Las gastadas eran las mismas de ahora, pero en otro formato. Las redes sociales recién arrancaban y no eran populares. Casi nadie tenía Facebook. Ni hablar de Twitter. Los paints marginales circulaban por mail y todavía no habían ocupado el lugar que habían dejado los afiches de verdad, esos que Boca y River se pegaban en las calles después de cada éxito o derrota a fines del siglo pasado. Había una forma de cargar al rival y eso era a través de una bandera. Una palabra, una frase, una ocurrencia. Cualquier cosa que fuera hiriente podía ser contundente en un trapo bien colgado. Pero había que tener timing, claro.
Nos situamos en diciembre de 2006. Boca Juniors se encaminaba hacia el tricampeonato local, con 4 puntos de ventaja sobre Estudiantes de La Plata, cuando quedaban 6 en disputa. Parecía un trámite para Ricardo Lavolpe, quien había asegurado que a su equipo lo podía dirigir desde un helicóptero. Y casi que lo tuvo que pedir…para irse.
En la fecha 18, el Xeneize tuvo la posibilidad de consagrarse en Córdoba, pero por culpa de un gol de Franco Peppino cayó 1 a 0 con Belgrano. Al mismo tiempo, en La Paternal, Estudiantes le ganaba 2 a 1 a Argentinos Juniors con un gol de Juan Sebastián Verón muy cerca del final. El Pincha quedaba a 1 punto de Boca y se acercaba a algo que parecía impensado…pero el partido no había terminado.
A los 46 minutos del segundo tiempo, un centro del Bicho terminó en la cabeza de Gonzalo Choy González para decretar el 2 a 2 que dejaría absorto al Cholo Simeone. No sólo el DT de Estudiantes vio cómo se le escurría el sueño de campeonato en pocos segundos, sino que además los hinchas platenses tuvieron que sufrir el festejo alocado del jugador uruguayo con pasado en Gimnasia, el eterno rival. Fiesta en el Bosque.
El torneo debía definirse una semana más tarde, en la jornada 19. Boca, con 3 puntos de ventaja sobre su perseguidor, tenía todo servido para anotarse una estrella más. Hasta los pósters de tri campeón estaban preparados. No, no los virtuales, los de verdad.
El sábado 9 de diciembre, el Lobo recibió a Argentinos Juniors en pleno estado de éxtasis. No, no había nada que celebrar. O sí. Un ex jugador del Lobo le había arruinado el campeonato al Pincha. No estaba confirmado aún, pero ¿quién podía pensar lo contrario? No había tiempo para ser precavidos. Había que celebrar, era la última fecha del torneo. Había que olvidar el 7 a 0 del mismo torneo. Se venía Nochebuena, se venía Navidad. Y Papá Noel traía un regalo.
A los carteles de agradecimiento por parte de la gente, se le sumó una plaqueta por parte de la dirigencia. ¿¡Qué!? Sí, señor. Una plaqueta donde se lo reconocía por su pasado tripero (de 2001 a 2004). Y en ese marco lo felicitaron, además, por su tan valiosa conquista. Todo esto, acompañado por una (o en realidad, más de una) bandera con una leyenda que pasaría a la historia: «GRACIAS, CHOY«.
Encima, esa noche Gimnasia ganó 1 a 0 en el Estadio Único. Parecía un fin de año redondo, pero al otro día…
En el miso lugar donde el Lobo había celebrado anticipadamente, el León hizo su trabajo, venciendo 2 a 0 a Arsenal. Al mismo tiempo, debía esperar una mano de Lanús en la Bombonera. E increíblemente eso sucedió: Boca cayó 2 a 1 y llevó la definición a la cancha de Vélez, tres días más tarde.
Lo que pasó después es historia conocida: Estudiantes le ganó a Boca por 2 a 1, con goles de Sosa y Pavone. Dio la vuelta olímpica y tuvo tiempo tiempo de devolver la gastada con un trapo que decía «Gracias, Choy, ja ja ja».
Mucho más cruel y efectivo que un paint con 3.000 likes.