
Sergio Guillermo Roura
Con un par de nombres bastante pezuttis por delante como los de Jorge Comas, Carlos Bianchi, el Beto Alonso, Fernando Husef Alí, Nannini, Víctor Alejandro Lucero, Ischia y por qué no un Larraquy que cada tanto tiraba el ancla en los mediocampos del Toto Lorenzo, se hace difícil entender como nuestro homenajeado se las ingenió para asomar la cabeza en Primera. Pero lo hizo. Cosas de un Vélez allá a comienzos de la década del ochenta. Un momento de la historia en que sus hinchas ocupaban sin complejos la tribuna más chica del Amalfitani, su clásico era con Ferro, la palabra “flogger” “pandilla” no pertenecía a su universo y la vieja de Vélez debía ser una apetecible mujer.
La cosa es que Roura, volante de características ofensivas, tuvo su historia defendiendo la camiseta del Fortín. Fugaz, pero historia al fin. Nacido en Tranque Lauquen el 21 de abril de 1962, llegó a Vélez en el año 1980. Formó parte de la quinta división y rápidamente pasó a la cuarta. Pero toda su ilusión tuvo una frenada brusca. Sacó número alto en el sorteo de la colimba y estuvo año y medio haciendo el servicio militar. Volvió tras el parate obligado y en junio de 1982 subió a la reserva. Al toque firmó su primer contrato profesional y casi sin darse cuenta, se vio codo a codo en un plantel lleno de figuras comandado por Juan Carlos Lorenzo. Tuvo su debut en primera división y ratos aislados hasta llegar a su jornada soñada: el 30 de abril de 1983.
Por la cuarta fecha de la segunda etapa del campeonato Nacional, Vélez tenía una parada chiva: la visita en La Plata a un Estudiantes afiladísimo. No así los de Villa Luro que tres días antes habían perdido 3 a 1 con Temperley en cancha de Banfield, sufriendo las expulsiones de Vanemerak y el Turco Alí. La cosa es que en el medio de un trámite de palo y palo, a los 27 del segundo tiempo Roura marcó el único gol del partido con un toque suave de zurda que derribó un largo invicto Pincha como local, ya que última derrota databa de noviembre de 1982 ante Boca.
La emoción de Roura, tras el partido, rebotó en los vestuarios de 1 y 57: “…salí con la misión de ayudar a Larraquy, tomando a Sabella en mitad de cancha. Pero sin olvidarme de llegar. A los 10 casi se me da. El Beto me la bajó como los dioses dejándome solo por la izquierda. La pedí y le di de zurda pero el travesaño dijo que no. Islas no tenía nada que hacer. En el gol, Alonso sacó el pase increíble para Bujedo. Yo pisaba el área grande, aceleré y llegué justo para tocar de zurda en el segundo palo, solo, porque Lucero abrió el camino, llevándose a los centrales al primer palo. Es mi octavo partido en primera y hacer este gol fue la emoción más grande, algo realmente inolvidable…”.
Tras los flashes que lo llevaron a la fama, tuvo algunas apariciones más, pero está claro que ya nada fue igual. Completó los 19 partidos oficiales en Vélez, con dos goles convertidos y todo indica que no le quedó más remedio que ir a lo seguro y hacer pie en el under. De ahí se explican tal vez sus posteriores y mucho menos mediáticas apariciones con las camisetas de Sarmiento de Junín y Argentino de Pehuajó.