Boca 1 – Sevilla 3

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Dos días antes de la derrota en la Bombonera donde Maradona jugó un tiempo para cada equipo, la letra chica del contrato con Telemarket SA obligaban a Boca y al Sevilla a enfrentarse en el Chateau Carreras de Córdoba. Amistoso que contó con el arbitraje de Juan Bava y estadio a reventar. Poco importó el verdadero jeroglífico que el Maestro Tabárez mandó al campo de juego y la gente copó las tribunas ese lunes 12 de octubre de 1992 por dos motivos. Como era feriado el sólo hecho de ver a Diego jugando ya garpaba la entrada. Y si de paso había gaste asegurado a River por el triunfo clave en el superclásico del Apertura conseguido 24 horas antes en cancha de Boca, la fiesta estaba garantizada.

Bueno, no tan garantizada. En realidad el Sevilla hizo lo que quiso con Pogany, Aldo Paredes, Horacio Acosta, Marchesini, Arruabarrena, Benetti, Magoo Pereira, Neffa, Carranza, la Larva Saturno y Charles. Ojo que luego fueron entrando Cenci, Javier Espinoza, Talarico, Gastón Barroso y poco pudieron hacer al respecto.  La victoria sevillana fue contundente y el 1 a 3 final se cerró con goles de Losada, Suker y Carbajal para los españoles y Espinoza para Boca.

Arsenal rojiblanco 1993

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Mucho tiempo antes que Arsenal de Sarandí se convierta de la noche a la mañana en un club modelo afianzado en Primera A, tenga un estadio de cemento con iluminación de primer mundo, cuente con equipos siempre bien reforzados y gane Sudamericanas, Surugas Banks y juegue Copas Libertadores, los del Viaducto supieron lucharla día a día mientras hacían lo que podían.

Como en esa fría noche de 1993, cuando por el Nacional B empataron 1 a 1 con Gimnasia de Jujuy haciendo de local en la cancha de Independiente y luciendo una camiseta alternativa de Adidas color rojo con vivos blancos. En la foto vemos al arquero Pardal enfrentando a Mario Lobo.

Pereyra Miguel

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Miguel Ángel Pereyra

Un mes después del descenso y ya con el cartelito de equipo de la B bien colgado, Racing tuvo que levantar cabeza y tratar de armarse lo más dignamente posible para jugar la Copa de Oro en Mar del Plata. Por eso, el sábado 14 de enero de 1984 salió al estadio Minella a jugar contra Boca y, para qué negarlo, a exponerse a todo tipo de cargadas. Y como si el tema del descenso no alcanzara, el arquero elegido aportó lo suyo. La historia cuenta sobre tres goles de Boca en la primera media hora y una noche negra de Pereyra en el arco de Racing. Pero hubo algunos atenuantes.

Miguel Pereyra, arquero uruguayo de 29 años y procedente de Defensor, arribó a la Argentina ese mismo sábado 14 de enero por la tarde, junto a Daniel Ocampo e Italo Ortiz. Y su llegada fue pura y exclusivamente por esa noche, ya que tenía que volverse de raje a Uruguay porque Defensor tenía un partido importante por la Liguilla. O sea, la misión era atajarse la vida ante Boca, convencer al técnico Jorge Castelli y ganarse el arco de Racing. Nada de esto pasó.

La Academia formó con Pereyra, Veloso, Williener, Castello, Juan Solari, Caldeiro, Rotondi, Leiva, Matuszyckz, el Gaby De Andrade y Ocampo. Y su destino empezó a quedar sellado desde los ocho minutos, cuando la suerte evidentemente le hizo saber que no sería su noche. Un tiro de lejos de Carlitos Mendoza, se desvió en la cadera del Gallego Vázquez, lo descolocó y puso el primer palo en la rueda de Pereyra. A partir de ahí, el arquero fue puro nervio y sus fallas empezaron a ser cada vez más groseras.
Mouzo a los 29 y Pasucci a los 42 le cabecearon en sus narices y ya no hubo forma de remontar la cosa. Promediando el segundo tiempo, cuando finalmente descolgó su primer córner, las dos hinchadas se unieron en un fuerte aplauso. Lapidario.

