Hacé click en la imagen para ver la evolución del Pibe Maravilla Mauricio Cuero.
Author Archives: Keyser Soze
Amor a la Guita: Mariano Pavone
Barcia Ignacio
Ignacio Miguel Barcia Cabrera
En el segundo semestre de 2010, Independiente se jugó un pleno a ganar la Copa Sudamericana. No le salió mal, al menos en parte, ya que conquistó el título en una recordada definición por penales ante el Goiás brasileño. Sin embargo, pagó el descuido del torneo local con el último puesto en el Apertura, que a la postre (?) sería clave en el descenso consumado en 2013. En ese semestre, el Rojo cosechó miserables 14 puntos, producto de 2 victorias, 8 empates y 9 derrotas.
Para afrontar las últimas fechas de aquel campeonato, el Turco Antonio Mohamed apeló a un rejunte de juveniles, veteranos y relegados. Uno que sumaba sus primeros minutos oficiales era el lateral izquierdo Ignacio Barcia, que en el receso invernal había participado de la pretemporada, bajo el mando de Daniel Garnero. El pibe nacido en Capital Federal el 15 de junio de 1989 ya era todo un histórico del club. “Empecé a jugar a los cinco años, en el baby. Luego, a los ocho, pasé a cancha grande, tras un partido que se realizó entre los chicos del baby y los de cancha de once. Después de ese encuentro, que fue observado por Nito Veiga y Ricardo Bochini, me dijeron que me tenía que presentar en el predio de Wilde para sumarme a los entrenamientos de la categoría superior”, rememoró alguna vez.
Antes del debut, había ido al banco de suplentes en la segunda fecha ante Argentinos Juniors y hasta se había colado en la lista de buena fe de la Sudamericana, gracias a la lesión del paraguayo Cristian Báez. Finalmente, en la jornada 14, salió desde el arranque, con el número 13, en el empate 1 a 1 frente a Olimpo de Bahía Blanca. Esa noche, actuando como zaguero central, conformó una línea de 4 con el ya recuperado Báez, Carlos Matheu y Maximiliano Vélazquez. Matheu había puesto en ventaja al equipo de Avellaneda, que no supo aguantar el resultado y sufrió la igualdad en la última jugada por intermedio de Carlos Salom, que aprovechó una salida espantosa de Hilario Navarro.
Siete días después, reapareció entre los titulares contra Colón de Santa Fe, en un encuentro casi calcado. Otro defensor, esta vez Velázquez con un bombazo, adelantó al Rojo, pero el Bichi Esteban Fuertes lo empató a 15 del final para el Sabalero.
La tendencia de los goles sobre la hora se repitió en la fecha 16, en la derrota por 2 a 1 ante Estudiantes de La Plata, el líder. Aquella vez, Barcia compartió la última línea con Samuel Cáceres y Carlos Matheu. A diferencia de los choques anteriores, Independiente arrancó abajo en el marcador por el tanto de Juan Pablo Pereyra (horror defensivo al margen), pero lo igualó gracias a Nicolás Martínez, el hermano menor del Burrito. A los 85, la Gata Fernández, con un cabezazo bombeado, le dio el triunfo a los dirigidos por Alejandro Sabella. A pesar de la caída, los pibes made in Avellaneda se fueron aplaudidos.
Una semana más tarde, el juvenil se despidió para siempre de la máxima categoría en un olvidable 0 a 0 contra Lanús en La Fortaleza.
Tras la pretemporada de 2011, donde sumó algunos minutos extraoficiales, estaba afianzado en el plantel profesional (qué bien), aunque nunca salió del banco de suplentes (qué mal). Así fue en el duelo postergado del Apertura contra Tigre que se jugó en febrero, en el arranque del Clausura ante Vélez Sarsfield y en dos partidos de la Copa Libertadores, frente a la Liga Deportiva Universitaria de Quito y Godoy Cruz. Además, formó parte del grupo que viajó a Japón para disputar y perder por penales la final de la Copa Suruga Bank con el Júbilo Iwata. Por entonces, sonaba como posible moneda de cambio, junto con Federico Mancuello, para la llegada de Javier Cámpora (goleador del Clausura 2011 con Huracán) a Independiente y también hubo sondeos del Tijuana de México.
