Boca con publicidad borrada TV Color 1983

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Las desprolijidades en el Boca ochentoso que se codeaba con la miseria en lugar de ver desfilar minitas holandesas en la platea, estuvieron aun antes del tristemente célebre fibronazo ante Atlanta. De hecho, durante algunos partidos del Nacional 1983 cuentan las malas lenguas (?) que como no alcanzaban las camisetas adidas, hubo que saquear juegos de las divisiones inferiores para completar la equipación profesional.

Desde ya, todo incomprobable. Todo, menos esa marca notoria que lleva la Oveja Bordet en la parte azul de una camiseta que evidentemente un tiempo atrás mostraba TV Color en lugar de Vinos Maravilla.

Fabbián Cristian

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Cristian Alberto Fabbián

Luca, José, Jaime, Nicolás. Franco, Donato, Clara. Frank, Denis y Guillermo no serán diez fenómenos, pero se las ingeniaron para meter sus nombres apellidos en la historia del fútbol argentino. Tampoco son un equipo, pero sin embargo sus filas reciben un refuerzo de renombre: Cristian Fabbián.

Cordobés, marcador central, de 1,84 de altura y 80 kilos de peso, nació el 28 de mayo de 1969 y de chiquito correteó la bocha en las inferiores de Rácing de Córdoba, equipo que por aquellos primeros años de la década del ochenta, transitaba sin dudas su etapa dorada.

Lástima que para la hora de su incursión en Primera, ese mismo Rácing ya se lanzaba en caída libre hacia el under. Debutó y asomó apenas la cabeza en la temporada 1987/88, trató de hacer pie en la 1988/89 y no le quedó otra que poner el pecho a las balas en 1989/90 cuando se ganó un lugar entre los once que llevaron al descenso a la Academia de Nueva Italia. De hecho pisó la Bombonera junto a Misetich, Daniel Sosa, Maldonado, Américo Silviardo Ozzán, Arsenio Benítez, Daniel Ergo, José Barrella, Ibarra, Luis Araña Amuchástegui y Pablo Dialeva, en ese final del mundo (?) frente a Chaco For Ever para mantener la categoría. De más está decir que ser defensor central y perder 5 a 0 en ese contexto es mínimo como para pasar un par de largos años en el exilio.

Y algo de eso hubo, si nos agarramos de las versiones que dan fe de un paso por el Aurich de Perú. Muy atrás habían quedado lsa enseñanzas de Van Tuyne, la Pepona Reinaldi, Rodolfo Motta y Abel Herrera entre otros DTs, sus esfuerzos para jugar alguna que otra vez como volante, sus 19 partidos en primera y aquel 10 de diciembre de 1989: 1 a 1 frente a Boca en la Bombonera con gol casi desde mitad de cancha a Navarro Montoya en el arco de Casa Amarilla incluido. Su único gol en el fútbol grande.

Mucho más acá en el tiempo, su apellido (?) volvió a pisar fuerte en la Liga Bellvillense de Fútbol defendiendo los colores del club San Martín y en donde hasta apareció escalando alto en una tabla de goleadores.

Panathinaikos 2 – Boca 3

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La llegada del plantel de Boca a Atenas, en plena gira de 1984, fue bastante a los tumbos por decirlo suavemente. Primero y principal, porque cargaba sobre el lomo los nueve goles del Barcelona. Segundo, porque dos días antes había perdido frente al Sevilla con el caramelito incluido de cinco horas de espera en el Aeropuerto. Y tercero, porque surgió un tema legal que casi tira todo para atrás.

Boca debía cobrar un cachet de 15.000 dólares por presentarse en el Estadio Olímpico de Atenas frente al Panathinaikos. Pero un llamado de último momento de los directivos griegos al empresario catalán José María Minguella, organizador de la gira, trató de bajar el precio a 10.000 verdes. Finalmente hubo acuerdo, pero surgió un nuevo problemita. Los números no le cerraban al tal Minguella. El traslado de Boca de España a Grecia, más los gastos de estadía y demás, le costaron 30.000 dólares. Y cómo esa cifra era casi imposible de recuperar, sacó un as de la manga. Convenció a los popes del Panathinaikos para que la noche del amistoso con Boca, le hagan de paso cañazo, el partido despedida a Dimitris Domazos, catalogado por los medios como “el mejor jugador de fútbol que Grecia dio en toda su historia”. Poco importó que Domazos tuviera 42 años y ya hacía dos que había colgado los botines. La movida seguraba un estadio colmado de punta a punta. Y adelante con los faroles.

