Por cosas como éstas debe ser que, futbolísticamente, a los yankees los queremos como a pocos. Sin tradición futbolera alguna, con ligas que oscilaban entre el invento y la oportunidad económica más una irrisoria desorganización a nivel de Selecciones, en 1989 la desamparada escuadra de universitarios estadounidenses veía casi como una utopía su presencia en el Mundial de Italia.
Con México afuera de carrera a raíz de Los Cachirules, con el aporte providencial de héroes inesperados y gracias a que su oponente final –Trinidad y Tobago- había arrancado igual de torcido que ellos, la conocida desde entonces como USMNT llegó a la jornada definitoria igualada en puntos pero con un gol menos que el combinado de Dwight Yorke. Los americanos (?) debían ganar o ganar. Vale aclarar, por supuesto, que el otro cupo ya lo había obtenido la Costa Rica de Luís Gabelo Conejo con cuatro meses de antelación.
Y así, el 19 de noviembre de 1989, comiéndose un baile de novela como visitantes en La Bombonera de Puerto España (?), Paul Caligiuri se disfrazó del Chango Cárdenas y desde 30 metros sacó el célebre “Disparo Que Se Escuchó En Todo El Mundo” con el que los Yankees se metieron milagrosamente en una Copa del Mundo tras 40 años de frustraciones. Los 30.000 trinitenses se fueron apesadumbrados al no haber podido batir ni a Tony Meola ni al árbitro argentino Juan Carlos Pichi Losteau, de pésima labor…
Fue tanta la algarabía que se desató por esta heroica clasificación que la Federación llegó a la conclusión que para despertar los aletargados ánimos de la población y también para brillar en el Mundial, el equipo de Estados Unidos necesitaba algo fundamental: una canción representativa, sin (?).
Por tal razón, le encargaron la composición de la misma al rapero Def Jef y al DJ Eric Vaughn, le propusieron a los jugadores agregar los coros y contrataron para la realización del video al director Marty Callner, quien había trabajado con Aerosmith, Cher y Poison, entre otros. Además, lograron que la cinta se estrene en Heavy Rotation de la MTV en un segmento conducido por el volante John Harkes y por la siempre follable (?) Daisy Fuentes…
Pero eso no es todo, también consiguieron la participación estelar del queridísimoOrenthal James Simpson – ¡Si, OJ!- quien sería el único capaz de meter otro disparo que se escuche en todo el mundo un poco de gracia y carisma en medio de la notable timidez de los futbolistas… ¡El Juice se robó el show!
«Ésta no la tenías, Lavecchia…»
Pese a aquellos artísticos esfuerzos, ni la canción ni el soccer prendieron entre los norteamericanos. Menos aún, cuando Estados Unidos terminó en la anteúltima colocación de Italia ’90 producto de tres derrotas en igual cantidad de encuentros. Una repudiable actuación condenatoria de la que no los salvan ni varios prestigiosos bufetes de abogados…
Domingo 30 de abril de 1989. Estados Unidos y Costa Rica se enfrentaban en el St. Louis Soccer Park de Fenton, Missouri, por la ronda final de las eliminatorias de la CONCACAF clasificatorias para Italia 1990. En su cuarta presentación, los ticos buscaban acomodarse en lo más alto de la tabla. Los yanquis, por su parte, necesitaban ganar para revertir la mala imagen que habían dejado en su debut como visitante, ante el mismo rival, algunas semanas atrás.
En tiempo de descuento, los locales vencían por 1 a 0 con gol de Tab Ramos cuando David Vanole, el uno estadounidense, salió a descolgar un centro, pero llegó tarde y la pelota le quedó servida a Álvaro Solano, que remató con el arco a su merced. Sobre la línea, el defensor Steve Trittschuh puso las manos. Penal.
Vanole, un arquero con tendencia a engordar que peleaba el puesto con Tony Meola y Jeff Duback, tendría la chance de redimirse. Enfrente estaba el 5 de los ticos, Mauricio Montero, que agarró el fierro caliente, tomó carrera recta al balón y le pegó fuerte al medio, como mandan los manuales. Vanole (#blessed) se quedó parado y tapó el disparo. Así, Estados Unidos logró dos puntos vitales de cara al Mundial.
