sao Paulo en semifinales, ambos jugadores fueron excluidos del equipo con ¿suertes dispares?.
Por un lado Ameli se vio condenado a entrenarse con los juveniles y hasta estuvo a punto de volver al plantel cuando asumió Mostaza Merlo quién, político como siempre, afirmó: “para mi, todos empiezan de cero”. Ahí fue cuando Gallardo mostró ser el macho alfa de la manada, ya que fue él quién le puso freno a esta idea del entrenador. En enero de 2006 El Coco logró un préstamo de seis meses en el club que lo vio nacer, Colón de Santa Fe, donde jugó 5 partidos en un pobre nivel y hasta hizo un gol en contra en la derrota ante Boca. Tras este breve paso siguió entrenándose en soledad hasta mediados de 2007, cuando finalizó su vinculo con El Millonario. La crucifixión, el olvido y la afirmación de que se trataba de un mal tipo, fue la peor humillación que el mundo del fútbol le brindó a ese jugador que se animó a hacer lo único que no debía animarse a hacer.
Por otro lado, un sentimiento sobreprotector desde la interna del fútbol abrazó a Eduardo Tuzzio quién, tras exiliarse un año en el Mallorca, volvió a River y ganó el Clausura 2008. Tras ser señalado como el principal responsable del último puesto Millonario en el Apertura de ese mismo año, en 2009 el jugador se unió a Independiente, donde ganó y fue elegido el mejor jugador de la Sudamericana 2010. Sus últimos cartuchos los gasta en la titánica tarea de salvar al Diablo del descenso sin poder, con 38 años a cuestas, separarse de ese mundo que lo humilla, jornada a jornada, por ser el menos viril en una tierra donde todos la tienen más larga y más gruesa. Además de erguida mayor cantidad de tiempo, claro.
Dando por descontado que, sintiendo empatía por alguno de los personajes de esta historia, cada uno de ustedes va a contar su situación más humillante en esta vida, sólo resta preguntar…