Sebastián Andrés Balsas Bruno (El Torero)
Breve y atípica, la carrera profesional del delantero uruguayo Sebastián Balsas pasó por todos los estadios posibles. Tuvo picos de euforia, caídas pronunciadas, momentos de incertidumbre y hasta ribetes casi trágicos. Todo eso condensado en un lapso de siete años.
Nacido en Montevideo en marzo de 1986, el botija metió sus primeros goles en inferiores con la camiseta de Nacional, el cuadro de sus amores. Sin embargo, en 2001 la economía familiar andaba a los tumbos, al ritmo de la crisis que afectaba a toda la región, obligándolos a bajar la persiana del negocio que tenían y a emigrar a España en busca de nuevas oportunidades y un futuro mejor. En el Viejo Continente, a la par de los estudios, le dio a pelotita en el Club Deportivo Oliver de Zaragoza y hasta casi se va a Inglaterra: “En un momento me quisieron llevar, pero no me animé: pensaba que iba a extrañar mucho a mis padres y a mis hermanos”.
En diciembre de 2005, en un viaje a su tierra natal, Balsas enfrentó en un fútbol 5 a un representante de jugadores, Gustavo Nikitiuk, que le vio condiciones y le ofreció testearlas en clubes del paisito. Primero estuvo un año en la Tercera de Liverpool, donde conoció a Emiliano Alfaro, y luego pasó un semestre en Miramar Misiones, sin chances de debutar.
Cuando estaba por pegar la vuelta a Europa, surgió un interés de parte de Racing de Montevideo (2007 a 2009), que la temporada anterior había descendido a la B. De la mano del baldosero Eduardo Favaro, el Cervecero conquistó el Apertura de punta a punta y Balsas se dio el gusto de jugar profesionalmente por primera vez a los 21 años. En el Clausura, ya con José Puente como DT, el verdiblanco mantuvo el buen nivel y garantizó el ascenso con varias fechas de anticipación.
En el regreso a Primera, Racing fue la sensación del Uruguayão y por su ubicación en la tabla anual 2008/09 se ganó un lugar en la liguilla, que otorgaba dos plazas para la Libertadores de 2010 y otros dos cupos para la Sudamericana 2009. Los de Sayago terminaron segundos, detrás de Cerro, y se metieron de cabeza en el certamen internacional más importante del continente.
Para ese entonces, Balsas se debatía entre ofertas de Nacional y Peñarol, que buscaban sus goles. El pibe ni lo dudó y firmó con el Bolso. Atrás quedaba una marca de 19 tantos en 51 encuentros con la casaca del Cervecero. En Nacional (2009/10) redondeó 20 presentaciones, la mayoría ingresando desde el banco de suplentes, y convirtió 5 veces (2 a Atenas de San Carlos y… 3 a Racing de Montevideo -que no los gritó, algo que no cayó del todo bien entre los hinchas tricolores-).
Para mediados de 2010, ya había dejado de ser el secreto mejor guardado del fútbol uruguayo y su nombre sonaba en casi todos los clubes de la vecina orilla. Lo buscaron, entre otros, Tigre, Estudiantes de La Plata y hasta River Plate, pero el destino del charrúa estaba en Boedo, Almagro el Bajo Flores.
«Me encantan los colores de San Lorenzo porque son parecidos a los de Nacional, el club del que soy hincha en Uruguay. Además, me gustó siempre porque acá jugó el ‘Loco’ Abreu, que es hincha de Nacional, es delantero como yo y tuvo un paso muy bueno por San Lorenzo», relataba en sus primeras entrevistas, vendiendo un poco de humo. «Espero lograr lo mismo que Abreu. Ojalá que, en el futuro, a un uruguayo tengan que preguntarle por mí».
El arranque de Balsas en San Lorenzo (2010) fue más que prometedor, con un golazo sobre la hora a Racing en el Cilindro en la tercera fecha y otro (más una asistencia a Menseguez) a Boca en La Bombonera, en la quinta. Sin embargo, la campaña del equipo de Ramón Díaz en la segunda mitad del campeonato dejó bastante que desear (terminó 14°) y rápidamente los aplausos pasaron a ser murmullos y silbidos.
Si hay algo que marcó a fuego la corta estadía del yorugua con la camiseta azulgrana fueron los cortocircuitos con el propio Ramón: «Me cuesta entender la decisión del entrenador, sobre todo porque hace seis meses firmé un contrato por cuatro años. Me dolió que no me dejen ir a la pretemporada. Jugué nueve partidos como titular y marqué tres goles -el tercero a Tigre, en la fecha 11-, no creo que sea una mala marca”, declaraba a comienzos de 2011, luego de que le comunicaran que no iba a ser tenido en cuenta, al igual que Fabián Bordagaray, Sebastián Rusculleda, Nelson Benítez, su compatriota Emiliano Alfaro y Diego Rivero.