Sobre el final, demostró que no sólo el juego aéreo era un problema. Salió todo desarmado en un mano a mano con Ramón Viera y Krasouski puso cifras definitivas para el Boca 4 – Racing 2. Su oportunidad ya había pasado.

Y cómo habrá sido la cosa que en los mismos vestuarios del estadio marplatense, algunos rivales quisieron tirarle un salvavidas. Y arrancó el Gallego Vázquez: «…se la desvié completamente al otro palo. El arquero fue a la dirección lógica pero quedó totalmente descolocado. Pese a todo, hizo un gran esfuerzo por recuperarse y alcanzó a tocarla…». Trató de remarla el Loco Gatti, pero mucho no pudo ayudar: «…ese muchacho tuvo mucha mala suerte. El primer gol es una desgracia y eso lo puso muy nervioso. En ese estado, un jugador no puede mostrar sus condiciones, sobre todo cuando la gente lo empieza a cargar. Eso destroza a cualquiera. Como arquero, lo que le pasó a Pereyra, me dolió mucho…».

Pero el respirador artificial (?) lo desenchufó ipso facto el mismísimo técnico de Racing: «…yo comprendo que una mala noche no es suficiente para juzgar a un jugador. Pero, con todo lo que puede tener de injusticia, tengo que decidirme urgentemente y en el caso de Pereyra, su prueba fue negativa….». Game over para Pereyra.

De todas maneras, el ex suplente de Rodolfo Rodríguez en Nacional de Montevideo, se hizo cargo su único partido en el fútbol argentino, no sin antes tirar una bombita a sus nuevos pero ya ex compañeros: «…la verdad que es muy difícil debutar en un equipo juvenil con muy poco trabajo, sin conocer a tus compañeros. Además estamos todos para defender, no solo el arquero…».

Luis Cubilla a River 1984

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Tras verse involuntariamente (?) beneficiado por el promedio y salvarse del descenso en 1983, la dirigencia de River decidió ponerse los pantalones y armar un equipo para no pasar más sobresaltos. Y una de las primeras medidas fue la contratación de Luis Alberto Cubilla como técnico.

Pero evidentemente el plan fue hacer sentir muy cómodo al nuevo DT, porque el que también arribó fue Luisito Cubilla, hijo del entrenador, con 21 años, a prueba y procedente de Defensor de Montevideo.

El pase fue adquirido por su propio padre, quien ante la cola de periodistas para meter la nariz en el tema, aclaró (?): «…jugará si lo merece. De lo contrario, no…». El pibe robó un poco de flashes a mediados de enero de 1984, entrenó y hasta tuvo tiempo de soñar con un combo: «…me considero un jugador rápido y habilidoso. Mis ídolos son Alonso y Maradona. Tengo dos hermanos más que pronto vendrán a las inferiores del club…». Al final, obviamente la cosa no anduvo.

Bernuncio Juan Ángel

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Juan Ángel Bernuncio (el Loco)

A fines de 1982 la dirigencia de Boca tomó al toro por las astas y fue a la carga para contratar sí o sí a Francisco Antonio Ruiz (?), arquero de Atlético Tucumán. Pero como la billetera de Boca tenía agujeros por todos lados, el que terminó llegando fue su suplente en el Decano: Juan Ángel Bernuncio.

El Loco tuvo su bautismo de fuego el 23 de febrero de 1983 en el estadio Minella de Mar del Plata cuando se lesionó Gatti en un partido de Copa de Verano frente a Estudiantes. Esa noche jugó algo más de media hora pero le resultó bastante productivo el rato en la cancha. Primero porque mantuvo el 0 a 0 y segundo porque pudo mostrarle al Mundo (?) que de una vez por todas, Gatti ya tenía reemplazante. Y no nos referimos tanto a las cualidades técnicas sino a un tema más de imagen. Porque ver salir al verdadero Loco y ver entrar corriendo a un pibe con pelo largo, vincha, bermudas y medias bajas llamó la atención de muchos antes de que tocase su primera pelota.

Tras el debut y la ilusión, el mazazo. Boca contrató los servicios de Barisio, arquero récord en Ferro. Así que nuestro homenajeado ya no tuvo que pelear con un arquero, sino con dos. Y con bastantes más pergaminos, para ser sinceros.