Efectivamente la noche del 31 de agosto de 1984, el Estadio Olímpico se venía abajo de gente. Pero poco pareció importarle a un Boca que arrancó con todo. Puso contra el arco a los griegos y a los 8 minutos, tras un centro de Stafuzza desde la derecha, el Potrillo Morena la dominó y cruzó un zurdazo medio incómodo a la red. Pero ese Boca no era garantía de nada. Cinco minutos después llegó el empate local gracias a un penal ejecutado por Charalambinis. Y casi sobre la media hora, el juez Antoine Vassaras, se puso la gorra otra vez tuvo vista de lince y dio otro penal. Pero esta vez, entre el palo primero y Balerio después, el arco xeneize se mantuvo a salvo.

Boca fue un poco más, pasó al frente con un gol de Porté tras un rebote, pero en el segundo tiempo hubo un nuevo empate local tras otro error de la defensa. Esta vez gracias a los servicios (?) de Mario Alberto. Pero en medio de un griterío ensordecedor de las tribunas, Porté bajó con el pecho un centro de Mendoza y clavó el 3-2 final con una media vuelta.

Con la victoria decretada gracias a la labor de Balerio, Pasucci, Alberto, Segovia, Cacho Córdoba, Stafuzza, Gallego Vázquez, el Pelado Sotelo, Porté, Morena y Carlitos Mendoza, Boca tuvo que salir arando para seguir su derrotero de amistosos. Los próximos destinos, Niza y Turín, obligaban a jugar dos partidos más en 24 horas. Hecho que dejó una reflexión final del técnico Dino Sani de camino al hotel: “…este equipo no está preparado para jugar en Europa y la verdad tengo miedo por lo que pueda pasar en Buenos Aires cuando se reanude el campeonato. Van a llegar destrozados fisicamente…”.

Fuera de stock: «La jornada está aquí»

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Durante varias décadas hubo dos formas de dar por terminada cada fecha de campeonato. Una, con el pitazo del árbitro. Y otra, los martes a la mañana en los kioscos de diarios luego de leer La jornada está aquí, la síntesis de cada fecha que religiosamente hacía la revista El Gráfico. Y bajo ese nombre cero marketinero, se daba una chance concreta de estar bien enterado de todo lo ocurrido en cada uno de los partidos. Obviamente, eran épocas de nula, escasa, poca y/o compactada televisación de los encuentros. O sea, no era un fútbol para todos (?).

Los enfermitos (?) de las estadísticas de parabienes, como así también los que no sabían una goma y pretendían chapear en el colegio recitando de memoria el once inicial de un Andino de La Rioja en el Nacional ’83, por ejemplo. Sólo era cuestión de estudiarlo y listo.

La jornada está aquí, incluía por el mismo precio, de todo: resultado, goleadores, estadio, formaciones, puntajes para el desempeño de cada jugador, foto de la figura, cambios, actuación del árbitro y hasta si se lesionaba, tarjetas, recaudaciones siempre y cuando fueran suministradas, el estado del campo de juego, incidencias de todo tipo y la vedette (?): un resumen escrito sobre el partido, precedido siempre por una valoración acerca del trámite del mismo. El texto ocupaba lo justo y necesario. Salvo cuando aparecían por ejemplo las definiciones por penales y el enviado tenía que hacer magia y demostrar un poder de síntesis admirable. O incluso no poder meter ni dos palabras. Hay que decir que por lo general eran de un tono serio salvo cuando se imponía delirar a algún equipo.

Así las cosas, un partido podía ser catalogado generalmente como Muy Bueno, Bueno, Intenso, Aceptable, Discreto, Mediocre, Malo y hasta Muy Malo. Eran contadas las veces que se podía ver un Excelente o un Pésimo. Pero ojo que cada tanto aparecían.

