Christophe Robert
Esta es una de las historias más extrañas de extranjeros llegados a nuestro país. Este delantero nacido en Montyon, Francia en 1964 y que pasó por las diferentes selecciones juveniles de su país pero nunca en la mayor desembarcó a los 31 años en Argentina en 1995 para incorporarse a Ferrocarril Oeste. En su momento el público en general creía que se trataba un juvenil francés que por alguna casualidad llegaba al fútbol criollo. Sin embargo su historia dice que debutó en la primera del Nantes (1981-1991), que luego pasó al envidiado Mónaco (1991-1992) y que vistió los colores del Valenciennes (1992). Es precisamente en este club donde se produce un escándalo total al ser descubierto un intento de soborno con el Olympique de Marsella del que participó junto a Jacques Glassmann, Jorge Burruchaga (compañeros) y Jean Jacques Eydelie (jugador rival). Inclusive Marie-Christine Robert, su mujer, dejó pegado a todos cuando sostuvo que Eydelie les entregó en la víspera del juego una valija con plata en el estacionamiento de un hotel de Valenciennes.
Esa revelación provocó en aquel entonces un auténtico desastre que llevó al Olympique, campeón de Europa de ese año, a caer a la segunda división del fútbol francés, y a Bernard Tapie al borde del abismo. Este último, ministro y diputado radical en aquella época y ex presidente del Olympique acabó perdiendo sus mandatos, su fortuna y ganándose un lindo lugar en la cárcel.
Para ese entonces Robert y los demás jugadores perdieron la licencia de futbolistas profesionales hasta 1996. No obstante, llegó a Ferro en 1995 pero tampoco pisó un campo de juego, salvo en reserva.
De vuelta en Francia participó en el Louhans-Cuiseaux (1995-1996), AS Nancy-Lorraine (1996-1997), Nancy (1997) y Saint-Étienne (1997-1999).
También apareció un libro sobre el en el que colaboró, donde se confiesa, el «Le Blues, Du Petit Prince», algo así como el príncipe pequeño.
Sus números no son para nada despreciables, jugó 460 partidos en su carrera convirtiendo 110 goles. Pero venir desde Francia a jugar al verde de Caballito y ni siquiera pisar una cancha, lo define como una baldosero de ley.

Cucu