Los 20 años del blog

Un futbolista con 20 años de carrera sigue jugando en una liga del interior del país. Se expone a escupitajos y gritos hirientes a cambio de nada. O, en el mejor de los casos, por unos pocos pesos que son un chiste al lado su época de gloria, cuando cobraba en euros. Algunos cosas ya ni le salen. Ya no hay abdominales, ahora hay panza. Ya no hay tapas de revista, ahora hay notas de cassette para una FM local. Pero tampoco hay que entrenar tanto, ni correr durante los partidos. Es solo venir a jugar. Piensa eso, mientras va a tirar un córner pegado a un alambrado, donde hay una bici apoyada y un tipo le recuerda su pasado, comparándolo con su presente. Fracasado, mirá dónde terminaste.

Sin embargo, hay algo que a aquel puntero derecho, que hoy lleva la 10 porque ya no puede desbordar, lo incentiva a seguir entrando a la cancha. Será el amor por su profesión, la presión por el compromiso asumido o simplemente las ganas de mostrar que sigue vigente. Pero hay algo que lo empuja siempre. Y ahora hay que tirar un centro al área.

Sale el córner desde la izquierda, con pierna derecha. Bastante elevado. Se va cerrando por el viento, el único atractivo turístico de ese pueblo inmundo. Parece que va a ser olímpico, pero no. El 9 rastrero la asegura sobre la línea y desata la locura. Y ahora todo cobra sentido.

¡Gol, la reconcha de tu madre! Por eso sigo jugando, para demostrarte que todavía puedo, que amo al fútbol como a nadie. Que por eso jugué en Europa, que por eso estoy adentro de la cancha y vos estás afuera. Para vos, hijo de puta.

El tipo detrás del alambrado queda tieso. Pero al instante, muestra su primera mueca. Hay un gesto del línea, el árbitro señala la tierra. El 9 la tocó con la mano, no fue de cabeza. Anulado. Tiro libre para los otros.

Habrá que seguir jugando. Veinte años no es nada.

Godoy Cruz 0 – Sevilla 2 (1990)

Ídolo de al menos dos generaciones de riverplatenses, Norberto Alonso vivió su etapa post retiro casi con la misma elegancia con la que jugaba. Y no hablamos precisamente del día que vistió unas zapatillas Flecha en un amistoso en los Estados Unidos. El Beto siempre fue un distinguido. Y a partir de 1987, cuando le dijo adiós al fútbol, trató de mantener ese status desde el día 0 de su vida como ex gloria.

¿Embarrarse los zapatos entrenando a un equipo? ¿Para qué? Lo hizo, pero poco y nada. A fines de los 90 estuvo en las sombras de aquel título del Millonario que comenzaría a ganar Merlo y terminaría ganando Passarella. Después, probó siendo técnico de Belgrano de Córdoba, pero duraría poco.

Al Beto le gustaba vestirse de blanco, como si fuese Don Johnson de División Miami, pero caminando por Avenida Libertador. Desapareció de las tapas de las revistas deportivas, para aparecer esporádicamente, jugando al golf o blanqueando su romance con Daniela, una cantante fundadora del ochentoso grupo Las Primas, que luego tendría sus 15 minutos de fama en su etapa solista con el hit Amor sincero, que tenía aquel estribillo que decía «endúlzame que soy café…».

El Beto siempre fue un distinto. Y así lo sentía. Y lo sigue sintiendo. Tanto es así, que en la previa de la promoción ante Belgrano, en 2011, dio una conferencia de prensa en carácter de ídolo para darle su apoyo «al Negrito López». Aunque dijo también que si River descendía, «No sé si no me voy del país».

Lo que no muchos recuerdan, es que apenas 3 años después de su despedida de las canchas, Alonso volvió a ponerse los botines. Y no fue en el Monumental. Fue en el estadio Feliciano Gambarte, la casa de Godoy Cruz Antonio Tomba de Mendoza.

Por aquellos días de mayo de 1990, el Sevilla de España se encontraba realizando una gira por Sudamérica. Enfrentó a varios equipos y uno de ellos fue el Bodeguero, reforzado por algunos jugadores que actuaban en otros equipos de Primera División, como Ricardo Gareca, de Vélez, que aquel día usó la 9 mendocina, haciendo dupla con el Cachorro Abaurre.

La máxima atracción, por supuesto, era el dandy del Beto, que llegó sobre la hora al partido y le pidió al entrenador que, por respeto a sus nuevos compañeros, lo pusiera en el segundo tiempo. Y el DT Alberto Garro cumplió.

Alonso entró en la segunda mitad y deslumbró con lujos y pases de categoría, que le hicieron olvidar al público la derrota 2 a 0 ante los españoles dirigidos por Vicente Cantatore, que tenían varias ausencias, por la proximidad del Mundial de Italia.

En la actualidad, las nuevas generaciones reconocen al Beto como aquel tipo que anda siempre en River con una particular elegancia. Y no está mal que así sea. En escencia, nada ha cambiado.

Lanaro Franco

Franco Lanaro

De la misma camada que Nicolás Gaitán y Josué Ayala, este delantero chajariense supo desde siempre que ganarse un espacio en la Primera de Boca Juniors no iba a ser sencillo. Un poco por la cantidad y calidad de los jugadores que tenía por encima y otro poco porque a los 20 años aún boyaba en la cuarta división, junto a otras promesas que no pudieron levantar vuelo, como Carlos Fernández Lucero, Nicolás Villafañe, Lucas Ponfil, Luis Quirulef o Marcelo Krupoviesa. De ese grupo, apenas pudieron asomar la cabecita, aunque sin demasiado éxito, Enzo Ruiz y Sebastián Vidal.