Con la elección de la figura uno debía estar preparado para casi todo. Desde ver amigos de la casa hasta ver a los mejores hasta ver jugadores de moda, tapados, NN’s con una tarde de gloria, rústicos, héroes, pibitos que debutaban, goleadores, pichones de crackpeseteros, locos, paquetes, arqueritos, arqueros y arquerazos. La realidad nos mostró que todos tuvieron la oportunidad de ocupar ese preciado lugar. Desde los monstruos hasta el resto de los mortales. O sea, cualquiera. Obviamente se podía ser figura sacando un 10, pero también con un 9, con 8, con un 7, zafando con 6 y hasta con un rasposo 5.

figuras

Las incidencias eran contadas al final del resumen y casi siempre luego de la aparición de la palabra “Detalle:”. Así que a veces, el detalle era nada más y nada menos un arquero atajándole dos penales a un mismo jugador, un goleador que había errado un penal pero había metido el rebote, una suspensión momentánea por corte de luz o por invasión de cancha o incluso la suspensión definitiva del encuentro por incidentes. Este tema de los partidos suspendidos abría un abanico (?) de posibilidades:  a veces se le ponía puntaje a los jugadores y se elegía una figura como si nada, otras veces se ponían puntos pero no se elegía figura y también hubo casos donde no había puntajes ni figura.

La actuación del árbitro era juzgada muy escuetamente, cosa que a veces alcanzaba. Pero a veces no. Así que hubo más de un caso en que se los mandaba en cana atado de pies y manos apareció aclarado los por qué de la calificación. Y hasta algún que otro detalle de color más.

Si bien la sección fue históricamente impresa en blanco y negro, entrados los 80’s se siguió con esa costumbre a excepción de las fechas jugadas entresemana. Recién en los 90’s hubo color sí o sí en todas sus ediciones. Cosa que estuvo bueno porque permitió ver en detalle los últimos gritos de la moda.

Generalmente ocupó dos páginas (salvo en los Nacionales, donde eran tres; y en las Liguillas, donde gracias si arañaba una)  y siempre aparecieron todos los partidos de la fecha en cuestión. Y esto, que parece una obviedad, ya no lo fue tanto promediando los noventa. Con el desembarco de los codificados, el partido de los lunes cambió las reglas de juego. Ahí fue cuando empezó a salir el partido del lunes de la fecha pasada y no el de la actual. La hora de finalización evidentemente se cruzaba con los tiempos de impresión. Pero más allá de lo insalvable de la cuestión, a partir de ahí ya nada fue igual. La coincidencia con la agonía de la revista terminó de quedar demostrada con un cambio de diseño total allá por 1998. Ya no fue lo mismo.

Su desaparición no generó suicidios en masa ni airados reclamos, pero sí la convirtió en pieza coleccionable por su valor a la hora de documentar terribles batacazos que fueron quedando en el pasado y hechos casi de ciencia ficción.

Su desaparición no generó suicidios en masa ni airados reclamos, pero sí la convirtió en pieza coleccionable por su valor a la hora de documentar terribles batacazos que fueron quedando en el pasado y hechos casi de ciencia ficción.

Chile 5 – Boca 1

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Obviamente no fue el fin del mundo, ya que eso (?) vendría dos años después. Pero perder 5 a 1 contra la selección chilena y no en el mejor de los contextos, fue un golpe durísimo. Tan duro como para acelerar la caída libre de ese equipo de Vladislao Cap que, a su regreso a la Argentina empató con River y Estudiantes en la Bombonera, se comió 4 en Córdoba frente a Talleres y quedó eliminado del Nacional en primera fase. Una enorme desilusión.

Y cuando decimos que el contexto no era el más apropiado nos referimos puntualmennte a la fecha en que cayó el amistoso (?): 20 de abril de 1982. Con 18 días de una guerra delirante impulsada por el hijo de puta de Galtieri Guerra de Malvinas desatada, y con un clima muy tenso por las gauchadas del gobierno chileno a Margaret Tatcher, Boca se presentó en el estadio Nacional de Santiago con cuatro buracos enormes en su columna vertebral. Y la excursión sin Gatti, Mouzo, Ruggeri y Gareca salió carísima.