En el medio, un temita recurrente en aquel plantel del Ciclón: el póker. “Yo le pregunté a Ramón porque no me quería y me dijo que era futbolístico. No creo que me haya mentido. Soy un gran profesional, pero me perjudicó lo que se dijo del póker. Estábamos jugando dos días antes del partido con Estudiantes. Preferí integrarme al grupo jugando con mis compañeros y no estando solo en la habitación. No soy una mal profesional por haber jugado al póker”, repetía acerca de la noche en la que se produjo un quiebre en la relación entre algunos jugadores y el segundo riojano más famoso del país.
Enseguida llegó a ser anunciado como refuerzo del Tenerife, aunque el pase no se concretó por problemas con la documentación. También estuvo varios días a prueba en el Malmö de Suecia, que descartó su contratación, y terminó regresando al paisito para un touch & go en Racing de Montevideo (2011).
A mediados de año se sumó a préstamo al Córdoba español, donde actuó poco y nada y para colmo se llevaba a las patadas con el técnico, Paco Jémez: «Nadie le ha dicho que se busque equipo ni que se vaya. Es jugador del Córdoba siempre que él quiera. Fue él el que vino a hablar conmigo para decirme que tenía una oferta de Argentina». Es que el uruguayo tenía todo arreglado para sumarse a Argentinos Juniors (2012), de cara al torneo Clausura.
Al Bicho de La Paternal, donde apenas disputó 8 encuentros, llegó a pedido de Néstor Gorosito -que renunció tras aquel recordado y confuso accidente– y huyó despavorido luego de un violento robo del que fue víctima junto a Sergio Escudero. “Fuimos a sacar dinero a un banco. Al salir nos encañonaron dos tipos y se nos subieron al auto. A Sergio, que iba manejando, lo pasaron para atrás y uno se sentó en el volante conmigo al lado. Me puso la pistola en el estómago y me decía que no me moviera, pero en un momento se me cruzaron los cables y le pegué una piña. Ahí empezamos a forcejear y el que manejaba sacó un cuchillo, me pegó dos puñaladas en la pierna y otra en el brazo, entonces me tiré como haciéndome el desmayado”, relató tiempo después al Diario Olé. Y siguió: “Me di cuenta que soy macho pero hasta la tercera puñalada, ja. El que estaba atrás me puso la pistola en la boca y me dijo que si me movía, me mataba. Fue un momento terrible el que vivimos”.
Decidido a alejarse de Buenos Aires porque “estaba muy perseguido, iba por la calle y sentía que todos me miraban como si tuviera plata en los bolsillos”, y porque tampoco estaba en los planes de Leonardo Rubén Astrada, aceptó la propuesta del empresario de medios Daniel Vila y se sumó a Independiente Rivadavia de Mendoza (2012), que buscaba el ascenso en las vísperas de su centenario. ¿Qué pasó? En plena pretemporada, Balsas se rompió la rodilla. Luego, se acentuaron los problemas: “En el segundo semestre empecé a sufrir problemas en la espalda, ya las últimas semanas perdía la estabilidad porque del dolor que tenía se me dormían las piernas como un acto reflejo. Quería jugar, recuperarme, me infiltré muchísimo…”.
Con tan solo 26 años, Balsas no podía más físicamente. “Se me terminó el contrato en Mendoza y me fui a España. ¡Fue el peor viaje de mi vida! En el avión no podía estar sentado del dolor que tenía. No bien llegué me hice estudios y los médicos no entendían como podía haber llegado a tener tres hernias, una que era enorme, y haber soportado tanto dolor. Pasa que como quería volver a jugar, me infiltraba y aguantaba. Hasta que no pude más”.
Tras una serie de operaciones que lo dejaron fuera de competencia en 2013, en 2014 se ilusionó con su tercer regreso a Racing de Montevideo buscando la recuperación. Durante el primer semestre se mantuvo entrenando con la Reserva del equipo uruguayo y en agosto se sumó al L’Aquila de la tercera división italiana, pero apenas actuó unos minutos y el cuerpo no dio para más.
“Álvaro González, que es un gran amigo que en ese momento jugaba en la Lazio, me contactó con un doctor italiano muy importante. Le llevé todos los estudios y le pedí que me dijera la verdad porque ya estaba cansado de toda esa situación. El tipo fue directo: «No podés volver a jugar profesionalmente», relató. Así fue que a fines de 2014, con apenas 28 años, Balsas colgó los championes de una vez por todas.
Por estos días vive en Zaragoza y, completamente alejado del fútbol, administra un restaurante al mismo tiempo que disfruta del anonimato “salvo cuando viene algún argentino o uruguayo. Cuando me reconocen trato de hacerme el boludo, pero por lo general no puedo, ja”.