Quizás por eso no dudó mucho a fines de 2008 cuando le propusieron ir a ver qué onda a Bolivia. Lo esperaba Oriente Petrolero. Además, iría acompañado por otros ex Boca, los defensores Joel Barbosa y Federico León. Apenas 15 minutos en un clásico de verano contra Blooming y la confirmación del regreso del goleador histórico José Alfredo Castillo (sí, aquel que pasara con mucha más pena que gloria por Rosario Central en 2006) fueron suficientes para que le bajaran el pulgar.

En 2009, Lanaro recaló en Tigre, donde rápidamente se destacó por su poder ofensivo, que lo ubicó entre los pichichis de las divisiones inferiores, a la par de Maximiliano Quinteros (Racing), Damián Gómez (Quilmes), Brian Nieva (Independiente) y Adrián De León (Rosario Central), entre otras joyas dignas de este sitio. El pibe no tardó mucho en ganarse un lugar en la Reserva de Gustavo Acosta, donde coincidió con Rubén Botta, Joaquín Arzura y Joaquín Laso.

El que le abrió las puertas de la Primera no fue otro que Ricardo Caruso Lombardi, que lo llevó al banco de suplentes contra Independiente por la fecha 7 del Clausura 2010. Fue el Richard quien también le hizo firmar su primer contrato como profesional a mediados de ese año, a la par de Walter Sánchez y Juan Maldonado, otros de olvidable paso por el Matador de Victoria.

Ya con el Vasco Rodolfo Arruabarrena como entrenador, a comienzos de 2011 sonó como posible refuerzo de Gimnasia y Esgrima de Mendoza, pero terminó a prueba en el Grasshopper de Suiza, donde no pasó el filtro. De nuevo en Tigre, entrenó a la par de los marginados. Con el pase en su poder, intentó sumarse sin éxito a Almirante Brown y Gimnasia y Tiro de Salta.

En 2012, después de darse cuenta de que el fútbol no sería lo suyo, colgó los botines y agarró los libros. Y no le fue mal, eh. Graduado en Kinesiología y Fisiatría, trabajó junto al ex Argentinos Juniors Diego Cogliandro. Además, fue gerente de sucursal de una reconocida marca de ropa masculina. Para más información, pueden revisar su Linkedin, que está mucho más completo que su ficha en Transfermarket.

Voy Al Arco: Vinnie Jones (1995)

Glamour, exquisitez, tradición y elegancia. Al pensar en Wimbledon, es inevitable no asociar estas características a dicha ciudad inglesa, gracias al histórico torneo de tenis disputado en el All England Club.

Sin embargo, durante varios años, esta localidad tuvo otro símbolo deportivo. Se trataba de Vinnie Jones, alguien que representaba todo lo contrario: violencia, hostilidad, rudeza y un desprecio absoluto por la integridad física de cualquier adversario.

Más allá de esto, se debe reconocer que aportaba mucho al espectáculo. Y no solo por su posterior carrera como actor. El mejor ejemplo se dio el 21 de octubre de 1995, cuando el Wimbledon FC visitó al Newcastle United por la 10ª fecha de aquella Premier League.

A los 12 minutos del segundo tiempo, el equipo visitante sufrió la expulsión del arquero Paul Heald. Sin cambios a disposición, y cayendo por 3 a 0, Jones no tuvo problemas en pedir un buzo, ponerse los guantes y encarar hacia la portería. Hasta se tomó un tiempo para hacerle una reverencia a la hinchada rival.

Durante más de media hora en esa posición, el improvisado guardameta tuvo mucho trabajo. Cuando le tocó intervenir, lo hizo de manera correcta, aunque sufrió tres goles que dejaron un marcador final de 6 a 1.

Torres (arquero de Sol de Mayo) con buzo de Colón (2019)

El sorteo de la Copa Argentina 2019 determinó que Rosario Central, campeón de la edición anterior, debutara frente a Sol de Mayo, un equipo de Viedma que jugaba en el Federal A.

La siempre polémica neutralidad de la competencia basada en un concepto de intervalo espacio-tiempo bastante particular, hizo que el partido se jugara en la cancha de Colón, a 1.200 kilómetros de la capital de Río Negro y a menos de 200 de Rosario.

Teniendo en cuenta esta particularidad, la cosa se le complicó al modesto club sureño cuando el árbitro Héctor Paletta vio el buzo del arquero Leonardo Torres y entendió que se podía confundir con la camiseta rival. Difícil ir a la utilería a buscar otro.

La solución estuvo en tomar prestado uno del dueño de casa, aunque hubiera que hacerle unos retoques: un poco de cinta para diseñar el número 1 en la espalda y un parche para tapar el escudo del Sabalero. Y a jugar.

La historia terminó de la mejor manera para los patagónicos: tras empatar en los 90 minutos, consiguieron avanzar a la siguiente ronda tras la definición por penales. Torres no detuvo ninguno, pero con su indumentaria ajena encandiló (?) a Germán Herrera y a Pablo Becker, quienes desviaron sus remates.