Será por eso que recién vio la luz en junio de ese año durante un amistoso en la cancha Municipal de Formosa frente al Combinado local. Partido que terminó 2 a 0 con goles de Stocco y el Potro Domínguez y en el que pudo jugar un rato al reemplazar a Barisio. Su último acto fue a fines de octubre, también de 1984, en otro amistoso. Ya sin Faraone y con el Zurdo López como técnico, jugó en Corrientes frente a Boca Unidos y se retiró victorioso tras el 2-1 final. Pero sus cartas estaban echadas. Por lo menos en Boca.

A principios de 1985 pegó la vuelta a Atlético Tucumán para seguir siendo suplente y más tarde cuidaría los palos de Central Córdoba de Santiago del Estero (1986/87). Hasta que pintó la posibilidad y se fue a probar suerte al fútbol boliviano calzándose los buzos de Real Santa Cruz, Oriente Petrolero y Real Potosí.

En 2006, se supo que ya como director técnico, parece que tuvo mucho laburo en Concepcion de Tucumán hasta que en 2008, se sacó definitivamente la vincha y se puso la gorra para dirigir los destinos de Atlético Policial de Catamarca.

(Publicado casi (?) en simultáneo con Imborrable Boca)

Especiales: el hijo de Jorge Solari

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Allá por fines de agosto de 1985 y justo antes del cierre del libro de pases, el mercado local se vio sacudido (?) por la noticia: Jorge Indecieto Solari, el hijo de Jorge Raúl Solari pasaba a préstamo y sin opción desde el club donde su papá era uno de los dueños al club donde su papá era el director técnico. Obviamente como todo quedó bien en familia, el acuerdo entre Renato Cesarini y Newell’s fue lo de menos.

Para ser sinceros, la noticia no conmovía tanto por lo futbolístico, pero sí llamaba la atención la continuidad del legado del Indio, que parecía quedar en buenas manos. Pero no, nada que ver. Y el mismo padre fue quien, tal vez inconscientemente, se encargó de hundirlo de movida no presentarlo de la mejor manera: «…es un volante tipo Solari, con gran despliegue físico y llegada al área. Pero no es hábil. Toca bien y es simple…». Avisar, avisó.

Si encima vemos que el pibe, con 20 años, paralelamente empezaba a estudiar la carrera de educación física, tal vez soñando emular a su tío Eduardo, el preparador físico de ese Ñuls, está claro que no había muchas fichas puestas en su futuro. Ni de parte de él ni de su familia. Familia en la cual sí pudieron pegar fama su cuñado y sus primos Santiago, Esteban y David en el mundo del fútbol; y hasta su prima Liz en el mundo del modelaje. Pero de Jorgito, ni noticias.

Viera Ramón

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Ramón Obdulio Viera

Si tomamos en cuenta el plantel que tenía Boca en 1984 y el rival con el que le tocó debutar, podemos estar seguros que el destino no sólo le guiñó un ojo a Ramón Obdulio Viera, sino que le guiñó los dos y hasta lo palmeó en la espalda mientras le decía “vamos pibe, vamos que podés”. ¿Por qué decimos ésto?

Porque nuestro homenajeado, delantero de 20 años, veloz y nacido en Misiones, cayó a prueba en el Boca del Zurdo López a principios de 1984. Y la noche del 14 de enero, su presentación en sociedad, fue en Mar del Plata por la Copa de Verano y ante un Racing que puso lo que tenía a mano mientras pensaba los refuerzos para encarar la tortura de la Primera B.

Como evidentemente los astros estaban alineados a favor del misionero, faltando algo así como 25 minutos para terminar el partido, Sergio Giachello sintió una molestia. Así que el combo se completó con su ingreso, un par de piques electrizantes y sobre la hora la frutilla: enorme gambeta al arquero de La Academia y pase gol para que el uruguayo Krasouski sentenciara el triunfo 4 a 2.

Con pasado de inferiores en Ferro y algo de rodaje en San Telmo, semejante estreno no sólo le hizo pasar la prueba sino que casi le abría las puertas de par en par para ganarse un lugar. Pero no, más bien todo lo contrario. Boca quedó eliminado en primera fase del Nacional, arrancó pésimo el Metro, el técnico renunció y la llegada de Dino Sani lo hizo retroceder a fojas cero.