Antes que termine el primer tiempo, la Roja (?) se puso 3  goles arriba gracias a Caszely y Moscoso. Y la goleada,  más algunos cánticos hirientes que bajaban de las tribunas armaron el caldo gordo para el segundo tiempo. Descontó enseguida el Polaco Matuszyckz, pero las expulsiones de Pasucci y Tesare, más un gol en contra de Lúquez sentenciaron el asunto.

Los once que salieron al campo de juego fueron la Pantera Rodríguez, Lúquez, Tesare, el uruguayo Krasouski, Cacho Córdoba, Bachino, Abel Alves, Marcelito Trobbiani, Pasucci, Miguel Brindisi y Matuszyckz.

Jara Orlando

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Orlando Faustino Jara (Cabeza)

Puntero izquierdo nacido durante 1965 en Colmena, provincia de Santa Fe, que tuvo su cuarto de hora en la temporada 1985/86 cuando disputó 8 partidos en la primera de Huracán. Tras competir sanamente con tipos como Janín, el Turco García y Damiano, se fue del fútbol como llegó: en absoluto silencio. Y por más que se hable de un supuesto paso posterior en la B con All Boys (1986/87), es obvio que su nombre no dejó una marca en el fútbol. Pero no por eso da para ningunearlo y hasta puede servir de modelo para que muchos pibes que andan en esto y viven haciendo la plancha mientras salen con la modelo de turno o se van de vacaciones a la Polinesia, se pongan las pilas.

Apenas uno de los seis hijos de la familia Jara, donde siempre fue todo humildad y esfuerzo, mostró desde el vamos tener los pies sobre la tierra. Y por más que se cruzara algo de fama en su vida, cuando en agosto de 1985 metiera un doblete en Avellaneda para que el Globo le ganara 2 a 1 a Independiente, jamás se la creyó ni puso carita de canchero a esos flashes del momento que lo persiguieron varios días. Es más, abrió la puerta de su casa en González Catán y aprovechó a contar un par de cosas más que interesantes.

Que su irrupción el fútbol se vio demorada por la garcha de la colimba que tuvo que hacer en Río Gallegos durante 1984. O que desde tantos kilómetros de distancia tuvo que seguir cómo su hermano mayor Ramón Aníbal, ex inferiores de San Lorenzo y dedicado de lleno al boxeo, se desvivió con un solo objetivo: poder encontrar a su mamá, María Mercedes Martínez. No tenemos el dato certero, pero el año de nacimiento y el hecho de tener una madre desaparecida nos generó el peor de los presentimientos. Pero no. Hubo final feliz: “…que triste fue esa nota sobre mi hermano. Pero por suerte todo salió bien…”.

Toda su habilidad en la izquierda del ataque quemero estuvo obligada a convivir con la habilidad de sus manos en la fábrica de mocasines en Villa Soldati, lugar donde laburaba casi todo el día. Así que con 20 años dio otra muestra de sensatez: “…la verdad necesito trabajar porque sino no me alcanza la plata. Por suerte me tienen mucha consideración y me dan permisos especiales para ir a entrenar…”.

Cómo siguió su vida es un misterio. Lo que sí queda claro, es lo complicada que la tuvo. Que sirva de atenuante.

Papa Eduardo

papa

Eduardo Alejandro Papa

Bastante mal la pudo haber pasado nuestro homenajeado cuando se besó la camiseta del Globo frente a la tribuna de Casa Amarilla casi llena de hinchas de San Lorenzo. Pero no. Por suerte, más allá de algunos proyectiles que no hicieron blanco, la sacó barata esa tarde de noviembre de 1985 y se fue de la Bombonera sano y salvo tras el 0 a 0. Hecho no menor, ya que le permitió llevar adelante una trayectoria de 19 partidos oficiales en la máxima categoría del fútbol argentino.

Defensor central que empezó a asomar la cabeza en Huracán durante la temporada 1985/86 debido a la infinidad de cambios que el técnico Varacka probó fecha tras fecha. De esta manera, el Puchero peló a Papa en cancha y así fue como se terminó ganando un lugar en esa ensalada de nombres que iban y venían todas las fechas. Metió un gol, jugó un buen partido en cancha de River pero su futuro no tardó en cocinarse mal.

De la mano de los Beltrán, Torino, Tutino y Jara fue devorado por el descenso, hecho que marcó a fuego al Globo y seguramente cortó en pedacitos su carrera. Dijo presente la noche decisiva del 24 de junio de 1986 frente a Deportivo Italiano en cancha de Vélez y su apellido terminó de hacerse puré en el fútbol de los domingos.