Sin chances en Primera, colgado por Ramón Díaz, que tomó el mando tras la salida de Mohamed, y casi que estorbando en Reserva, tuvo que salir a buscar lugar en otra parte. Lo encontró bastante cerca, en la famosa Isla Maciel, con la camiseta de San Telmo (2012/13) en la Primera B Metropolitana. “Fue un error haber ido porque significó bajar dos categorías luego de pasar por la Primera de Independiente. Jugué alrededor de 40 partidos y al final descendimos, así que terminó siendo peor”, reconoció tiempo después.
Con el Rojo viajando a lo largo y a lo ancho del país en la B Nacional, Nacho regresó al club, pero Miguel Ángel Brindisi lo mandó a entrenar con los marginados. Lo rescató Omar De Felippe, pero no tuvo acción y a comienzos de 2014 rescindió su contrato.

Enseguida se sumó a préstamo a la UAI Urquiza (2014), también de la B Metropolitana, donde ni jugó. Su última experiencia como profesional fue en Bahía Blanca, con los colores de Villa Mitre (2014/15) -12 encuentros, una expulsión- en el Federal B. “Estuvimos cerca de ascender. En febrero-marzo de 2015 me volví para acá y los clubes estaban casi todos armados, no había cupos. Me salió para ir a entrenar a Berazategui, pero al final contrataron a otro refuerzo y no se pudo dar. Ahí ya había cerrado todo y quedé parado”, contó hace algunos meses en una entrevista al sitio Doble Amarilla, en la que relató su experiencia actual como empleado de una empresa de limpieza.
“Después de que me quedé sin club, estuve tirando currículums en todos lados. Un día, una conocida mía me dijo que su padre trabajaba en una empresa de limpieza en la que se ganaba poco. Agarré y le dije que sí, porque la verdad estaba desesperado. Al otro día me llamó el padre y me dijo que tenía que ir a firmar el contrato y arrancar a trabajar. En ese momento me salvó, cerré los ojos y fui. Jamás había trabajado en algo como esto, siempre había jugado al fútbol, pero le di para adelante”, contó. “Tenía que conseguir trabajo porque en ningún momento llegué a estar bien económicamente. No podía mantenerme entrenando sin cobrar un peso porque no me daba la billetera, así que necesité salir a trabajar”.
Hoy, alejado por completo del fútbol, sueña con volver a las canchas, aunque sabe que es difícil: «Llegué a Primera, viví mi sueño. Tengo que creérmela un poquito», dice. Y agrega: «Me encantaría que algún club me dé una oportunidad».
Especiales: Franco Robledo, el alcanzapelotas colorado de San Lorenzo
Franco Robledo
Hay momentos de la vida en los que no queda otra que aferrarse desesperadamente a cualquier cosa que sea. Y vaya si una pandemia pelear el descenso no es uno de ellos.
Ricardo Caruso Lombardi, partícipe más que necesario de esta historia, asumió la dirección técnica de San Lorenzo de Almagro el 4 de abril de 2012, cuando todavía quedaban 11 fechas para el final de la temporada. El Ciclón tenía la soga al cuello: estaba antepenúltimo en la tabla de posiciones, apenas por encima de Lanús y Olimpo de Bahía Blanca, otro candidatazo en la lucha por mantener la categoría.
Luego del empate ante Racing Club, el Cuervo debía enfrentar como local a Godoy Cruz de Mendoza por la décima jornada del torneo Clausura. Pero el temporal que azotó a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a principios de abril de aquel año había causado estragos en las tribunas del Pedro Bidegain, por lo que el encuentro debió mudarse a La Bombonera.
Fue en ese partido que Caruso Lombardi descubrió a Franco Robledo, un chico de 16 años que jugaba como lateral por izquierda en las divisiones inferiores de San Lorenzo y solía desempeñarse como alcanzapelotas los fines de semana. Esa tarde, el Ciclón goleó al Tomba por 3 a 0 con goles del Puma Emmanuel Gigliotti y el Negro Cristian Chávez. Empezaba la levantada.