Tan a fojas cero que en el resto de ese oscuro año y con un campeonato largo por delante apenas jugó 3 partidos oficiales. Cantó presente en el 2 a 2 con Platense en cancha de Vélez, el día que López Turitich le atajó un penal a Morena y luego en las pardas 0 a 0 con Racing de Córdoba y 1 a 1 con River haciendo de local en el Monumental. Esa lluviosa tarde y con Boca en ventaja 1 a 0, Dino Sani lo sacó en el entretiempo para meter a Stafuzza y reforzar la trinchera. Claro que la jugada no salió del todo bien si tenemos en cuenta que el 1 a 1 final llegó con gol de Stafuzza en contra.

Correteó en algunos amistosos de los muchos que jugó Boca en el interior y voló tras finalizar la temporada. Su trayectoria siguió hasta donde sabemos en Central Norte de Salta, Instituto y Bolívar de La Paz, en el fútbol boliviano.

(Publicado casi (?) en simultáneo con Imborrable Boca)

Boca 2 – Sevilla 3

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Sin que nadie lo sospeche, flor de bombita explotó a mediados de septiembre de 1992 en una radio y durante una inocente (?) entrevista telefónica en la que Maradona reflexionaba sobre el 0-0 entre Boca y Ferro por el Apertura. De pronto, de la nada, el siguiente diálogo:

Niembro: “…Diego, ¿volvés y jugás ante Boca en octubre?…”.

Diego: “…si tengo que jugar contra Boca me muero…”.

Niembro: “…pero hay algunas gestiones para jugar un amistoso…”.

Diego: “…no hay inconvenientes. Pero que todos vayan sabiendo una cosa. Ese día, yo me pongo la camiseta de Boca…”.

De más está decir que de ahí en adelante fue todo pura adrenalina para organizar la logística y llevar a la práctica un acontecimiento que llevaba once años de espera. Ver a Diego ponerse nuevamente la camiseta de Boca durante un partido.

Pero mientras todo era ansiedad, existió gente que se frotó las manos con la cabeza fría que se encargó de llevar las gestiones a buen puerto. Nos referimos a la empresa Telemarket SA, encargada de contratar al Sevilla y acomodar los calendarios para no descuidar dos detalles claves: uno, la marcha de Boca en el campeonato local. Y dos, el fin de la suspensión impuesta al Diez por la Federación Italiana de Fútbol.

Entonces teniendo en cuenta que el fin de semana del 17 y 18 de octubre no hubo fútbol en la Argentina a raíz de un cuadrangular de la Selección en Arabia Saudita, se armó todo a los piques para que el lunes 12 feriado, y el miércoles 14, Boca y Sevilla jueguen partido y revancha. La excusa fue lo de menos: una copita bautizada Trofeo V Centenario.

Tras la victoria sevillana 3 a 1 en el primer partido que se jugó en el Chateau Carreras se confirmó la noticia esperada por todos: el Diez jugaría un tiempo para cada equipo. Así, el miércoles 14 de octubre en la Bombonera fue el momento esperado y Boca alistó titulares para la cita de lujo: Navarro Montoya, Chiche Soñora, Medero, Giuntini, Mac Allister, Magoo Pereira, Giunta, Tapia, Carranza, Saturno y Manteca Martínez. Diego jugó el primer tiempo para el Sevilla y se fue a los vestuarios rapidito tras los el pitazo del Orejón Crespi. El partido estaba 1 a 1 con goles de Suker y Manteca Martínez y la salida para la segunda hizo temblar el piso. Afuera la Larva Saturno y adentro, con la diez, Maradona. Sin embargo, rápidamente se puso en ventaja el Sevilla y así estuvieron las cosas hasta al minuto 55, momento en que gracias a un regalito en el arco que da al Riachuelo, Diego puso con un toque suave el 2 a 2 transitorio.

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Más tarde hubo un tercer gol del Sevilla, pero la derrota final 2 a 3 no pudo hacerle ni siquiera sombra a la fiesta de la gente en las tribunas y de los jugadores en el campo de juego. Hubo pilas de colados, periodistas y fotos sacadas a mansalva desde todos los ángulos para tratar de dejar inmortalizado el momento histórico en que Maradona volvió a jugar para Boca.