Sin embargo tras bocha de años en el freezer, se las rebuscó para no ser pisado por el olvido. En los últimos años apareció dirigiendo la categoría 98 de Lanús, despuntando el vicio con la Mutual de Veteranos de Huracán y hasta dejando su nombre grabado en un listado de árbitros del ascenso.

Cobián Juan Manuel

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Juan Manuel Cobián

Antes que cualquier jugador de fútbol sea considerado polifuncional habría que recomendarle dos cosas: una, que asimile conceptos tácticos para desempeñarse y conocer los secretos de diferentes puestos dentro del campo de juego. Y dos, tal vez la más importante (?), que mire un poquito la carrera de Juan Manuel Cobián. Muchacho nacido en el conurbano bonarense en noviembre de 1975, y que tras un fugaz paso por las infantiles de Estudiantes de Buenos Aires, llegó a La Candela con edad de pre Novena para ponerse la azul y oro.

Hermano de los futbolistas Mariano y Fernando, su arribo a pura ilusión fue dejando bien en claro que llegaba un ocho de interesante ida y vuelta. Pero al comenzar su derrotero en las inferiores pasó a ser utilizado inmediatamente como volante central. Hasta que su camada llegó a las manos de Raffo como entrenador. Y el Coqui lo puso de cuatro. Y aunque es verdad que el Tano Novello más tarde lo usaría como tres, la zona derecha de la defensa quedó definida como su lugar en el mundo. Aunque su sueño, evidentemente, era otro: “…me gusta jugar de cinco. Porque de chico siempre lo hacía. Me gusta tener la pelota y creo que tengo la capacidad de hacer jugar bien al equipo. Quizás no me me luzco tanto en la cancha. Pero me gusta lograr que mis compañeros jueguen bien…”.

Allá por mayo de 1993, en la Quinta división, llegó a destacarse al ser nombrado capitán y hasta fue bautizado “capitán de la ilusión”, por encabezar una camada de pibes que prometía y mucho. ¿Quiénes eran? Luppino, Huici, Silvio Rivero, Dotta y Gustavo Aranda, entre otras joyas de la cantera. Pero en los ratos libres seguía tirando fichines a ver si se salía con la suya: «…le pego bastante bien a la pelota, me gusta estar en contacto con ella. Soy un jugador de marca, pero cuando me suelto en ataque sé bastante y tengo capacidad para definir así que puedo jugar arriba y hacer goles. También me encantan los tiros libres, queiro patear siempre…». Viendo como venía la mano, hasta Morfú y Cañete, los arqueros de ese equipo, deben haber vivido momentos de intranquilidad en la lucha por la titularidad.

Así despacito y en silencio, llegamos como por arte de Maggia al 14 de enero de 1997, primer partido de Bambino Veira al frente de Boca. Y esa jornada, llevada a cabo en el Morumbí para enfrentar al San Pablo en el marco de una copa amistosa llamada Clubes Hermanos, fue el escenario que vio a nuestro homenajeado correr sus únicos 5 minutos en la primera de Boca. Ingresó por Néstor Lorenzo a los 85 y al toque del segundo gol de San Pablo. Así que vio en vivo y en directo y desde adentro de la estancia, el descuento esperanzador de Pedro González y el mazazo definitorio de Serginho para la derrota 1 a 3 final.

Pese al estreno, no tendría la mínima chance de ganarse un lugar en ese plantel y siguió carrera inmediatamente en Huracán de Corrientes (1997/98). Lo que vendría despues es evidentemente obra de un muy buen representante, como mínimo, raro. Un paso por el fútbol inglés en el Sheffield Weds, Charlton Athletic y Swindown Town. Hubo en el medio un toco y me voy en el Aberdeen de Escocia (2000) y más tarde una chance en España con la camiseta del Linares en la segunda B (2003). Pero un buen día pegó la vuelta y se fue muy cerquita de sus orígenes en el Pincha de Caseros: a Almagro (2004 a 2006), el rival de toda la vida, para ser más exactos.

(Publicado casi (?) en simultáneo con Imborrable Boca)