La norteamericanidad al palo. En una simple oración, así se puede explicar este invento en forma de equipo al que le sobraban condimentos yanquis: su indumentaria, sus integrantes, su lugar de pertenencia, su visión del espectáculo. Todo, menos su deporte: en lugar de dedicarse al béisbol o al football, optaron por el soccer. Tuvieron sus razones, claro. Aunque también sobraron los motivos para que así como surgieron de un momento para el otro, desaparezcan con la misma rapidez.
Hacia 1983, la NALS se caía a pedazos por la falta de sponsors e interés del público, y la creación del Team América suponía volver al furor causado por la redonda en los 70’s. Así como la popularidad se había alcanzado con la llegada de grandes figuras extranjeras, esta vez la cosa sería inversa: una franquicia rebosante de patriotismo haría revivir la pasión de la gente. Por otro lado, ante la proximidad de los Juegos Olímpicos a disputarse en Los Ángeles, en 1984, la Federación también dio el visto bueno, ya que el equipo estaría conformado en su totalidad por jugadores estadounidenses, con el objetivo de armar la base del plantel que iría por una medalla (¡ja!) al año siguiente.
A pesar de la expectativa, varios de los futbolistas de la Selección se negaron a dejar sus clubes para ingresar en la nueva franquicia, así que la nómina se completó con jóvenes procedentes de ligas menores, universitarias e incluso del campeonato de fútbol indoor. Ricky Davids, una de las figuras de la época, fue una de las voces que se alzó en contra del proyecto: “¿Estamos realmente haciendo algo para ayudar al jugador estadounidense, o estamos haciendo algo para ayudar a la liga a añadir otro equipo?”.
En cuanto a la dirección técnica, el designado para el puesto fue el griego Alketas Panagoulias, que complementaba su función con la de entrenador del conjunto nacional. Al asumir, derrochó optimismo: «Creo que Estados Unidos es, en este momento, un gigante dormido en el fútbol internacional. Pronto vamos a lograr una posición más fuerte en el plano mundial.» USA Positive (?).
Para demostrar el compromiso hacia deporte nacional, los muchachos visitaron al presidente Ronald Reagan, posaron frente al Capitolio y fueron locales en el Robert Kennedy Memorial Stadium, de Washington D.C. Estadio que les quedó gigantesco, ya que la media por partido fue de 11.000 espectadores, cuando la capacidad total era cinco vences mayor. La mejor concurrencia en su cancha se dio frente a Ft. Lauderdale Strikers, cuando asistieron más de 50.000 personas. Obviamente, el interés del público no pasaba por ver muchas patadas, pocas anotaciones y empates: al término del encuentro tocaban los Beach Boys, y con la entrada al juego te quedabas a ver el recital. Un golazo.
En cuanto a lo futbolístico, la campaña fue de mayor a menor. Luego de un gran arranque en las primeras fechas (incluyendo una victoria frente al Cosmos con este insólito gol en contra de Franz Beckenbauer), el equipo se derrumbó, cosechando 15 derrotas en los últimos 17 partidos. Obviamente, finalizaron en el lugar más bajo de la tabla. Aunque se dieron el gusto de terminar invictos en los juegos amistosos, al cosechar igualdades frente al Wattford (Inglaterra), Dynamo Minsk (USSR) y Juventus (Italia). Como curiosidad, se puede destacar que el partido frente a los ingleses fue disputado en… ¡Jamaica!
A esta altura, el objetivo principal, potenciar a la Selección, había quedado totalmente de lado: durante 1983 el equipo nacional apenas jugó un partido (victoria 2 a 0 frente a Haití) y al momento de la gran cita en Los Ángeles el Team América la había racingueado toda (?): ya no existía. La disolución llegó al concluir la amarga temporada, entre los pésimos resultados y el desinterés del público. Mientras tanto, la NALS seguiría, a los tumbos, un año más. Al fin y al cabo, estaban en Estados Unidos. Y el show debía continuar.
Una vez decididos el lugar, la fecha y la hora del arranque de la Major League Soccer, los dueños de cada una de las franquicias se vieron con un dilema superior: debían conformar desde cero planteles con norteamericanos que al menos supiesen parar la pelota y, además de eso que no es poco, tendrían que sumar un par de apellidos que sean atractivos para un público que aún no existía.
