Que Estudiantes le gane un clásico a Gimnasia, no es noticia en los tiempos que corren. La novedad siempre radica en cuál va a ser la humillación, que vaya más allá de un simple resultado. Puede ser una goleada histórica, un gol sobre la hora o un suceso en particular que quede en la memoria de propios y extraños. La victoria del Pincha por 1 a 0 producida el 4 de noviembre de 2007, quedará en el recuerdo de todos por dos protagonistas: Luciano Leguizamón y Juan Sebastián Verón. ¿El hecho? Un intercambio de camisetas. ¿El instante? Al finalizar el primer tiempo. ¿El contexto? El Lobo ya estaba perdiendo, y Germán Herrera había errado un penal. Peor lugar, peor momento, imposible.
La escena no pasó inadvertida en la tribuna de Gimnasia: si algo le faltaba a su sufrido público, era ver como uno de los suyos se despojaba de una prenda propia para quedarse con una del rival de toda la vida. ¡Y justo con la del máximo referente! Así las cosas, apenas los protagonistas regresaron para jugar el segundo tiempo, desde la cabecera tripera sonó: “sacalo al ocho, la puta que te parió, sácalo al ocho la puta que te parió”. Para que Falcioni no tenga dudas sobre a quién se referían, La Banda del Loco Fierro fijó su posición con “Leguizamón, Leguizamón, andá a la puta, que te parió». Sutil y pegadizo.
Unos 26 minutos después, Leguizamón (a esta altura rebautizado como Leguitraidor) salía reemplazado por Antonio Piergüidi. Final del partido, resultado previsible y a los vestuarios. El hombre más buscado no realiza declaraciones, pero esto no iba a queda en la nada. La calentura de los dirigentes se percibía en el aire, y las consecuencias serían inminentes: el jugador fue suspendido, apartado del plantel y ya no se volvería a poner esa camiseta (la de Gimnasia, la de Verón sí la podía usar).
Pasaron las horas, y por fin llegó la palabra del delantero: «No pensé que por un cambio de camisetas iba a haber tanto lío, no me lo imaginé. Entiendo que hinchas estén molestos pero no quise hacer mal a nadie.» Incluso el histórico mediocampista de la Selección inglesa argentina lo respaldó: «No creo que él haya querido faltarle el respeto ni nada de eso a la gente de Gimnasia. Hoy se vive en esta locura y se agarran de cosas como esta para justificar tanto una derrota como una victoria». Demasiado tarde.
Lo más cómico (?) es que, según Leguizamón, él no le pidió la camiseta a la Bruja, sino que fue el propio Verón quien requirió el intercambio: «Antes de empezar el partido me dijo que tenía un ahijado que era hincha de Gimnasia, y que por culpa mía se había hecho hincha del club porque era su ídolo. Me dijo si podíamos intercambiar las casacas y le dije que sí, pero a la finalización del partido… pero cuando terminó el primer tiempo, Verón me llamó y me pidió el cambio, y sin darme cuenta me la saqué y se la dí”. Insólito. ¿Qué Verón quisiera cambiar camisetas? No, que su ahijado tuviera de ídolo a Leguizamón.












