
Especial: Etíopes en la Argentina
El Mundial Juvenil de fútbol que se desarrolló en nuestro país, en 2001, arrojó algo más que un triunfo deportivo por parte de José Pekerman y sus muchachos. Ese certámen dejó una historia digna de fábula que por aquél entonces tomó poca trascendencia en los medios de comunicación, a pesar de la magnitud de los hechos.
La ciudad de Salta albergó al grupo E de la Copa del Mundo Sub-20, comprendido por Ecuador, Holanda, Costa Rica y Etiopía. El equipo africano, que conocía sus propias limitaciones, terminó último en la zona luego de caer en sus 3 presentaciones. Así terminó la estadía de los etíopes en la Argentina. Aunque no para todos, ya que ocurriría algo fuera de lo normal.
Con el viaje de regreso asegurado, tres integrantes del plantel le dieron vida a una aventura que habían planeado con varias semanas de antelación. Getachew Solomon, Abubakar Ismail y Semann Hussein desaparecieron del Hotel Presidente, donde se alojaba la delegación de su país, el 25 de junio de 2001, un día después de haber quedado eliminados. Incluso las cámaras de seguridad registraron su salida a las 4:30 de la madrugada.
La prensa creyó en un principio que todo se debía a un simple juego de chicos. Pero con el pasar de las horas la situación se fue tornando más confusa y pronto la noticia de la desaparición misteriosa comenzó a circular por las calles salteñas. Se elaboraron varias especulaciones (según el Periodista de Página 12, Gustavo Veiga, se llegó a rumorear que planeaban casarse con jóvenes locales para pasar a Bolivia y hasta que tenían intenciones de vender fruta) pero ninguna fue lo suficientemente concreta como para llegar a encontrar a los tres futbolístas.
Además, había un antecedente fundamental que presagiaba una huída con ribetes políticos y sociales. Etiopía es un país devastado por la dictadura militar y sus habitantes tienen un promedio de vida saludable de 33 años. Además, ninguno de los tres tenía intenciones de alistarse en el ejército para participar de la guerra contra Eritrea.
Meses antes de disputar el Mundial Sub-20, el conjunto africano había jugado un cuadrangular en Francia. De los dieciocho integrantes del plantel, sólo diez habían regresado a su tierra.
Por esa razón el técnico de la selección africana sonrió cuando se enteró de lo sucedido, como quién ya está preparado para recibir una noticia. Los etíopes habían llegado a la Argentina el 28 de Mayo y les habían extendido, como se suele hacer en esos casos, una visa de trabajo por 90 días.
La semana posterior a la desaparición estuvo llena de incertidumbre. Sólo el dueño de un locutorio, ubicado en la calle Balcarce al 300, confesó haberlos recibido en su local con la ridícula (y quizás desesperada) intención de navegar por Internet sin dinero para pagar. «No tenían ni un cobre», declaró el encargado del cyber.
El 2 de julio, una semana después de haberse escapado (y ya con el resto del plantel en Etiopía), los tres aventureros fueron hallados sanos y salvos en una casa particular. Según se supo luego, los jugadores habían aprovechado el romance que uno de ellos, Getachew Solomon, mantenía con la joven que habitaba en esa casa, para encontrar un refugio permanente. Lo más llamativo es que la chica, llamada Verónica Gómez, sólo tenía 17 años y vivía con sus padres, que permitieron que los morenos se instalen con total comodidad. Lo que se dice hospitalidad.
La joven admitió la historia amorosa pero dio otra versión. «Yo fui novia de uno de los chicos que volvieron a Etiopía. Mucha gente de Salta les tomó simpatía, se hicieron famosos. La gente los adora. Antes de que quedaran afuera del Mundial, Ismail me pidió el teléfono. Me sorprendió. Pero a los dos días, tres chicos desertaron y entendí todo. Ismail me llamó, hablé con mamá Luisa y papá Juan Carlos, y les propusimos que vivieran en casa. Ahora escribo un libro con sus historias«, aclaró en una entrevista para el Diario Clarín.
Y ese libro, de haberse publicado, debe tener anécdotas muy jugosas. Una vez hallados, los futbolistas dieron a conocer, a travez de un abogado, sus intenciones de viajar a Estados Unidos para pedir asilo político, a raíz del temor que les provocaba volver a su país y ser fusilados por el régimen militar.
Con un poco de paciencia les contaron que debian eludir un par de trabas burocráticas y económicas. Los pasajes a Norteamérica no se regalaban (ni se regalan) en ningún lado, ni siquiera en ese último año de la convertibilidad.
La Justicia argentina admitió el pedido de hábeas corpus que habían solicitado y comenzaron a considerar la posibilidad de quedarse en el país para triunfar en lo que sabían hacer: jugar al fútbol. Pero tuvieron muchos inconvenientes para lograrlo. Al no conseguir un permiso de trabajo, tuvieron que conformarse con jugar en la liga local de Salta. Estuvieron varias semanas entrenando y jugando en Juventud Antoniana pero luego se aburrieron y decidieron triunfar en la gran ciudad.
En septiembre de 2001 viajaron a Buenos Aires para conseguir una autorización por parte de la AFA. Pero casi que les tomaron el pelo. Les explicaron que dependían de la decisión de la FIFA y les regalaron 3 pelotas para que se entretengan.
No contentos con eso, los africanos fueron por más. Pidieron una posibilidad en All Boys y se la dieron. Entrenaron una semana en el club de Floresta pero se quedaron sin plata para pagar el colectivo y no fueron más.
Alojados en un hotel capitalino de la calle Güemes soportaron varios meses gracias a los 300 pesos mensuales que el ACNUR (una dependencia de las Naciones Unidas) les otorgaba por ser refugiados políticos. Con esa plata pagaban la habitación, comían y hablaban por teléfono a Etiopía dos veces por mes. A diferencia de lo que les ocurría en Salta (donde eran ídolos de la ciudad), cada vez que querían ir a un boliche tenían que abonar la entrada.
La vida sin descanso de la capital les hizo ver cosas increíbles. Y por ejemplo, fueron testigos de un caso policial relacionado a la farándula. El 2 de noviembre de ese año
vieron como asesinaban a Miguel «El Vasco» Lecuna, el marido de la actriz Georgina Barbarossa, en una villa de San Martín.
Esa experiencia no los hizo apichonar, claro está. Más terror le tenían a la Policía. En su país, estaban acostumbrados a que las fuerzas de la Ley entren a toda hora a cualquier casa para llevarse un detenido injustificadamente. Ese miedo los hacía permanecer en Buenos Aires.
Sin embargo, uno de ellos, Seman Hussein, volvió a Salta para reencontrarse con la chica Verónica Gómez y su familia.
Los otros dos siguieron con su ilusión de jugar en el fútbol profesional de nuestro país durante algunos meses más. Dieron señales de vida por última vez a mediados de 2002. A continuación, una breve reseña sobre las trayectorias futbolísticas de los protagonistas de esta increíble historia.