Por ejemplo, el hombre fuerte de la Federación, Alan Rothemberg, ayudó a Los Angeles Galaxy a hacerse con el fichaje de los internacionales yankees Cobi Jones y Ante Razov, del salvadoreño Mauricio Cienfuegos, del ecuatoriano Eduardo Hurtado y también del inolvidable arquero mexicano Jorge Campos. Pero además, el dirigente recordó a un joven buen mozo (?) a quien conoció en un exclusivo ágape en Hollywood y que, al parecer, tenia un pasado con la número cinco ¿Su nombre? Andrew Eppley Shue.
El susodicho tenía una trayectoria cuanto menos discutible: Bulawayo Highlanders de Zimbabwe (1991), Los Angeles United (1993) y Anaheim Splash (1994). Pero lo que tenía de superlativa su atractiva figura, es que era una de las figuras de la por entonces aclamada mundialmente serie televisiva Melrose Place. ¡Imagínense a Gastón Pauls jugado en la Primera de Boca! Instantáneamente, claro, Andrew Shue fue invitado a sumarse a la plantilla del Galaxy en el rol de delantero.
Pero la cosa no sólo quedó ahí: con Andrew Shue como estandarte fue como se promocionó el nacimiento de ésta nueva competencia. Y así el actor fue la figura central de entrevistas, actos, spots televisivos, programas alegóricos y tertulias donde su fluida oratoria y su dentadura perfecta opacaban las presencias de Carlos Valderrama, El Diablo Etcheverry, Roberto Donadoni o Walter Zenga, entre tantos otros “jugadores franquicia”.
Hay que entender que el californiano en general y el angelino en particular tienen muy aceptada y arraigada la cultura de las celebrities. Por tal razón a nadie le extrañó cuando Andrew Shue fue el encargado de realizar el sorteo en el Partido Inaugural de la Mayor League Soccer, entre San José Clash y DC United. Así como leen. Desde el minuto cero la Liga estuvo bendecida con la participación vital de un baldosero. Y de los buenos…
A los bifes y aunque la primitiva Mayor League Soccer era un torneo entre improvisado y bizarro, al querido Andrew Shue solo le alcanzó para disputar, como suplente, escasos 86 minutos diseminados en cinco encuentros. Es más, cada uno de sus ingresos fue como para que el público no se fuera sin ver correr un rato al ídolo juvenil que hacía las delicias de adolescentes y veteranas. Al final de la temporada y con el pretexto de una lesión, el actor se retiró y regresó a Melrose Place.
Tras la cancelación de la aclamada serie en 1999, Andrew Shue baldoseó a morir en producciones Clase B y hasta Clase C. Estuvo en la pedorrísima«Goal 3» y participó en la película “Gracie”, historia que está basada en los días como jugadora de fútbol juvenil de su bellísima, famosísima y talentosísima hermana.
¿Y quien es ésta agraciada familiar? Nada más y nada menos que la reconocida Elizabeth Shue o, como le dicen los cinéfilos, “La Novia de Los Ochenta”, quien enamoró a todo el planeta siendo la chica linda de “Volver al Futuro 2”, “Karate Kid”, “Coctail” y, más acá en el tiempo, “Adios a Las Vegas” y “El Santo”, entre tantas otras. La amo. La amo posta. Con toda mi alma, eh. No aguanto más… La tengo que ver… Chau…
«Aruba, Jamaica… Bermuda, Bahama…»
Hoy por hoy, Andrew Shue sigue fantaseando con un hipotético retorno de Melrose Place, quizás, lo único que lo puede devolver a las primeras planas… ¿Quién sabe? Si volvieron Axl Rose, Slash y Duff, todo es posible…
El 1 de octubre de 1977 no fue un día más en la vida de Pelé. Aquella tarde, el astro brasileño se retiró para siempre de las canchas en un partido amistoso entre el New York Cosmos y el Santos, equipo en el que brilló y que había abandonado tres años atrás para cumplir su sueño americano.
El Giants Stadium de New Jersey se vistió de gala para la última función de O Rei, que un mes y medio antes había sido una pieza clave para la obtención del Soccer Bowl de la NASL ante el Seattle Sounders. A pesar de la intensa lluvia, más de 75 mil personas, incluido el eterno Muhammad Ali, se acercaron para acompañar la despedida de Pelé y, de paso, ver a esa constelación de estrellas que quemaban sus últimos cartuchos, con el alemán Franz Beckenbauer, el brasileño Carlos Alberto Torres y el italiano Giorgio Chinaglia a la cabeza.
