Ring Ring Balvorín: ¿De qué cuadro sos?

El fútbol y el boxeo van de la mano en muchos aspectos, uno de ellos tiene que ver con distintas circunstancias que llevan a un boxeador profesional a vestir sobre el ring los colores del club de sus amores. Algunos casos (la mayoría) tienen que ver con una iniciativa propia, sin segundas lecturas. En las peleas preliminares, donde los boxeadores son mucho menos conocidos, subir al ring con una camiseta puede volcar la preferencia del aficionado, según su gusto futbolístico.

Para los boxeadores de primera línea, la camiseta, el pantalón, las medias y las botas haciendo juego, representan generalmente el fanatismo; en una menor porción el agradecimiento a un club determinado (por el uso de sus instalaciones para la preparación, por ejemplo) y en una ínfima parte a un vínculo comercial.

Algunas décadas atrás, Horacio Accavallo, campeón mundial mosca, subía al ring con una bata con el escudo de Racing Club y el boxeador más importante de la historia del boxeo argentino, Carlos Monzón, era un reconocido hincha de Colón de Santa Fe que, sin embargo, en sus comienzos entrenaba en Unión, el clásico rival.

Seguir leyendo

Ring Ring Balvorín: La Bestia Romero

Más allá de los deportistas, los triunfos y los fracasos, están las personas, con virtudes y también con defectos. Esta es la historia de un hombre que tuvo una oportunidad gracias al más noble de los deportes, el boxeo.

César Abel La Bestia Romero nació en Merlo, provincia de Buenos Aires, el 25 de Enero de 1955 en un hogar extremadamente humilde, donde su padre Servando y su madre Antonia debían redoblar el esfuerzo cotidiano para alimentar a siete hijos. Cesar se crió prácticamente en la calle y desde los seis años trabajó para colaborar con lo que podía con la numerosa familia.

Tenía un fuerte carácter pendenciero que lo hacía mezclarse y entreverarse en todo tipo de disputa o pelea contra quien fuera. Entró por primera vez a una comisaría para pasar tres días detenido, después de pegarle una piña a un tipo pasado de copas que no lo dejaba entrar a un billar. El tipo tenía 36 años y terminó desparramado debajo de una mesa. Cesar Romero, por ese entonces, solo tenía 11 años y medía 1,86 m.

A los 12 se tatuó una mujer en medio del pecho, que con el tiempo se convertiría en un águila de alas desplegadas. Fue, el primer tatuaje de los veintitrés que se repartían por su cuerpo: brazos, torso, piernas y hasta el pene. A los quince años empezó a juntarse con gente muy pesada de la zona para hacer plata fácil. Comenzaron atacando un cementerio de trenes y locomotoras en la estación Libertad. Bronce, cobre, metales, lo que fuese. Se llevaban 150 kilos de metal por día y lo vendían. Luego, cebados, pasaron a levantar autos y, por último, a usar armas para asaltar comercios y gente, al voleo, en las calles.

Seguir leyendo