El laburo silencioso de Robledo comenzó a tomar protagonismo en la fecha 12, cuando el cuadro de Boedo recibió a Arsenal de Sarandí en el Bajo Flores. Aquel día, el Colo dio una clase magistral de cómo hacer tiempo que sacó de quicio a Cristian Campestrini, que terminó al borde de la expulsión. Los de Caruso volvieron a sumar de a 3, gracias a los tantos del uruguayo Juan Manuel Salgueiro y Gigliotti. “El Colo toca la pelota, la bautiza y se la tira a los arqueros. Es creer o reventar, pero metió dos victorias en dos partidos y estamos a un paso de salir de la Promoción”, se ilusionaban puertas para adentro.
Contra Olimpo de Bahía, dos semanas más tarde, se jugaban mucho más que 3 puntos. El gol de Martín Rolle, promediando el primer tiempo, parecía que iba a arruinar todo. Pero sobre la hora, Franquito la acomodó en el córner y Gigliotti, después de un pinball en el área, marcó el empate agónico. Había que seguir creyendo.
La masterpiece del Colorado, sin embargo, fue ante Newell’s Old Boys de Rosario, por la fecha 16. La Lepra ganaba 2 a 0 con goles de Pablo Pérez y Fabián Muñoz, pero en el segundo tiempo San Lorenzo lo dio vuelta gracias al doblete de Gigliotti y un tanto del yorugua Carlos Bueno.
En la previa, el ballboy, a esta altura ya toda una celebridad, se había abrazado con Sebastián Peratta, el uno de los rosarinos: «Lo fui a saludar y le dije «suerte», le di la mano, vino y me abrazó. Vino y me tocó la cabeza, me dio un beso en la cabeza y se fue», contó después del partido.
A pesar de hilvanar una serie de resultados positivos, San Lorenzo llegó en zona de descenso directo a la última fecha. Para aspirar a jugar la Promoción, debía ganarle a San Martín de San Juan, también comprometido con el promedio, y esperar a lo que pasara con Banfield, Atlético Rafaela, Tigre y Unión de Santa Fe, los demás complicados.
El ultrasudado 3 a 1 (doblete de Carlos Bueno y uno de Walter Kannemann, tras arrancar perdiendo) le dio una vida extra al Cuervo y, gracias a una combinación de resultados, también a los sanjuaninos. Ambos debían revalidar su condición de equipos de Primera División ante Instituto y Rosario Central, respectivamente. El Taladro, de inexplicable pésima campaña, se fue a la B sin escalas junto con Olimpo de Bahía Blanca.
Los libros de historia de fútbol dirán que el Ciclón ganó 2 a 0 en Córdoba (otro doblete de Bueno) y que empató 1 a 1 en el Bajo Flores (Néstor Ortigoza, de penal) y que todo terminó como correspondía: con Franco Robledo, el amuleto de la suerte, paseando en andas de Ricardo Caruso Lombardi.
Casi un año más tarde, cuando Newell’s volvió al Nuevo Gasómetro, Robledo fue a saludar a Peratta, pero la historia terminó de otra manera: «Lo fui a saludar porque la otra vez tuvimos buena onda. Y no sé qué pasó, pero me escupió. Era para agradecerle la buena onda que me había tirado en el partido anterior», explicó el chico. Dicho sea de paso, los de Rosario ganaron 1 a 0, con gol de Maximiliano Rodríguez.
Poco después, los días de fama del Colorado se diluyeron y, tras un breve paso por las inferiores de General Lamadrid, colgó los botines: “Tuve muchas lesiones en el camino. Me corté el tendón de cuádriceps y después tuve una lesión jodida en los meniscos. Hoy en día tengo los pies hechos pelota y sólo tengo 23 años. El fútbol te hace percha”, decía a fines del año pasado en una entrevista al diario Olé, que le daba respuesta a una pregunta que nos hacíamos todos: ¿qué habría sido de su vida?
Por estos tiempos, Franco Robledo es uno de los choferes que trasladan a los juveniles de San Lorenzo, siguiendo el negocio familiar tras el fallecimiento de su padre: “Mi viejo manejó el transporte escolar durante 35 años. Hoy me encargo con mis hermanos de llevar al colegio a los pibes que juegan en San Lorenzo y después los llevo hasta el club”, contaba sin ponerse colorado.
El clan Robledo
Facundo Robledo (Locurri)
El mayor de la dinastía Robledo (categoría ’91, y el único no colorado) jugaba como delantero, también en San Lorenzo, y llegó a actuar en la Reserva, bajo la dirección técnica de José María Martínez, a mediados de 2011. Sin embargo, nunca pudo afianzarse y quedó libre a principios de 2012.