En una fiesta hecha a su medida, televisada en vivo y en directo para todo el mundo, el niño mimado de Três Corações, en el estado de Minas Gerais, jugó un tiempo para cada uno. Primero vistió la camiseta verde del Cosmos y dijo adiós, ceremonia incluida en el intervalo, con la tradicional blanquita del Peixe.
Fue justamente el conjunto visitante el que abrió el tanteador en la primera etapa, a través de Reinaldo, que fusiló a Shep Messing. Un ratito después, Pelé marcaría su último gol con un tiro libre desde lejos que agarró desprevenido al arquero Ernani (y también al director de la transmisión). En el complemento, el peruano Ramón Mifflin, que había entrado por O Rei, aprovechó las desatenciones de la defensa paulista y convirtió el 2 a 1 definitivo para los estadounidenses.
Para arrancar, vamos a abarcar la piedra fundacional de la hoy por hoy estable liga estadounidense. Y esa génesis no la hallaremos ni en el primer partido disputado en 1996; tampoco cuando anunciaron la contratación de Carlos Valderrama y mucho menos cuando se le adjudicó a aquel país la sede del Mundial de 1994. Nada de eso… La querida Major League Soccer comenzó a ser una realidad en abril de 1988, cuando estalló el escándalo de “Los Cachirules”.
El tema es así: los dirigentes mexicanos, por aquel entonces los kapangas de la Confederación, comían las porciones más sabrosas del pastel, dejándole apenas las servilletas sucias al resto de sus vecinos, por no decir invitados. Recientemente anfitriones del Mundial ’86, miraban con recelo la posible inminente realización de una Copa del Mundo en los Estados Unidos. Más que nada, para que no naciera un hermanito rubiecito y regordete con quien repartir los juguetes.
A nivel de selecciones, los mariachis habían clasificado recientemente a los Juegos Olímpicos de Seúl ’88 y se sabían ganadores por muerte de un cupo en el Mundial de Italia ’90. Con esa patriótica confianza, la Selección Sub-20 de México acudió en abril de 1988 al Torneo Clasificatorio de la categoría en Guatemala y logró su cupo en el Mundial de Arabia ’89 al salir en segundo lugar, detrás de la juvenil de Costa Rica.
Acá viene lo raro… A los pocos días -dos para ser precisos- la propia Federación Mexicana de Fútbol les regaló a los periodistas un anuario donde deschavaba la tramposa edad de algunos de los miembros de aquella Selección Sub-20. Uno tenía 23, otros tenían 22, había alguno con 21 y así con casi todos… Además y con llamativa rapidez, el Canal Imevision con el periodista Antonio Moreno a la cabeza, se hizo con actas tanto de fichaje como de nacimiento en las cuales quedaba en evidencia el fraude de jugadores y dirigentes. Chupala, Lanata…
Instantáneamente, la Federación de Guatemala con el respaldo fundamental de la Federación de Estados Unidos, iniciaron las investigaciones y los sumarios correspondientes. No les hizo falta mucho, ya que todos los involucrados terminaron quebrándose y confesando ante unos pocos cuestionamientos. En Mayo de 1988 la CONCACAF resolvió descalificar del Mundial Sub-20 de Arabia ’89 a los muchachotes mexicanos y otorgarle el cupo a aquellos rústicos pibes yankees salidos del College.
¿Algo más? Si, se determinó eliminar a México de los Juegos Olímpicos de Seúl (sin que se expidiera el Comité Olímpico Internacional y otorgándole esa plaza a Guatemala) y se suspendió a la Selección Mayor por dos años, impidiéndola de participar de las Clasificatorias para Italia ’90.
Extraña que, desde la FIFA, tanto Joao Havelange como Guillermo Cañedo, “El Julio Grondona Mexicano”, hayan manifestado un escueto: “No somos quienes para rebatir la sanción de una Confederación sobre uno de sus afiliados”. Raro. Por que nadie puede disentir sobre la sanción de por vida que obtuvo una veintena de dirigentes mexicanos ni que se haya bajado a la Sub-20 del Mundial. Pero ¿Era para tanto?
