
Durante varias décadas hubo dos formas de dar por terminada cada fecha de campeonato. Una, con el pitazo del árbitro. Y otra, los martes a la mañana en los kioscos de diarios luego de leer “La jornada está aquí”, la síntesis de cada fecha que religiosamente hacía la revista El Gráfico. Y bajo ese nombre cero marketinero, se daba una chance concreta de estar bien enterado de todo lo ocurrido en cada uno de los partidos. Obviamente, eran épocas de nula, escasa, poca y/o compactada televisación de los encuentros. O sea, no era un fútbol para todos (?).
Los enfermitos (?) de las estadísticas de parabienes, como así también los que no sabían una goma y pretendían chapear en el colegio recitando de memoria el once inicial de un Andino de La Rioja en el Nacional ’83, por ejemplo. Sólo era cuestión de estudiarlo y listo.
La jornada está aquí, incluía por el mismo precio, de todo: resultado, goleadores, estadio, formaciones, puntajes para el desempeño de cada jugador, foto de la figura, cambios, actuación del árbitro y hasta si se lesionaba, tarjetas, recaudaciones siempre y cuando fueran suministradas, el estado del campo de juego, incidencias de todo tipo y la vedette (?): un resumen escrito sobre el partido, precedido siempre por una valoración acerca del trámite del mismo. El texto ocupaba lo justo y necesario. Salvo cuando aparecían por ejemplo las definiciones por penales y el enviado tenía que hacer magia y demostrar un poder de síntesis admirable. O incluso no poder meter ni dos palabras. Hay que decir que por lo general eran de un tono serio salvo cuando se imponía delirar a algún equipo.
Así las cosas, un partido podía ser catalogado generalmente como Muy Bueno, Bueno, Intenso, Aceptable, Discreto, Mediocre, Malo y hasta Muy Malo. Eran contadas las veces que se podía ver un Excelente o un Pésimo. Pero ojo que cada tanto aparecían.
Con la elección de la figura uno debía estar preparado para casi todo. Desde ver amigos de la casa hasta ver a los mejores hasta ver jugadores de moda, tapados, NN’s con una tarde de gloria, rústicos, héroes, pibitos que debutaban, goleadores, pichones de crack, peseteros, locos, paquetes, arqueritos, arqueros y arquerazos. La realidad nos mostró que todos tuvieron la oportunidad de ocupar ese preciado lugar. Desde los monstruos hasta el resto de los mortales. O sea, cualquiera. Obviamente se podía ser figura sacando un 10, pero también con un 9, con 8, con un 7, zafando con 6 y hasta con un rasposo 5.

Las incidencias eran contadas al final del resumen y casi siempre luego de la aparición de la palabra “Detalle:”. Así que a veces, el detalle era nada más y nada menos un arquero atajándole dos penales a un mismo jugador, un goleador que había errado un penal pero había metido el rebote, una suspensión momentánea por corte de luz o por invasión de cancha o incluso la suspensión definitiva del encuentro por incidentes. Este tema de los partidos suspendidos abría un abanico (?) de posibilidades: a veces se le ponía puntaje a los jugadores y se elegía una figura como si nada, otras veces se ponían puntos pero no se elegía figura y también hubo casos donde no había puntajes ni figura.
La actuación del árbitro era juzgada muy escuetamente, cosa que a veces alcanzaba. Pero a veces no. Así que hubo más de un caso en que se los mandaba en cana atado de pies y manos apareció aclarado los por qué de la calificación. Y hasta algún que otro detalle de color más.
Si bien la sección fue históricamente impresa en blanco y negro, entrados los 80’s se siguió con esa costumbre a excepción de las fechas jugadas entresemana. Recién en los 90’s hubo color sí o sí en todas sus ediciones. Cosa que estuvo bueno porque permitió ver en detalle los últimos gritos de la moda.
Generalmente ocupó dos páginas (salvo en los Nacionales, donde eran tres; y en las Liguillas, donde gracias si arañaba una) y siempre aparecieron todos los partidos de la fecha en cuestión. Y esto, que parece una obviedad, ya no lo fue tanto promediando los noventa. Con el desembarco de los codificados, el partido de los lunes cambió las reglas de juego. Ahí fue cuando empezó a salir el partido del lunes de la fecha pasada y no el de la actual. La hora de finalización evidentemente se cruzaba con los tiempos de impresión. Pero más allá de lo insalvable de la cuestión, a partir de ahí ya nada fue igual. La coincidencia con la agonía de la revista terminó de quedar demostrada con un cambio de diseño total allá por 1998. Ya no fue lo mismo.
Su desaparición no generó suicidios en masa ni airados reclamos, pero sí la convirtió en pieza coleccionable por su valor a la hora de documentar terribles batacazos que fueron quedando en el pasado y hechos casi de ciencia ficción.
Su desaparición no generó suicidios en masa ni airados reclamos, pero sí la convirtió en pieza coleccionable por su valor a la hora de documentar terribles batacazos que fueron quedando en el pasado y hechos casi de ciencia ficción.