Getachew Hassan Solomon
Arquero, promesa del Insurance Addis de su tierra. Nació el 15 de enero de 1984. Le adjudicaron el romance con la joven salteña aunque, a decir verdad, era el más parco y cerrado según cuentan los testimonios de la época. Un ejemplo: bajo ningún punto de vista quería ser fotografiado. En el Mundial de Argentina 2001 fue suplente.

Abubakar Osman Ismail
Volante nacido el 9 de abril de 1983. Jugaba en el club St.George de su país.
En la Argentina se mostró como el más extrovertido. Manejaba un inglés básico y también tomó clases de castellano para poder comunicarse con más facilidad.
Además de probarse en Juventud Antoniana y All Boys pudo ir junto a sus compatriotas al Estadio Monumental. «Fuimos a ver River 6-Central 1, fue hermoso. En Etiopía lo único que se conoce de Argentina es Maradona, lo conocen todos. Fue un jugador excelente, tiene una mano en su pierna izquierda«.
Cuando le preguntaron sobre las diferencias entre su país y el nuestro señaló que le sorprendía la cantidad de gente que hacía colas en los bancos y dejó una frase esclarecedora: «Buenos Aires es una ciudad muy grande, no se parece en nada a Addis Abeba, la capital de Etiopía. Allá estamos entre las montañas. Venir acá fue mi decisión. Yo decidí quedarme en Argentina. Y ya lo sabía desde antes de viajar. Pero no se lo dije a mi familia porque iban a empezar a llorar. Recién después se los comenté por teléfono. Yo tengo cinco hermanos y cinco hermanas y los extraño«.

Seman Wajo Hussein
Delantero que vino al Mundo el 18 de julio de 1983. Se inició en el club Ethiopian Coffee. Se mostró como el más sentimental de los tres. A mediados de enero de 2002 abandonó a sus dos compañeros en Buenos Aires y retornó a Salta. «En Buenos Aires se sentía mal. Cuando regresó, se abrazó a mi familia y se puso a llorar. Dice que nos extrañó mucho. Los chicos, como todos, necesitan afecto», declaró la salteña que lo tuvo en su casa.
Allí, a Hussein le festejaron sus 18 años y se mostró emocionado: «Es la primera vez que me festejan un cumpleaños. Y nunca me habían regalado una torta«.
Juan Pordiosero