Un mes después, tan sólo un mes después, los dirigentes norteamericanos celebraron el ser designados anfitriones del Mundial ’94; el tener allanado el camino de su equipo hacía Italia ’90 y el ver viable la concepción del requisito sine qua non que les imponía la FIFA: tener una liga propia, seria y estable.
Y esto, además de por la decisión política, lo vislumbraron gracias al ejercito de anunciantes que dejarían México tanto por el escándalo de “Los Cachirules” como por el fraude electoral que llevó a la Presidencia de ese país a Carlos Salinas de Gortari. Y todo se inició por un puñado de pibes que hicieron lo mismo que hacemos nosotros cuando tenemos la caradurez de caer en una discoteca: chamuyar con los años…
“-¡I want the truth! / – ¡ You can’t handle the truth!”
«-¡Quiero la verdad! / – ¡No sabes que hacer con la verdad!»
(Tom Cruise y Jack Nicholson, “A Few Good Men”, 1992)
“Cachirulo” fue un popular personaje cómico encarnado por el actor Enrique Alonso, quien interpretaba a un menor de edad cuando claramente ya era un adulto hecho y conciso. Por carácter transitivo y por las pruebas aportadas, cuatro jugadores de aquel Sub-20 fueron estigmatizados con ese mote y señalados como los culpables de aquel punto de inflexión en la historia del fútbol mexicano, a saber:
Aureliano Rivera Bueno (El Coreano / El Cachi)
El que mejor trayectoria tuvo de los cuatro, aunque sin dejar de ser mirado de reojo por el medio futbolístico. Jugador del Tampico y con 22 años cuando estalló el escándalo, en 1989 éste zaguero central pasó al Cruz Azul y dos años después al Puebla. En 1997 fue encarcelado luego de atropellar y matar a dos ciclistas, encontrándose en estado de ebriedad. Terminó su trayectoria en Lobos BUAP del ascenso en el año 2001. Luego fue técnico de diversos equipos del ascenso pero disfrazado de asistente en las planillas por no poseer el curso de entrenador.
José De La Fuente Guzmán (El Chorro / El Cachi)
También defensor y poseedor de 22 pirulos cuando estalló el escándalo, época durante la cual era titular en Monterrey. Luego lo bajaron a las inferiores hasta el año 1991, cuando se retiró del fútbol y básicamente desapareció del mapa.
Gerardo Jiménez Cantú(Shaggy / El Cachi)
El que hizo el gol de la fallida clasificación y quien ya contaba con 20 años. Siguió en Monterrey hasta 1994 con escaso suceso. Luego jugó una temporada en el Tampico y otra en el Pachuca. Bajó a Segunda y se retiró después de un año en el desaparecido Atlético Hidalgo. Dirigió a varios equipos del ascenso mexicano.
José Luis Mata Santacruz (El Cachi)
Con 22 años en abril de 1988, siguió baldoseando hasta 1993 con la camiseta del Atlas. Jugó un año con el Pachuca en Segunda División y se retiró. Luego se dedicó a la dirección técnica sin jamás despegarse del martirio de ser señalado como uno de los responsables de la máxima vergüenza del fútbol mexicano en la historia, a la par de sus tres compañeros.
Pese a todo y en nombre de ellos, miles de jugadores mexicanos falopas cobrarían su revancha, pocos años después, baldoseando en lugares llamados Columbus Crew, Dallas Burn o Chivas USA, expandiendo así el legado de los famosos“Cachirules”…
«¿Hicimos la trampa los periodistas?», «no, no, no»…
Como se habrán dado cuenta, este no es un sitio de actualidad, pero aprovechando el comienzo de la inédita Copa América Centenario y al conmemorarse los 20 años de uno de los torneos más baldoseros del planeta –la Major League Soccer– vamos a publicar, durante el mes de junio, una serie de notas con lo más falopa del fútbol norteamericano.
Desde los jugadores que quisieron cumplir el sueño americano, pasando por las peores camisetas, las franquicias que quedaron en el olvido y hasta los cambios reglamentarios que los yanquis introdujeron para cautivar seguidores.
Esperemos que disfruten esta cuota de imperialismo.