«Hice todas las inferiores en San Lorenzo. Arranqué en septiembre del 99, cuando tenía 8 años, y jugué hasta febrero de este año, cuando me dejaron libre, sin margen de tiempo para ir a probarme a otro club», repetía a fines de ese año. «Yo en junio cumplía mi ciclo como jugador amateur y debía firmar contrato o quedar libre. El año pasado tuve la suerte de formar parte del plantel de Primera, cuando estaba el Turco Asad, donde debuté en Reserva de la mano de él, Pacha Cardozo y mi querido Negro Martinez, que en paz descanse».
En paralelo a su carrera en cancha de 11, desarrolló una interesante trayectoria en el futsal, primero en Juventud de Tapiales, el club donde también jugaron todos sus hermanos, y luego en Jorge Newbery y Atlanta, entre otros.
Lucas Robledo (El Colo)
Los que lo vieron jugar de chico en la categoría ’94 aseguran que este volante por derecha era crack en serio. A los 14 años, el Torino se lo quiso llevar por la patria potestad y poco tiempo después llamó la atención del Real Madrid, Catania y Milan. En simultáneo, daba sus primeros pasos en la Selección con la Sub 15, en compañía de Juan Musso, Alexis Zárate, Federico Andrada, Lucas Ocampos, Leandro Paredes, Francesco Celeste y Gaspar Iñíguez, entre otros.
En 2010, cuando actuaba en la séptima división, San Lorenzo le hizo contrato por 3 años. Por esos días estaba en la cresta de la ola. Si hasta Francisco, el hijo de Marcelo Tinelli, lo tenía como jugador fetiche y convenció al Cabezón de que tenía que verlo con sus propios ojos: “Tanto a mí como a mis compañeros nos sorprende lo que pasó. Es que hay tantos jugadores para ver y que Marcelo y su hijo elijan ir a ver a mi equipo y a mí es fuerte, más que nada por todo lo que él significa”, contaba.
En 2013 quedó libre y se fue a buscar suerte a Europa, pero regresó rápido. En 2014, bajo la atenta mirada de Bernardo Romeo, volvió a firmar como juvenil en San Lorenzo, aunque en uno de los primeros partidos en Cuarta sufrió una fractura de peroné que lo marginó durante varios meses. Así y todo, formó parte del plantel campeón de su categoría.
En 2015 sumó algunos minutos en la Reserva dirigida por el Pampa Claudio Biaggio que se quedó con el título, al lado de Gonzalo Prósperi, Marcos Senesi, el Chimy Ezequiel Ávila, Robertino Insúa, Facundo Quignon, Alan Ruiz, Juan Ignacio Cavallaro, Bautista Merlini, Tomás Conechny, Germán Berterame y Nicolás Reniero, entre otros.
Lejos del Ciclón, continuó su carrera con escasísima suerte en el ascenso, con los colores de Laferrere (2019).
Boca de rosa (2013/2014)
Después de rendirle un homenaje al pasado con la camiseta negra y blanca a bastones utilizada en el verano de 2012 y de meter un sold out con aquel experimento violeta doce meses más tarde, a mediados de 2013 Nike redobló la apuesta y presentó el nuevo uniforme alternativo de Boca Juniors: íntegramente rosa. Un supuesto guiño a la historia, que aparentemente no era tal.
Si bien con el tiempo se convertiría en uno de los outfits favoritos de las chicas que frecuentan las tribunas de Brandsen 805, aquel atuendo generó el repudio y la indignación de los hinchas más pasionales, que lo consideraban una traición a la historia xeneize.
“Dirigente$: si usamos la rosa, el partido no se juega. Boca es azul y oro”. Así amaneció una de las paredes cercanas a La Bombonera en la previa de la fecha 11 del torneo Inicial contra Rosario Central, que suponía el estreno de la nueva pilcha. Finalmente, por razones que nunca quedaron del todo claras, y en detrimento del reglamento, desde la AFA le comunicaron a Boca que debía jugar con la vestimenta tradicional y el Canalla haría lo propio con la suplente. Todo porque la rosa iba a estar acompañada por pantalones azules, iguales a los que habitualmente utiliza el cuadro rosarino.
