Robar en pesos, roba cualquiera. Y lo decimos por experiencia propia (?). La posta para cualquier protagonista del fútbol argentino, es juntar una buena cantidad de billetes pesados, preferentemente en poco tiempo y a escondidas, bien lejos de nuestro país, cosa de que el hecho pase desapercibido, disminuyendo las chances de quedar pegado. Robar en petrodólares, entonces, debería ser la meca del futbolista. Y ni hablar si el atraco lleva sólo 45 minutos, situación que le tocó vivir a Rolando Zárate.
Todo comenzó a mediados de 2004, cuando el Roly logró destaparse en uno de sus tantos regresos a Vélez Sársfield, convirtiéndose en el goleador del torneo Clausura. Con 25 años, parecía estar en el pico de su trayectoria, luego de sus pasos por el Real Madrid y otros equipos falopa del exterior.
Todavía no había terminado el campeonato, cuando a Zárate le llegó un ofrecimiento único: ir a jugar la final del torneo de Arabia Saudita para el Al-Ittihad, a cambio de 300 mil dólares (100 mil para él y 200 mil para Vélez). Además, en los medios argentinos había trascendido que le iban a regalar un auto de lujo. Todo eso por tan solo un partido de fútbol. ¿Y gracias a quién? ¡A Bilardo! ¿Eh?
Resulta que al Narigón, que por aquellos días dirigía a Estudiantes de La Plata, los árabes le habían pedido a Ernesto Farías, figura del Pincha. Claro que el Doctor no tenía intenciones de largar a su goleador en medio del torneo, así que enseguida recomendó al delantero de Vélez. Porque al rival hay que ayudarlo, siempre (?).
A Tecla Farías todavía no se le había pasado la calentura, cuando el Roly ya había aceptado la propuesta, aún sabiendo que tenía que hacer un viaje larguísimo y a la vuelta seguir jugando a Vélez. De hecho, antes de irse metió un gol (el otro fue de su hermano Mauro) en la victoria 2 a 1 ante Colón, por la 17ª fecha.
Para entretenerlo, en el vuelo seguramente le hicieron ver un video como este para ponerlo en contexto:
A su llegada a la ciudad de Jeddah, el más platinado de la dinastía Zárate contempló el Mar Rojo y fue presentado a los jeques de Los Tigres, como se lo conoce al Al-Ittihad, el club más antiguo de Arabia Saudita. No habían pagado tanta plata porque sí. Esperaban mucho de él. Y se lo hicieron saber.
En el equipo no había otros argentinos, pero el entrenador era brasileño, al igual que dos de sus compañeros. Por lo menos, había gente con quién falar (?).
Después de tres días de entrenamiento, llegó el día del partido. No uno cualquiera: era la final del campeonato nacional, ante el Al-Shabab, que ese año había sido la revelación. La obligación de ganar el título, era del equipo de Zárate. Y como ya dijimos antes, se lo hicieron saber (?).
Finalmente, llegó el día esperado. El Roly salió a la cancha con la camiseta aurinegra y sus inconfundibles claritos. Le dejaron patear un tiro libre y le salió una masita por abajo que detuvo sin problemas el arquero. Los jeques se miraron con desconfianza en la tribuna. Los Tigres fueron y fueron, pero no pudieron romper el marcador ante un rival que era claramente inferior. Los jeques seguían mirándose. Terror.
Cómo habrá sido la cosa, que en el entretiempo lo sacaron al argentino. Sí, al tipo que habían pagado 300 lucas verdes. ¿Y el auto de lujo? ¡Ja! contate otro (?).
En la segunda mitad, ya sin el Roly, el Al-Ittihad fue a buscar el partido por obligación y le terminaron haciendo un gol, gracias a una cagada de un defensor, al que seguramente le deben haber dado su merecido (para que se den una idea, jugadores de ese equipo han llegado a ser castigados con latigazos por no comportarse durante un partido). ¿Resultado final? Ganó el Al-Shabab por 1 a 0 y se coronó campeón de la liga árabe.
Según contó el propio Zárate en una nota para El Gráfico, se tuvo que escapar ni bien terminó el partido: “Teníamos un miedo terrible por la gente, que estaba loca por haber perdido la final. Había 50 mil personas en el estadio. Fue una experiencia muy rara, muy diferente a lo que se vive habitualmente”. Y agregó: “la guita ya la habían depositado antes. Nos duchamos, nos dieron una medalla, saludamos al jeque, y del estadio nos fuimos al aeropuerto. A las 12 de la noche ya volábamos hacia Buenos Aires”.
Pero no todo terminó ahí. De vuelta en Argentina, el Roly se perdió los dos últimos partidos del torneo, porque los árabes, re calientes por haber perdido la final, no mandaron el transfer de restitución.
Para suerte del jugador, nadie lo alcanzó en la tabla de goleadores y se llevó al menos ese reconocimiento personal, con 13 tantos. En tu cara, Tecla.