Finalmente, tras las idas y vueltas, la casaca rosa salió a la cancha por primera vez en la despedida del Inicial 2013, ante Gimnasia y Esgrima La Plata en La Bombonera, acompañada de shorts y medias azules. El encuentro, apenas para marcar tarjeta, terminó 1 a 1 con goles de Franco Mussis y Emmanuel Gigliotti.
La polémica indumentaria volvió a aparecer, ya para despedirse, en el primer partido del verano 2014, curiosamente ante otro rival platense, Estudiantes. Esta vez, un conjunto minado de juveniles (Joel Rodríguez, Gonzalo Escalante, Francesco Celeste, Franco Fragapane, Joel Acosta, Guido Vadalá y Mauro González, entre otros) cayó por 1 a 0, con un tanto de Gastón Gil Romero.
Apenas un puñado de días después, la marca de la pipa presentaría la tercera camiseta de aquella temporada, que volvería a generar comentarios negativos entre los hinchas, historia que desarrollaremos en otra ocasión.
Amor a la Guita: Sergio Vittor
Amor a la Guita: Gabriel Paletta
Sales Benítez Robert
Robert Sales Benítez
Ninguna política migratoria abrió tantas puertas como aquellos goles del paraguayo Derlis Soto que amargaron a River Plate en los tempranos 2000. Uno de los guaraníes que intentó aprovechar ese freepass fue Robert Sales Benítez, un mediocampista ofensivo categoría ’90 que aterrizó en Huracán proveniente de las divisiones inferiores de Cerro Porteño y que había iniciado el vuelo en Nacional de Asunción.
Tras un puñado de meses en Reserva, en noviembre de 2009, Héctor Jesús Martínez, DT interino del Globo, decidió que era el momento de mandarle un mensaje claro a la dirigencia y puso en el banco de suplentes del duelo ante Independiente, válido por la fecha 16 del torneo Apertura, a cuatro chicos de las juveniles: Gerardo Maidana, Rodrigo Lemos, Guillermo Roffés y nuestro homenajeado del día.
Con el 0-1 en contra y decidido a buscar el empate, cuando faltaban apenas 10 minutos para el final del partido, Martínez dispuso el ingreso de Sales Benítez en lugar del defensor Pablo Jerez, en lo que sería su debut y despedida en la máxima categoría. Para colmo, el paragua fue testigo privilegiado de cómo el Chipi Darío Gandín marcaba el 2 a 0 definitivo.
El oriundo de Coronel Oviedo, capital del departamento de Caaguazú, volvería a tomar por asalto las primeras planas de los diarios a mediados de 2010, cuando la siempre astuta dirigencia quemera se aseguró el fichaje del delantero venezolano Yonathan Del Valle sin darse cuenta de que superaba el límite de jugadores extranjeros (además del guaraní, ya contaba en su plantilla con el colombiano Harrison Otálvaro y los uruguayos Diego Rodríguez y Agustín Peña).
En un puñado de días, Sales Benítez pasó por todos los escenarios posibles: desde nacionalizarse argentino (dicen que no aceptó) hasta irse a préstamo a otro club y así liberar el cupo que tomaría Del Valle. ¿Quién lo vino a buscar? Olimpia. «Viene para hacer algunas pruebas, pero probablemente se quede”, repetía ante los medios el presidente del Decano, Eduardo Delmás. El paragua viajó a Asunción, pero no logró pasar el filtro y tuvo que regresar a Buenos Aires.
El que terminó pagando los platos rotos fue el pobre Del Valle, que debió rescindir contrato sin siquiera haber debutado oficialmente y volvió al Deportivo Táchira, no sin antes llevarse unos billetes a modo de resarcimiento. Tiempo después, el venezolano desarrolló una interesante carrera en ligas menores de Europa, que lo llevó a representar a la Vinotinto en la Copa América Centenario 2016.
¿Y el protagonista de esta historia? Lejos de Parque Patricios y de nuevo en su tierra natal, pasó con más pena que gloria por Independiente de Campo Grande (2011) durante su primera excursión por la A, y luego se dedicó a despuntar el vicio en la siempre competitiva Liga Caaguazú de Fútbol con los colores de Atlético Caaguazú y 19 de marzo.